El actor hace funciones de la comedia «Díganlo con mímica». Cuenta cómo compone a sus personajes y la idea de hacer una versión de la novela «1984» en clave stand up.
Por Muriel Mahdjoubian Rébori. Fotos: Gentileza Clarín y Prensa.
De nuevo en la cartelera de la avenida Corrientes, Carlos Belloso es uno de los protagonistas de Díganlo con mímica, una de las comedias que se presenta en el Multiteatro. La acción transcurre un sábado a la noche en la casa de los anfitriones, interpretados por Andrea Politti y Belloso, en una típica reunión de parejas amigas. Los reúne el clásico juego que da título a la obra y que desata una serie de conflictos entre ellos.
“La obra gira en torno al juego, pero lo que en realidad ocurre es lo que les pasa a estos amigos: ya no se bancan. La discusión del grupo es lo más jugoso y el juego queda como una excusa”, explica Belloso.
“Todos jugamos muy mal salvo, la pareja gay que son unos profesionales tremendos y contra ellos no se puede”, agrega el actor que el año pasado en plena pandemia presentó vía streaming su unipersonal Puré 100% Belloso.
¿Te gusta hacer comedia?
Me encanta. Lo primero que necesitaba luego de todo lo vivido era tener a la gente ahí cerca y hacerla reír. Antes de la pandemia, pensaba: se puede morir el cine, la televisión y las series, pero el teatro es lo que nunca va a morir. Pero la pandemia demostró todo lo contrario porque el teatro no se puede hacer sin contacto con la gente. Para mí el streaming no es teatro; es otra cosa. La comedia es el diálogo inmediato con la gente. Yo hago algo y la gente se ríe. Ahora me está pasando que me emociona mucho el aplauso porque siento que viene acompañado de “menos mal que estamos vivos”. Para mi hacer esta obra es algo genial y al mismo tiempo también agradezco que estuve con bastante trabajo. Me fui a Mendoza para hacer una serie donde interpretaba a un árabe y después filmé otra serie sobre el caso María Marta García Belsunce, que fue un laburo muy lindo con un gran equipo bajo la dirección de Daniela Goggi. Pero el teatro es esencial y yo me pellizco para ver si la pesadilla sigue. Para mí sería una pesadilla que no existiera el teatro. Es la verdadera pesadilla.

¿Pensaste que podía dejar de existir?
Sí, yo soy muy pesimista. Hay muchas enfermedades virales o zoonóticas y lo que yo veo es que nadie le da bola a lo que realmente pasa. Todo está explotando por todos lados. Sin ir más lejos, el clima está muy mal. Creo que no hay conciencia. Puede pasar que estalle el planeta, pero no lo tomamos como algo verdadero. También puede suceder que las Nike dejen de fabricarse y ahí nos desesperamos o que caiga WhatsApp y muchos probablemente quieran suicidarse, pero el planeta no importa. Es muy factible que se extinga antes el planeta que el capitalismo. Es una frase obviamente irónica con respecto a todo lo que pasa alrededor.
¿Como ves el regreso del teatro? ¿Se volvió fuerte?
Si, en base a lo que me está pasando con el grupo. Ahí arriba del escenario no existió pandemia, ni existe, ni existirá. Por lo menos en esta burbuja ficcional, no existió nunca. Nosotros queremos que cuando vengan al teatro puedan por lo menos, por un rato olvidarse de todo lo sucedido. Creo que es el cometido preciso del teatro sacarte, aunque sea por una hora y quince minutos, la cabeza de lugar y después te la ponés de nuevo y te vas a comer una pizza.
¿Cómo componés a tus personajes?
Es muy aleatorio. Hay como una primera idea que tiene que ver con la impresión. Me acuerdo de uno que hice a partir de una máquina de tejer que iba a tirar mi mamá y yo le dije que no lo haga porque la iba a usar para algo. Tiempo después agarré la máquina y lo primero que me vino a la cabeza fue mi vieja y ahí mismo me apareció un personaje que era una mujer que decía «no doy más” porque estaba trabajando mucho. Fue así como nació esa criatura y el personaje empezó a tirar letra. Me pasa que a veces veo un objeto y voy a la búsqueda del personaje a través de ese objeto. También he hecho personajes basados en el signo astrológico. En El pasado, la obra que dirigió Pompeyo Audivert, tenía que hacer a un toro. Lo primero que pensé era cuándo se estrenaba esa obra y era el 20 de septiembre. La obra empezaba con el cumpleaños de mi personaje, que era una madre de familia, por lo tanto pensé: «Si se estrena en esa fecha y es el cumpleaños de esta mujer es de Virgo». Me fui a consultar un libro de Horangel y revisé todas las características del signo y ahí decidí que lo iba a hacer así, a morir. Fue un buen disparador.
¿Y nunca te pasó que fuera muy difícil encontrar por dónde armarlo?
No, porque siempre fluye. En Tumberos, donde interpreté a un preso, si bien era el líder del pabellón, era un cobarde porque mandaba a otros a matar. No lo hacía él. Cuando vamos a grabar a la cárcel de Caseros veo que había unas torretas de vigilancia, como si fueran de un castillo con una puerta de hierro. Además me habían mostrado las facas de los presos y eran tan largas que parecían espadas. Y después, Adrián Caetano, el director, me decía que siempre iba a poner caballos porque la libertad y el vigor para él eran los caballos. Con todos estos datos yo pensaba: un cobarde en un castillo con poder, espadas y caballos es Enrique III de Shakespeare, pero con habla gauchesca y carcelaria. Era esa mezcla con la mirada de Caetano. Se va dando porque yo tampoco me pongo a prejuzgar cómo preparo un personaje. Y creo que son creíbles porque a mis personajes de ficción yo los anclo a una realidad. Por ejemplo, cuando hacía de la mujer que manejaba la máquina de tejer, yo sentía que era mi mamá porque eso era lo que anclaba la verdad del personaje. Era mi mamá aunque lo que decía era un absurdo total

