Entrevistas

El brote, una de las perlitas de la temporada, vuelve a la cartelera

El unipersonal escrito y dirigido por Emiliano Dionisi e interpretado por Roberto Peloni, reestrena en el Maipo, con funciones los martes. La obra rinde homenaje al teatro, con crítica y humor.

Texto: Muriel Mahdjoubian. Fotos: gentileza prensa

En El brote, el actor y cantante Roberto Peloni interpreta a un actor al que se le comienzan a desdibujar los límites entre la ficción y la realidad. En una espiral ascendente de delirio y humor, termina desconfiando y planteándose qué clase de personaje es en su propia historia, en una interpretación en la que Peloni logra momentos únicos. La obra, escrita y dirigida por Emiliano Dionisi agotó entradas en sus funciones en el Teatro del Pueblo y ahora regresa a la cartelera porteña, esta vez, en el teatro Maipo, los martes a las 20.30.

-Es muy difícil conseguir entradas para El brote. ¿Cómo vivís esta repercusión de la obra?
-Es como una montaña rusa. Es muy loco porque es algo que uno siempre desea, tener la sala llena. Desde el estreno, el 13 de febrero hasta la última función del 30 de septiembre en el Teatro del Pueblo estaba todo agotado. Por un lado, siento mucha felicidad de que a la gente le interese, venga y que el boca-boca funcione. Se armó de una manera alucinante. Empezamos haciendo funciones los lunes, después sumamos los domingos y luego los jueves porque se vendía todo. Ahí fue que decidimos hacer el salto al Maipo que tiene casi 700 localidades. Es un espacio en el que yo trabajé bastante, pero nunca solo y le tengo mucho afecto.

-El unipersonal, sobre todo en este caso, es de una gran exigencia corporal, ¿cómo te preparás para cada función?
-Me preparo mucho y lo hago desde que abro los ojos a la mañana. Ya tengo la función en mi cabeza. Para mí, cada noche es como una maratón porque la obra es muy desafiante, tanto para Emiliano en la dramaturgia, como para mí. Los dos teníamos muchas ganas de hacer algo juntos que nos expresara y que coincidiera con las necesidades del momento. Cuando empezamos a hablar para trabajar estábamos en pandemia. Habíamos hecho algo por streaming que era un recopilado de canciones de musicales que yo tenía y después él escribió algo para unirlas.

-¿Ahí fue que surgió El brote?
-Primero teníamos ganas de comprar un material de Londres,también unipersonal, pero había que adaptarlo bastante. Mientras seguíamos buscando, hasta que de golpe le bajó a Emiliano la idea de este personaje, Beto, que es actor y que está disconforme con lo que siempre le ofrecen hacer. El pertenece a una compañía de teatro clásico y nunca le toca el personaje que quiere y Emiliano comenzó a indagar sobre esa temática, que para mí es trasladable a cualquier persona en cualquier ámbito, familiar, laboral, de estudio, eso de no tener lo que uno siente que merece. En la obra se cruza la ficción y la realidad, a él le vienen a la mano los textos clásicos que lo rescatan de alguna manera y lo expresan en ese fastidio y odio. Beto tiene mucha frustración, porque es un estudioso. Y por eso también creo que sufre un poco ese entorno porque él trabaja mucho y es muy dedicado. A veces pasa, sobre todo en este país, que haces las cosas bien y eso no significa que vayas a tener un buen resultado. La obra muestra un poco eso.

-¿Cuál fue el proceso de la escritura?¿Te involucraste?
-Emi la escribió en poco tiempo. Me dijo que le diera unas semanas y yo estaba muy ansioso. Creía que estaba trabajando sobre la versión del texto de Londres que íbamos a comprar, pero un día me avisa que me había mandado algo para que leyera a ver si me gustaba. Y cuando lo leí me lo devoré y enseguida supe que es lo que quería hacer. Mientras lo leía lloraba de la risa y me imaginaba todo y sentía que me representaba. Enseguida se lo conté a mi novia, Jessica Abouchain, que también es actriz , y mientras hacíamos cosas de la casa, yo la iba persiguiendo con el texto y se lo decía. Aún recuerdo cómo se reía.

-La obra tiene un ritmo tremendo que va creciendo. ¿Fueron complicados los ensayos para llegar a eso?
-Las primeras veces que nos juntamos yo iba con la letra sabida. cuando vi el texto que tenía tanta cantidad de información y era tan barroco sabía que tenía que llegar con la letra súper sabida. Me lo tenía que aprender cómo contar del uno al cien de arriba abajo y para atrás. Tenía que ir comprendiendo porque al principio son palabras, una palabra detrás de la otra y después empezás a agrupar las ideas.

-¿Cómo terminás luego de cada función?
-Son 90 minutos muy vertiginosos, terminó agotado, pero pleno, con la felicidad de la tarea hecha, con el cuerpo atravesado por el teatro, por lo que me apasiona de la vida.

