La actriz habla del regreso de «La mujer puerca» y del éxito de «La vida extraordinaria». El vínculo con su amiga y compañera Lorena Vega y el desparpajo a la hora de actuar.
Por Muriel Mahdjoubian. Fotos: Prensa.
“Cada vez que salgo de mi casa, aunque sean las tres de la tarde, mi hijo me dice: ‘Mierda mami’ y le explico que no siempre me voy a actuar”, cuenta la actriz Valeria Lois.
Lleva en su haber sublimes trabajos como La vida extraordinaria, La mujer Puerca, Estado de ira y Paraná Porá, entre otras piezas, además de tener un extenso recorrido en el cine argentino y en distintas series de televisión.
“Yo siento que hay un festejo y un apoyo hacia el teatro en estos últimos tiempos que tienen que ver con la vuelta después de haber sentido que quizás no ibamos a poder actuar adelante del público por la situación epidemiológica. Siento más que nunca que hay un ida y vuelta, como una especie de agradecimiento y alegría”, cuenta la actriz.
Se formó con grandes maestros como Hugo Midón, Pompeyo Audivert, Ciro Zorzoli, Alejandro Catalán, Augusto Fernandes y Guillermo Angelelli. Integró durante diez años el Grupo Sanguíneo junto a Lorena Vega, Martín Piroyansky y Juan Pablo Garaventa. Actualmente se presenta con La mujer puerca, de Santiago Loza, en Estudio Los Vidrios con dirección de Lisandro Rodríguez. Además, a fin de mes se irá de gira con La vida extraordinaria, de Mariano Tenconi Blanco, a Montevideo (Uruguay).

Al mismo tiempo, está grabando la segunda temporada de ATAV (Argentina Tierra de amor y venganza) para Polka, que se verá por El Trece y se prepara para hacer una película a fin de año junto a Diego Velázquez que se llamará El agrónomo. Recientemente, participó en la serie de María Marta, el crimen del country.
“Fue una súper buena la experiencia. Además de volver a grabar, fue volver a estar en un set con un equipo, que hasta hace un tiempo parecía imposible. La verdad es que estuvo buenísimo y el resultado para mí es un enorme trabajo en el que la directora Daniela Coggi hizo un gran trabajo”
–¿Fue difícil combinar la maternidad con tu trabajo?
-Un poco sí. Cuando nació Ciro, hace 14 años, yo tenía 35 y no era una actriz que vivía exclusivamente de la actuación. Yo estaba volviendo al trabajo y había muchos proyectos que no eran por plata. Por lo tanto, en un principio hubo como un tironeo y yo me preguntaba cómo hacer para volver a tomar horas de ensayo. Porque nueve meses atrás podía juntarme libremente, ensayar, probar… Tenía una agenda totalmente abierta. Y, de repente, salir de casa con un bebé recién nacido se transformó en otra cosa. Había que poner en la balanza el deseo de volver a actuar.

–¿Qué fue lo primero que hiciste?
–Paraná Porá, una obra que me acercó Maruja Bustamante para actuar junto con Monina Bonelli. Y el segundo texto que me apareció de esa misma manera fue La mujer puerca. En el medio pasaron cosas, pero los trabajos que más me marcaron fueron esos.
–¿Cómo fue el reestreno de La mujer puerca?
-Siento algo muy especial a pesar de que la hice no hace mucho en el Morán. Pero este reestreno es conmovedor para mí porque, aparte de que son diez años desde la primera vez, volvemos a hacerlo en un espacio que es de Lisandro Rodríguez, su director. Y La mujer puerca se había armado en su primer espacio Elefante Club de Teatro. Ese lugar tuvo mucho que ver con lo que fue la obra y la puesta. Era un espacio muy pequeño en dónde entraban muy pocas personas. Ahora de nuevo tomó ese color; volver a hacerla en el nuevo espacio de Lisandro y en el Estudio Los Vidrios es un montón. Tener y sostener una sala propia es muy valorable.
–¿Cómo te sentís de saber que ya están casi todas las entradas agotadas?
-Es algo increíble. Yo estoy por cumplir 50 años y desde muy chica decidí ser actriz. Para mi asociar el ser actriz con el éxito o con el dinero eran dos cosas que no podían estar unidas. Durante la primera época de mi tránsito actoral yo trabajaba de otras cosas: la plata venía por otro lado.

