Entrevistas

Laura Paredes: «Piel de Lava es como volver siempre a casa»

Desde el año 2003, Paredes integra el grupo Piel de Lava, fundado junto a Elisa Carricajo, Valeria Correa y Pilar Gamboa. Trabajan en procesos de creación colectiva a partir de la indagación de los mecanismos de actuación, la dirección y la dramaturgia grupal.

Texto: Muriel Madhjoubian. Fotos: Gentileza prensa.

Su inicio en el teatro fue a los dieciocho años en un taller de actuación en Avellaneda. Apenas terminó la secundaria se anotó en el Centro Cultural Rojas en un seminario que dictaba Rafael Spregelburd. “Me acuerdo todavía que el curso decía: ‘el actor como productor de sentido’, yo no sé si terminaba de entender bien qué era eso, pero algo me convocó», cuenta Laura Paredes. «Caí ahí de casualidad porque yo no conocía a nadie. Me anoté porque me gustó la frase y el apellido de Rafael, además, no lo podía pronunciar bien. Fueron unos años increíbles de no parar de aprender, los recuerdo con una vitalidad total. De golpe era cruzar el charco de Avellaneda al Rojas y encontrarme con un mundo misterioso y lleno de cosas para ir a ver”, dice la actriz y dramaturga.

Desde su creación, el grupo Piel de Lava estrenó cinco obras: Colores verdaderos (2003), Neblina (2005), Tren (2010), Museo (2014) y Petróleo (2018). Para fin de año se irán de gira por primera vez a España, con Petróleo, la obra que revolucionó la escena poco antes de la pandemia. Desde el 14 de septiembre volverán al escenario del Metropolitan Sura.

Además, Laura Paredes formó parte hasta hace unas semanas de La traducción, la obra escrita y dirigida por Matías Feldman en el Cervantes, se destacó junto a Lorena Vega en Las Cautivas de Mariano Tenconi Blanco y acaba de finalizar el ciclo de Invocaciones en Cultural San Martín, con una obra escrita por ella y su pareja, el cineasta Mariano Llinás.

Una escena de «Petróleo».

¿Alguna vez imaginaron con las chicas de Piel de Lava toda la repercusión que tuvieron con «Petróleo»?
-Para nada, fue la obra con la que con más dudas llegamos. El día del estreno, nos dimos cuenta de muchas cosas que antes no veíamos. La gente se reía un montón y era algo que nosotras no imaginábamos. Me acuerdo que nos mirábamos detrás de los bigotes y nos preguntábamos, qué era lo que estaba pasando. Sabíamos que la obra tenía humor, pero no estábamos tan seguras, pensábamos que era algo que nos divertía más a nosotras que el público. De hecho, tuvimos una conversación previa, en camarines, en donde nos decíamos, banquemos que el público no se va a reír. Era evidente que estábamos muy perdidas. 

Y analizando ahora, con más distancia, ¿qué creen que pasó?
-Creo que la victoria de lo que pasó con Petróleo es poder poner ese tipo de procesos en pie de igualdad con otras formas de organización. Nosotras, cuando nos formamos como actrices, trabajábamos de manera grupal. En los espacios de formación de los años noventa, uno iba a estudiar teatro y aprendía a armar sus escenas, a escribirlas, a mirarse con los compañeros y parecería que después, una tiene que olvidar ese saber. Pero nosotras decidimos no abandonar ese conocimiento, resistir eso y ponerlo en pie de igualdad con otras formas de hacer teatro. Por lo tanto, creo que cuando apareció Petróleo y tuvo cierta masividad, hubo mucha complicidad con un público que aceptó ese modo de trabajo y para mí la victoria fue esa: que puedan leer en un grupo algo igual de sólido y profesional que con un proceso clásico. Es hermoso, porque siento que a la gente que le gusta Petróleo, también disfruta de ir a ver a un grupo.

Junto a sus compañeras de Piel de Lava.

Con Piel de Lava tenían la idea de armar una obra en donde pudieran actuar con sus bebés, ¿es así?
-Si, con el grupo queríamos hacer Yerma, de Lorca, con nuestros bebés a upa en escena. De hecho, hicimos un par de encuentros, pero fue imposible. Luego de eso apareció el ofrecimiento de Viví Tellas de hacer la retrospectiva de Piel de Lava y una obra nueva y ahí apareció Petróleo. A raíz de que lo de Lorca no salió, surge Petróleo y esta posibilidad de hacer de hombres.

¿Cuánto tiempo llevan juntas con Piel de Lava?
-El año que viene cumplimos veinte años. Lo más importante dentro del grupo es que somos muy amigas, nos formamos juntas y todo sucede de manera muy natural. No nos imaginamos el camino del teatro sin tenernos, todas hacemos cosas por fuera, pero nuestro grupo es como volver siempre a casa. Piel de lava siempre fue un lugar de experimentación, probás lo que querés, hacemos cosas más alocadas, es un lugar más de exploración. Nos va pasando la vida y las obras y seguimos a la par. Los proyectos nuevos también surgen de nuestra necesidad de vernos, disfrutamos mucho trabajando juntas.