-La obra también parece un homenaje al teatro, por la gran cantidad de referencias a muchos textos y autores clásicos.
-Con El brote es como si estuviera haciendo un clásico. Uso un cien por ciento de mi instrumento, trabajo mucho la voz para que esté proyectada, que tenga distintos matices, distintas voces, porque está la voz de Quique, que es el primer actor y tiene la voz más trabajada y engolada, está el Tano y también Maite que es la más inexperta y tiene una voz que no es teatral. Cada personaje tiene su sonido.

-¿Por qué pensás que al público le gusta tanto esta obra?
-Creo que en la obra hay entrega, es algo que siempre me marcan mucho. Yo la amo, para mí la entrega es estar en cuerpo y alma, ser lo más honesto posible conmigo y con la gente. Mi cuerpo pasa por muchos estados durante todo el proceso. Nosotros somos un pueblo quejoso y lo que le gusta a la gente es el personaje que se está quejando y marcando todo lo que está mal. También plantea una situación que hace que todos tengan ganas de que el personaje patee el tablero y luego, cuando lo hace. lo disfrutan un montón. Yo veo la cara de la gente cómo goza el hecho de que el protagonista rompió con algo. Lo estaban esperando y eso genera mucha diversión y placer para el espectador.

-¿El brote es un sueño cumplido?
-Absolutamente, se reunieron muchas cosas, el disfrute personal, el maravilloso trabajo en equipo con Emiliano Dionisi, con el productor Sebastián Ezcurra y con Juan Barocelli, el asistente. Fue un goce alucinante porque fue un proceso que cuidamos. No lo apuramos, no le pusimos fecha, fuimos paso a paso y muy respetuosos de los procesos de cada uno y eso hizo que el equipo sea una bomba porque están todos con la camiseta puesta, felices y orgullosos de hacerlo.

-Siempre te referís a que tu madre te apoyó mucho en tu carrera ¿cómo lo viviste?
-En ese sentido fui muy afortunado en tener a mi vieja a mi lado y que me apoye, era mi referente. Tener alguien que confíe en vos es un montón porque yo veo, y sobre todo en esta profesión, que hay mucha gente que tiene padres que no los apoyan. Por suerte mi mamá pudo disfrutar de mis obras. Mi viejo no pudo verme actuar, falleció cuando yo tenía siete años. Pero mi mamá me vió mucho, era mi fan número uno. Ella murió a los 66 años durante la pandemia, no por covid pero un poco la sensación de encierro le aceleró un proceso previo. Varias veces, pudo disfrutar de verme en espectáculos, de ganar premios, no llegó al Konex, que era un premio importantísimo, pero si al Hugo de Oro.

-¿Qué significa el teatro en tu vida?
-El teatro es mi norte. Es una posibilidad más honesta y esperanzadora de la realidad. Es algo que da posibilidades, la ficción es como un camino nuevo para ver que pueden existir otras posibilidades y no cerrarse a lo que conocemos. Creo que el arte y la cultura son el norte de la humanidad, es lo que nos distingue.

-¿Quiénes fueron tus maestros?
-Para mi mis maestros de actuación son los de Lanús: Walter Arce, Graciela Bovino y Ricardo Miguelez. Graciela y Ricardo vinieron a verme y para mí es hermoso que hayan estado presente, fue un deleite y una alegría. También tuve otros grandes maestros como Ricky Pashkus y Julio Chávez. Y después tengo a los maestros del escenario que me han enseñado un montón. Enrique Pinti, trabajas con él y empezás a ver y a entender más. Antonio Gasalla, aunque no lo conocí para mí fue el primer maestro que apareció a través de la televisión. Lo mismo Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese. Con Humberto hicimos teatro juntos. Después de terminar la escuela de teatro de Lanús estudié en la escuela de Julio Bocca y Ricky Pashkus.

-¿Cuáles son tus proyectos?
-Acabamos de estrenar una película, Lennons, de José Cicala, es su tercer largo, una comedia con un elenco increíble como Gastón Pauls, Betiana Blum, David Lebón y Nito Mestre. Interpreto a una institutriz de un orfanato y está buenísimo porque tengo una caracterización tremenda, ni yo mismo me reconozco. Hago un rol femenino en su edad joven y luego de adulta. Y con El brote seguimos, en octubre y noviembre los martes a las 20.30 en el Maipo y después, en diciembre vamos a Mendoza y a San Juan, y además estaremos en el Roma de Avellaneda. En enero vamos al Festival Santiago a Mil en Chile, así que estamos muy felices. Ya pensando en el años que viene, probablemente vuelva con la otra obra que estoy haciendo, Benito de la Boca y la idea es continuar también con El brote, aprovechando que le va tan bien. Pero además, en lo personal, mi deseo es poder viajar.


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