–¿De qué trabajaste?
-Fui secretaria de la Cultural Inglesa de Buenos Aires durante diez años, desde que terminé la secundaria hasta mis 28 años. Luego vino el corralito y todo fue un lío y empecé a dar clases. Luego me casé y compartí mi economía con mi marido. Eso fue muy importante y trascendental en mi vida. Y ahora que tanta gente quiera venir a ver la obra es algo con lo que yo soñaba. Parece una frase hecha, pero no lo es. Es muy fuerte por muchas razones, porque estoy sola en el escenario, porque ya la hicimos mucho tiempo y porque ya la vieron muchas personas. La gente está ocupando un montón las salas, está yendo mucho al teatro y así con esa alegría y entusiasmo siento que reciben las funciones que estamos haciendo ahora.
–¿Cómo te sentís con el suceso de «La vida extraordinaria»?
-Lo que pasa con La vida extraordinaria es que con Lore nos potenciamos. Una le sube a la otra la vara todo el tiempo. Y las dos compartimos una forma de ser actrices. Y es con la exposición de todo. En general la gente cuando comenta algo de La Vida extraordinaria dice «son dos bestias» y a mí me encanta ese término.
–¿Qué recuerdos tenés de los ensayos de «La vida extraordinaria»?
-Hermosos. Es una gran obra. Dificilísima pero muy feliz de haberla podido hacer. Fue un gran desafío para nosotras porque era volver a trabajar juntas. Había una buena mezcla entre la alegría que eso pasara y el miedo a quedar por debajo de lo que la compañera podía esperar. Estaba todo eso en danza, pero al mismo tiempo fueron grandes encuentros y nos divertíamos muchísimo. El ideal de trabajo es esa obra y el encuentro con Lorena. Cuando la veo actuando al lado mío me hace reír. A veces cuando hago una escena que es en un taxi, ella está atrás mío y la escucho que se ríe en voz alta y la verdad es que esa escena ya la hicimos miles de veces, pero en esa obra no hay nada que a nosotras se nos haga rutinario. Y creo que es así porque estamos en el escenario una con la otra y sigue pasando de todo entre nosotras. Los músicos Ian Shifres y Elena Buchbinder también juegan un rol indispensable en escena; a mí me producen una gran emoción y un arrastre directo hacia lo que hay que actuar.

–¿Con Mariano Tenconi Blanco es la primera vez que trabajás?
-Sí, es la primera vez. Trabajar con Mariano fue de verdad muy lindo. Me parece un autor y un escritor al que le voy a estar agradecida siempre por la forma en la que nos miró y dirigió y por la forma que aún hoy sigue estando presente en el proceso. La vida extraordinaria es una obra hermosa, pocas veces leí algo tan bello. Seguramente el año que viene la repondremos.
–¿Siempre fuiste una actriz con ese desparpajo a la hora de actuar o fuiste evolucionando?
-Depende mucho de dónde y con quién. Yo siento que en la actuación pude ser yo, igual siempre tendí a ser así. Hay obras donde actué de una manera más naturalista, pero tuve muchas veces la oportunidad de llegar a ese lugar como en La mujer puerca o en La vida extraordinaria. Todos esos son lugares donde encontré el espacio para dar todo lo que yo quería o podía. Cuando me refiero al sueño hecho realidad hablo más de esto que de entradas vendidas.
–¿Cómo compones tus personajes?
-No tengo una sola manera. Lo que intento hacer siempre es estar reunida con gente con la que me sienta muy en confianza para que circule el humor. Para componer tiene que estar la posibilidad de reírse de uno mismo, de plantear los miedos y las inseguridades sin la sensación de que los otros van a tener una lectura negativa de eso. Para mí es necesario que haya una comprensión, que podamos reírnos y emocionarnos. Es fundamental estar muy en comunión con las personas que trabajás y tener una buena conexión. La mujer puerca es totalmente distinta a mí. La forma en la que se expresa, cómo habla, cómo mueve su cuerpo y sus manos. A mí ayudó mucho la ropa de ese personaje: ese jean que no tiene nada que ver conmigo, esas zapatillas, esa polera y ese espacio acotado fue esencial para construir el personaje.
–¿Cómo tomaste la decisión de ser actriz?
-Soy una persona muy inconstante, esa sería una palabra que me define bastante. Una vez una chica en el club me contó que ella estudiaba actuación y me pasó algo en el cuerpo de querer estudiar lo mismo y mis padres me anotaron en la Asociación Argentina de Actores. Iba a entrenar todos los sábados a la mañana y desde ahí nunca dejé de actuar. Fuí a lo de Hugo Midón, al Conservatorio Nacional de Arte Dramático, a lo de Pompeyo, a lo de Nora Moseinco… Pasé por muchos lugares. Hace 40 años que empecé y nunca abandoné ese deseo y esa necesidad de actuar.
«La mujer puerca» se puede ver los sábados, a las 20 y 21.30, en Estudio Los Vidrios (Donado 2348). Entradas por Alternativa Teatral o en la boletería de la sala.