Detrás de escena

Sonia Novello. Cómo contar el paso del tiempo desde un jardín del conurbano

La actriz revisa el proceso creativo de «Más bello que la muerte», su ópera prima como dramaturga. El recuerdo y el legado de Alejandro Acobino.

Por Sonia Novello. Fotos: Lucas Schlott y Pablo Garber.

Empecé a escribir la obra hace mucho tiempo. A veces pasa: se empieza a escribir y se abandona para nunca más volver o para retomarla algún día… Pero en mi caso no abandoné porque me trabé o por decisión propia. Interrumpí la escritura de la obra -que para ser honesta no es que estaba muy avanzada- porque falleció mi profesor y amigo con quien empezaba a incursionar en el mundo de la escritura teatral y con quien empecé a garabatear lo que hoy es Más bello que la muerte: el inigualable Alejandro Acobino.

El proyecto de escritura quedó suspendido entonces. Pensar en ese archivo era pensar en Acobino, como esas cosas que duelen al pensarlas y el corazón quiere y no quiere ir hacia ahí y la mente custodia. Pasaron varios años y el recuerdo de Acobino siguió siendo tristeza pero cada vez más acompañado de una fuerza que me impulsaba a retomar la escritura. Tomé clases de dramaturgia con la actriz y escritora Luz Lassizuk y me ayudó a sumergirme de nuevo en ese universo muy personal que años atrás había visitado y a nadar en él. Todo fluyó de la mejor manera, con decididas brazadas, necesarias y fructíferas vueltas y de nuevo brazadas. Progresión y digresión.

El detonador fue la naturaleza. Específicamente un frondoso jardín que conozco muy bien desde que nací y el viaje de mi vida en él a través de los años donde el paisaje fue cambiando, como también mi forma de vivirlo, contemplarlo y mi mirada sobre él.

La naturaleza y el paso del tiempo, los ejes del trabajo de Novello.

¿Y cómo contar el paso del tiempo en un jardín? Puse un matrimonio mayor: son los árboles añosos, guardianes y testigos de todos los paisajes. Árboles de tronco ancho, escamados grises y marrones, de copa tupida, lujuriante y silvestre. No se ven sus raíces pero seguramente serpentean enmarañadas en lo profundo de la tierra negra y fría bajo el manto de otro mundo vital y permeable a las bondades de ese árbol.

Quería también contar lo efímero del vuelo de un pájaro o sobre la flor de un día; en definitiva, de la belleza que se escapa. Puse entonces la visita a este jardín -y al matrimonio- de un adolescente curioso, sabio y de ingenua coquetería, con preguntas que para este matrimonio serán respuestas.

El contacto con la naturaleza hace más bello el pasaje de los humanos por la tierra. Nos conecta con algo superior. No soy creyente, pero me gusta esa frase de no sé quién que dice: “Dios está en la naturaleza”. Ahí debe haber algo. No importa la individualidad si no la especie. Las especies. Y si hoy hablamos de naturaleza no se puede esquivar hablar del impacto del cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Entonces en esta era antropocentrista nos encontramos que conectar con la naturaleza, observarla, nos corre del centro y nos enseña sobre la vida, la muerte y alerta sobre el mal que la especie humana le está haciendo a la tierra. De esto también habla Más bello que la muerte, pero la verdad es que no me interesa desde el teatro adoctrinar ni bajar línea de nada.

El proceso de escritura comenzó de la mano del recordado Alejandro Acobino.

Me gusta hacer teatro. Me gusta la ficción.

Todo lo que puedo reflexionar hoy sobre de qué va Más bello… puedo decirlo ahora porque el proceso de escritura y puesta en escena ya sucedió. Nada de esto estaba a priori. Cuando empecé a escribir solo tuve una imagen: el sol fuerte dándome en la cara, frunciendo el ceño. Los rayos del sol como pinchazos, ese sutil displacer que es también goce. La imagen generadora que dispara un mundo. De ahí en más el juego. La escritura que fluye -a veces- y la progresión obligada y la digresión sagrada.

Varios meses de esto. Un día sale del horno un hermoso pastel. Sí, está bastante lindo, pienso. Ahora hay que comerlo, morderlo para saborearlo: llevar el texto a escena y probarlo en los cuerpos.

Para esto me refugié en mi familia teatral. De Carencia Virtú se llama nuestra compañía ya quinceañera. Mi compañera actriz Claudia Mac Auliffe esta vez dirigió. Los actores para el matrimonio: Alejandro Vizzotti y yo. Necesitabamos al joven y allí fuimos por Osqui Ferrero. Nada pudo haber salido mejor.

La obra se puede ver en el Teatro Anfitrión.

Y por supuesto Riccobene nuestro fiel asistente.

Varios meses de preguntas y pruebas.

¿Lo tangible se verá? ¿Y lo que imaginé?

Mi poética y la poética visual.

Los roles de cada personaje como un faro…

Lo sensorial. Fundamental en esta propuesta.

Recurrir a los artistas para la técnica con quienes ya hemos compartido gratas y grandes experiencias: Mariano Dobrysz, Zypce, Gabriella Gerdelics y Débora Zanolli.

La zozobra del desequilibrio y el alivio de un nuevo hallazgo.

¿Qué novela se harán los espectadores?

¡Qué flash entendernos así con la directora!

Es así y es una fiesta: la puesta potencia al texto.

Mordimos el pastel

¡Nació una obra!

Puro placer.

Acobino allá lejos. Siempre en mi paisaje cuando de escribir teatro se trata.

«Más bello que la muerte» realiza funciones los domingos, a las 18, en el Teatro Anfitrión (Venezuela 3340). Entradas por Alternativa Teatral o en la boletería del teatro.

3 comentarios en “Sonia Novello. Cómo contar el paso del tiempo desde un jardín del conurbano”

  1. Ayer ví la obra.- Me pareció una vista guiada a la condición humana y la búsqueda metafísica de la naturaleza. De la que los actores (y todos nosotros), formamos parte ineludiblemente. Es reflexiva, con la magia de sólo 3 actores. Una puesta muy inteligente,… y, muy recomendable, por cierto. Muchas gracias !

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