¿Cómo fue la experiencia de Las Cautivas?
-Fue una experiencia hermosa. Pasó algo con el público que se vuelve un regalo para el que actúa. Fue un proceso increíble y son de esas obras que replican algo en el espectador muy intenso. Había mucha emoción y risa entre la platea. Lo más extraordinario de Las Cautivas para mí fue haber trabajado con un músico en escena. Eso es algo con lo que el director, Mariano Tenconi Blanco, viene probando mucho en sus obras y para mí fue como un gran descubrimiento. 

¿Qué descubriste con esa experiencia?
-Cómo de golpe un músico, en escena, puede ayudarte a actuar. Marca los ritmos, como si la música te diera la información de cómo entender los climas, me guiaba. Fue algo novedoso para mí como actriz. Fue una gran experiencia y, además, es la primera vez que trabajo con Mariano de manera presencial. Lo habíamos hecho de manera virtual en plena pandemia con la obra El Barco en el ciclo Modos Híbridos del Complejo Teatral de Buenos Aires.

«Las cautivas» en el Teatro de la Ribera.

¿Cómo te sentiste trabajando con Tenconi?
-Es un director genial, es muy perceptivo de lo que uno puede dar, te genera la red necesaria para lanzarte y poder tirarte a la pileta a probar cualquier cosa. Mariano te rockea mucho el ensayo. Fue muy placentero en ese sentido poder trabajar juntos y también con todo el equipo.

Y luego llegó la experiencia con «La traducción», algo completamente distinto, ¿cómo fue?
La Traducción fue algo en otro registro muy distinto. Es una pieza de procedimiento, casi que la magia de la obra era entregarse a unos procedimientos muy claros y duros que había que seguir como una biblia para que funcionara. A partir de ahí, la actuación misma te devela el artificio del procedimiento y a la vez lo humaniza y lo vuelve verdadero. Matías Feldman trabaja mucho con procedimientos que dialogan con ciertas convenciones de la teatralidad. Al comienzo me costó mucho, no fue algo que buceé rápido. Recién hacia el final me empecé a divertir, pero por el tipo de procedimiento, porque es un trabajo muy de la forma y hay que entender cómo hacerlo, No es que el trabajo necesita de vos, sino que vos tenés que comprender esa forma y recién ahí podés desplegarte. Era completamente formal el trabajo y no emocional. 

¿Qué te aportó de novedoso como actriz?
-Fue muy estimulante porque te obliga a trabajar una parte del cerebro que, en la actuación no la usás tanto. Tenía que estar más preocupada por recordar una fonética alemana, que, por estar plasmando mi cabeza de imágenes para actuar, fue como entrar en un universo muy distinto de los que estoy acostumbrada.

«El Barco» en Modos Híbridos del CTBA.

¿Cómo componés habitualmente tus personajes?
-Yo en general no preparo nada de antemano. Necesito entrar de cero para ver qué pasa con la persona que tengo enfrente y lo que me propone. Yo voy con cero hipótesis, es con lo que me siento más cómoda. Trato de encontrar a partir de lo que el otro me propone. Me gusta agarrarlo en el aire porque no soy una actriz que trabaja la idea de personaje previo al ensayo, a mí no me sirve.

En esta etapa tan activa, también tuviste la experiencia del ciclo Invocaciones con la obra de Lorca, ¿cómo fue eso?
-Una experiencia inolvidable y con muy buenas repercusiones del público, en general la gente salía con muchas ganas de leer a Lorca y que suceda eso en el espectador me encanta porque es algo que no lo había pensado. Cuando surgió la propuesta de ser parte del ciclo invocaciones yo tenía una imagen generadora, diría Kartun, y era la de una plaza de toros y que exista una conferencia ahí. Yo confío mucho más en las imágenes que en mis ideas. Y empecé a investigar junto a un amigo investigador y docente: Maximiliano De la Puente. Tuvimos un par de encuentros y a través de él llegué a la obra El público, de Lorca. También me había sugerido que leyera toda la biografía de Ian Gibson. Yo ya tenía ganas de hacer una investigación personal sobre él en sus últimos años. En ese momento me puse a leer y tenía solamente esa imagen. Y al mismo tiempo, a Mariano le gusta mucho Lorca y justo fue cuando arrancó la pandemia, que estábamos encerrados y ahí le propuse que la escribiéramos juntos. Además, a Mariano le interesa bastante el universo taurino, conoce mucho. Me parecía que era un gran aliado para escribir porque yo tenía todo el universo de la conferencia, pero no lo del mundo taurino. Así empezamos a escribir un poco cada uno, nos corregíamos y la terminamos muy rápido.

¿Quiénes fueron tus referentes teatrales?
-Rafael Spregelburd, porque a través de él también conocí a mis amigas de Piel de Lava y a un montón de amigos con los que hago teatro. Rafael, además de haber sido un maestro genial, aunó a toda una generación de gente que nos conocimos en su taller. Después estudié unos años con Alejandro Catalán y también con Javier Daulte, que fue un maestro muy importante para mí. Y en dramaturgia, sin dudas, el maestro Mauricio Kartun.

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