¿Qué pasa cuándo te llega un guión con un personaje ya delineado?
Yo le doy mucha bola a la intuición. Tengo una intuición de algo y voy por ahí: me mando. No sé si está bien o mal, pero pruebo y siempre al máximo; no me quedo quieto con un personaje. A mí me gusta meterme dentro del mundo del personaje y después voy encontrando cómo hacerlo porque necesito un disparador de cualquier cosa. Por ejemplo, observo: veo verde y digo a este personaje le gusta el verde. ¿Por qué le gusta el verde? Y me pregunto, ¿por qué es militar? Voy preguntándome. Hasta que en algún momento el verde queda totalmente afuera, pero me disparó muchas cosas. Es una construcción. Yo sé que en el medio o en ese proceso voy a ir encontrando más cosas y tiene que ver un poco como funciono yo en la vida. Yo soy de Aries y el signo de Aries se tira a la pileta y puede ser que a veces no haya agua, pero él se tira. Y con el personaje me pasa lo mismo. Es como una pulsión de ser otro.
Belloso se entusiasma y sigue enumerando posibilidades y herramientas que utiliza para armar a sus criaturas de ficción. «También está el método Stanislavski puro: agarrás el guión te buscás un par de acciones buenas y la yuxtaposición de la acción con el relato y el perfil psicológico te empieza a dar el resultado de emociones que vos no calculás, que las vas acopiando y entonces el personaje empieza a emitir emociones», dice. Y sigue explicando: «Vos podés tener varios métodos el Meyerhold, Grotowski, Kantor o el de Mijaíl Chéjov, que era el sobrino de Antón Chéjov. Este último es muy interesante y no es de los más conocidos. Tiene que ver con profundizar en la imaginación y además utiliza los elementos básicos: aire, tierra, fuego y agua. Por ejemplo, uno se plantea que determinado personaje sea agua, entonces lo buscas a través de este elemento. O sea, sería todo lo que está vinculado al agua como, flotar, ahogarse, y todo lo que se le relacione. Si fuera tierra, vas modelando ciertas cosas del personaje, como si estuvieras modelando arcilla. La tierra es barro; si estás embarrado caminás de determinada forma. Si es fuego, irradias energía o no. Es increíble este método y no mucha gente lo conoce».
¿Probaste con todas las escuelas y métodos?
El de Meyerhold es genial; es el cuerpo poético y hace movimientos repetitivos que no se entienden, pero vos estás viendo que es alguien que está haciendo algo. Hay un montón de gamas para encontrar el personaje. A veces digo: «Y si pruebo hacerlo tipo Kantor y experimento estar muerto». De todas maneras, es solo un disparador, después en el medio yo voy viendo y digo: «Esto no es tan Kantor, es más Stanislavsky». Me puedo pasar de un lado a otro porque sé que eso me sirvió como disparador. Luego, cuando empezás a armar el personaje hay una velocidad, intensa, que provoca que una cosa te vaya llevando a la otra. Y ahí pedís más ensayo y probás y probás hasta que en un momento queda. Por ejemplo, en la creación del Vasquito, que fue un personaje muy conocido que hice en televisión, yo tenía una idea de cómo hacerlo. Pensé interpretarlo como si fuera un chico con Síndrome de Down. Uno que estaba en un gimnasio. Probé mucho y lo fui estilizando. Antes de salir a la primera escena, que es la fundamental porque a partir de ahí es un antes y un después, le dije al director, Sebastián Pivoto, «este personaje tiene anteojos» y él me respondió que sí, pero entonces se me ocurrió que tenían que estar rotos porque era un tipo muy atolondrado. Los anteojos del Vasquito estaban remendados con una cinta. La cinta emblemática de ese personaje se la puso el director y la boina, los autores. Además, tenía un gran compañero, Pablo Cedrón, que me iba diciendo cosas del personaje, no cómo hacerlo, sino que me contaba historias porque él era muy fantasioso.

¿Cómo se te ocurrió que fuera un chico Down?
Yo estaba pensando y cuando estás pensando en un personaje tenés las antenas muy abiertas. Paseando por una plaza vi un grupo de chicos Down, que estaban caminando y dije es por ahí. El Vasquito es un personaje inocente como son los chicos Down y al mismo tiempo se me ocurrió que también tenía la posibilidad de ser perverso, por otros motivos. Lo interesante es que el personaje tenga un recorrido y ahí vas sumando o restando cosas en base a lo que el guión necesita. Si no ¿para qué ponemos un personaje en un escenario iluminado y dándole la palabra?
¿Qué proyectos tenés ahora que se reactivó todo?
Son cosas raras las que tengo en la cabeza. Boceté algo en base a la novela de George Orwell, 1984 y tengo muchas ganas de hacerla tipo stand up. Que Winston, el protagonista, antes de ser torturado, está en la sala de espera, muy impaciente y dice: «Ya sé que me van a torturar, pero antes quiero contar mi historia». Y relata 1984 a modo de stand up.
“Díganlo con mímica”, la comedia protagonizada por Carlos Belloso Andrea Politti , Iliana Calabró, David Masajnik,, Diego Gentile y Gabriel Beck, hace funciones de miércoles a domingos en el Multiteatro Comafi . Dirección de Nelson Valente y producción de Gustavo Yankelevich. Entradas a través del sistema Plateanet.