Como parte de Paraíso Club, el creador Alfredo Staffolani escribió “El tiempo del fin” una película “en vivo” que puede verse en el Cine Lorca, dirigida por él y Agustín Adba. En el filme-obra actúan Paula Staffolani, Nayla Pose, Jorge Eiro, Laura Santos, Renata Larrocca, Juan Castiglione y Bruno Moriconi.
Texto: Redacción Todo Teatro. Fotos: gentileza prensa.
En la sala de cine, mientras se proyecta la película, Paula Staffolani narra los pensamientos y devenires de personaje y una historia cargada de poética. La intervención musical en vivo de Agustín Della Croce aporta un ingrediente operístico que se fusiona con el sonido ambiente del filme, grabado en la Provincia de Buenos Aires. Se destaca la dirección de fotografía de Mauro Larralde, retratando una estética muy particular al filme.

La sinopsis de la película narra el devenir de Linda, una pastelera de Gaiman que llega a un Instituto Clínico en el Delta para conocer a Lorna Dumbar, una médica que escribió en fascículos una metodología que podría borrar los recuerdos del ser humano. La llegada de Linda es el último de los pasos indicados en los fascículos y la someterá a una serie de pruebas que abrirán en ella los grises de una historia que soñó hacer desaparecer.
Linda es, ni más ni menos, una inspiración en un caso real de una mujer de Gaiman que sufrió una fuerte decepción con la visita de Lady Di en 1994, cuando la princesa no deseó comer su torta galesa, entre flashes y diplomáticos. Situación que tuvo un desgraciado resultado, y por el cual la pastelera se arrojó por la baranda de un acantilado cerca a Puerto Pirámides un tiempo después. Entre sus pertenencias, encontraron un casete con un curso para olvidar recuerdos dolorosos y un walkman.
-¿Qué efecto tuvo el caso real de Linda (y su salud mental) en ustedes como para decidir plasmar su historia en la pantalla?
-El caso real de Linda fue en principio un punto de partida de la escritura. Yo me enteré de esta historia de manera medio espontánea por gente que conozco que es de Madryn, me hablaban de ella, traté de rastrearla, fue difícil, apenas encontré algunos lineamientos periodísticos como el caso de una mujer que se había tirado en un acantilado, un puerto pirámides y que bueno, ahí sí me contaba la gente local, digamos, que era una de las personas que había ofrecido como el catering y las tortas para que Diana pudiera probar lo más parecido a una torta galesa o una torta regional en Gaiman, que también es una pequeña geografía de Gales en la Patagonia y que ante el rechazo al poco tiempo la encontraron tirada en el acantilado entre las cosas que tenían, tenía una foto de Lady Di, si bien ella sobrevivió a ese episodio, quiero decir. Aparentemente todavía vive en Puerto Madryn y de su salud no sabemos mucho más, pero en principio lo que tomamos de ella fue esa tensión que hay, por lo menos para mí, de empezar a investigar un poco la relación ficcional que hay en la relación con un ídolo.

-¿Parecería que la mujer tenía a su princesa y que ésta la decepcionó?
-Diana era su ídola. Me interesa la relación entre Gaiman y Gales. Ella esperando a su princesa, es una suerte de proyección aspiracional ¿no? Merodeó la idea de que finalmente haya una ciudad que pueda tener una princesa en Latinoamérica y me parece como algo a la altura de lo que después tuvo que ver con la caída de ella.
-¿Cómo tomaron la decisión de trabajar sobre lo procesual de las tareas implicadas en la realización de un filme?
-En relación a las tareas y el proceso, bueno, la primera parte fue tomar monólogo teatrales, que fue el que yo escribí sin Agustín, y luego empezar a establecer a partir del monólogo una colección de imágenes asociadas al texto luego buscamos una locación y empezamos a tratar de registrar esas imágenes en las cuales el texto del monólogo no tuviera una injerencia directa, sino trabajar, digamos, con las imágenes que habíamos pensado. Y a partir de ahí empezamos a articular procesos de montaje y edición con las voz en off, reescribiendo la voz en off y pensando en los procedimientos de la memoria y del insomnio como una suerte de hilo narrativo que fuera trabajando sobre el montaje y la edición. Luego con la música al mismo proceso. Una vez que terminamos el primer armado de la película, empezamos a pensar, bueno, ahora cómo desdoblar ese que ya habíamos integrado, que era como quitarle la voz en off, quitarle a la vez los procedimientos sonoros, el following la banda sonora para que eso se pudiera ejecutar en vivo, y ahí sí ya las decisiones de dirección empezaron a tomar forma.

-¿Qué recepción del público hubo en la primera proyección/función en el marco del Club Paraíso?
-La recepción del público fue interesante, desconcertada, porque bueno, el cine Lorca, que tiene una tradición histórica de cine arte, cine de culto, estaba recibiendo una experiencia no solo cinematográfica, sino que también performativa, donde un músico y una actriz estaban integrando sus habilidades, sus saberes y su presente para ponerlos en diálogo con una película que estaba terminada previamente. Y al mismo tiempo, mi asociación con el Paraíso Club, que es el club en el cual soy parte, invitó a la obra para coproducirla como gesto para la audiencia también, poder llevar esta experiencia de cruce de lenguajes a un cine de tradición. Un poco es fortalecer la idea de ponernos en movimiento, poder experimentar un poco sobre los lenguajes con otra libertad mayor a lo que nos daría estrenarla en una sala convencional de teatro o de cine, sin incorporar la música y la voz en la ejecución en vivo, la puesta en escena, la puesta de cámara, todo empezó a establecer un diálogo ya más en conjunto.
El tiempo del fin de Alfredo Staffolani, dirigido por él y Agustín Adba. Se puede ver los días lunes 17 y martes 18 de abril en el Cine Lorca.