Detrás de escena

Jorge Thefs: «Los cuerpos que ejercen violencia no siempre están representados en un hombre cis»

«El silencio de la carne» es una autoficción que narra las experiencias vividas por performers dentro de una academia de teatro musical, donde el método de enseñanza estaba directamente ligado a situaciones de violencia, destrato y abuso. Le pedimos a su autor, director e intérprete, Jorge Thefs, que nos cuente sobre el proceso de esta producción ganadora del Premio CTBA a salas del sector independiente.

Texto: Jorge Thefs. Fotos: Diego Stickar.

Comencé a escribir El silencio de la carne como un trabajo teórico sobre la violencia en la pedagogía dentro de las artes escénicas, para una residencia en España a la que no quedé. En ese trabajo intentaba desmantelar ciertas prácticas pedagógicas ligadas directamente al abuso; después me permití evocar mi experiencia personal entre los años 2015 y 2018 en una escuela de teatro musical (de la cual no mencionare el nombre aquí, ni lo hago en la obra), experiencia minada de situaciones de abuso, maltrato y destrato. En mi perspectiva y desde el transitar con mi cuerpo por ese espacio, la exigencia planteada para llegar a ciertos estándares de ‘productividad’ y ‘capacidad’ como intérprete, llevaron al malestar físico y posterior fallecimiento de Napo, un compañero y amigo de la escuela.

El silencio de la carne es sin duda justicia poética, intento de catarsis, un muestrario de cicatrices y homenaje continuo, todo en una sola pieza repleta de preguntas y vacía de afirmaciones; mi necesidad de hablar y lanzar a la comunidad artística mi experiencia (subjetiva pero contundente) sobre la violencia que ejercen aquelles que dicen ‘saber cómo se hace’ tal o cual cosa.

Al comenzar los ensayos fue difícil no encontrarnos en situaciones de angustia, solo dos personas del equipo vivimos esta experiencia en carne propia, Rosario Ruete y yo, y eso bastó para que el equipo lo viviera también de alguna forma, además de empatizar con nosotres.

La obra relata mis vivencias en ese espacio, y en paralelo lo que significó Napo, su historia y su muerte para mí. El texto se completó ni más ni menos que con mi encuentro con María, la mamá de Napo, después de 3 años, como en otras experiencias de textos auto ficcionales. La textualidad es porosa, permite (y necesita) su actualización constante, eso sin duda mantiene vivo al recuerdo y lo hace liminal.

Aunque de por si contar las preguntas que la obra se hace (¿y si el silencio se esconde en la carne que devoran los gusanos?) pareciera que estrena un código solemne o una seguidilla de golpes bajos, intentamos trabajar sobre otras aristas como la sátira al teatro musical, el humor y la venganza poética.

Sin duda la reverberación de este tipo de materiales que trabajan con la subjetividad y la propia vida son infinitas, es difícil no desprender capas y capas de sentido.

Una vez más hibridamos danza, canto, texto y archivos documentales. En esta oportunidad, a diferencia de Carne de consumo personal, me acompaña Agustina Barzola Würth como performer (que es también la directora coreográfica) y Gabo Illanes como performer y pianista en escena (quien realizó la totalidad de los arreglos y compuso la música original). Además la puesta en escena está compartida con Juliana Ortiz y Rosario Ruete, como pilares de nuestra percepción (de Barzo y mía) que se desdobla entre el adentro y fuera de escena.

Nunca creí que podía generar en un material una verdadera situación catártica al estilo del teatro griego, pero algo similar sucede sin duda con la obra, porque es realmente liberador hacerla. Entiendo hoy la importancia de la ruptura del espacio personal para el traspaso a la esfera social de estas inquietudes, entender que no son solo subjetivas sino que somos muches pregúntanos sobre la violencia en las ámbitos de aprendizaje. Es más, día a día sigo entendiendo y trabajando otras caras de lo mismo, recién ahora me estoy acostumbrando a la idea de que los cuerpos que ejercen violencia no siempre están representados en un padre/jefe/director/hombre cis, sino que también otros cuerpos con otros roles, otras particularidades y otras autopercepciones pueden generar violencia sobre otros cuerpos. «La propia muerte será, quizás, la única cicatriz que no podremos resignificar».

«El silencio de la carne» está realizando sus últimas funciones los viernes a las 23 horas en NUN Teatro Bar, Juan Ramírez de Velasco 419. Entradas en venta por Alternativa Teatral.

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