En diálogo con Todo Teatro, el dramaturgo cuenta su experiencia sobre los procesos de escritura, los diversos desafíos que surgen en la composición de una pieza teatral y su mirada actual sobre el teatro porteño.
Texto: Nahuel Roldán. Fotos: Gentileza prensa.
Con más de treinta obras escritas, Juan Ignacio Fernández es uno de los dramaturgos más prolíficos de su generación. Estudió Comunicación en la Universidad de Buenos Aires, realizó seminarios de Dramaturgia con Mauricio Kartún, obtuvo reconocimientos del Instituto Nacional de Teatro y del Fondo Nacional de las Artes. Hasta hace unos días tenía en simultáneo tres de sus obras en cartel: Alicia confusión, La princesa rusa y Tu amor será refugio.
-¿Cómo surgió la idea de escribir «Alicia Confusión»? ¿Hubo algo en particular que resultó disparador para pensar la diversidad en la niñez?
-Comencé a escribirla para participar de un ciclo que buscaba adaptar los clásicos con una mirada queer, diversa. A medida que iba avanzando el trabajo me di cuenta que iba a ser una obra más compleja y larga, que no la iba a poder adaptar para un tiempo corto como el ciclo esperaba y que me iba a llevar mucho más trabajo de lo esperado. A la vez, me daba cuenta que por primera vez estaba escribiendo una obra para todas las edades, pensando que pueda ser disfrutada por las infancias pero también por adultos y adultas. Y ayudó mucho que apenas iniciado el proceso de escritura, con algunas pocas escenas, se sumó al proyecto Cecilia Meijide para dirigirlo, y ese contrapunto entre lo que ella iba probando con los actores y actrices, las dinámicas que se armaban y la escritura, fueron construyendo el resto de la obra, el mensaje, las preguntas sobre el hacer y el ser, sobre qué somos y si es posible que podamos cambiar. La obra termina hablando de la posibilidad de transformarse y eso puede ser leído de muchas maneras, desde cuestiones de género, orientaciones sexuales, pero también profesiones, deseos, trabajos, etc., y creo que en parte por eso termina interpelando a todas las edades.

-¿Solés tener momentos de escritura preestablecidos o rituales para escribir?
-Mis momentos de escritura van variando con el tiempo. Por años fui un escritor diurno, de las mañanas, ahora estoy en un momento más nocturno, a última hora del día. Todo eso va variando según instancias de ensayos, obras, y la vida en sí. No sé si tengo rituales o si los fui rompiendo con el tiempo. Hoy con tener el espacio, encontrar el tiempo, es suficiente. Y la constancia. Lograr esos minutos diarios sentado frente a un texto, poder sostenerlo día a día son un logro y una necesidad. La pandemia destruyó hábitos o construyó nuevos. En mi caso, desorganizó. Los tiempos de suspenso, de inacción, no ayudaron en nada al hábito de escribir y poco a poco lo estoy recuperando.
-En «La princesa rusa» aparece el deseo de escribir y también la dificultad en maternar, entre otros temas ligados a la construcción de identidad. ¿Cómo elegiste estos personajes para hablar de ello?
-El proceso de escritura de La princesa rusa lo hice en el taller de dramaturgia de Ariel Farace que me ayudó a estar atento a la propensión a controlar el material y a los personajes y a pensar en la materialidad del texto. La princesa rusa es un texto que habla del deseo y ahí creo que encontró su complejidad. El deseo de escribir, de ser leído, el deseo sobre un cuerpo, la mirada del otro, piel, llanto, mar. Sabía que la directora iba a ser Julieta Abriola, de la que conozco su sensibilidad y sabía que iba a poder abordar un material que tenía esa complejidad, que no era fácil, y que le iba a requerir a todos los actores y actrices, un puesta de cuerpo particular. La maternidad aparece como vuelve a emerger en muchas de mis obras, seguramente porque es algo que no termino de entender, que me genera muchas preguntas, como núcleo dónde todo se inicia y con cada obra, intento seguir esculpiendo una piedra que en algún momento me permita entender algo de esos vínculos, de la familia en sí, que me genera el mismo nivel de horror que de amor.

-¿Cómo ves la escena teatral porteña? ¿Creés que hay un espacio relevante para nuevas dramaturgias?
-Creo que la pandemia fue un golpe muy duro, en lo colectivo y en lo individual. Sacó lo mejor y lo peor, visibilizó una precariedad que existe desde siempre pero que el proceso constante y exuberante que tiene esta actividad, ocultaba. La falta de respuestas, la falta de estructura, quedó todo al descubierto y en esta post pandemia creo que toda esa precariedad, se vuelve a tapar por un deseo muy genuino, una necesidad muy grande del hacer pero sería bueno que podamos rescatar ciertas lecciones, que podamos comenzar a construir algo más colectivo. Con respecto a las nuevas dramaturgias, no creo que haya un espacio ya dado, creo que se construye. A fuerza de empuje, con un pobre acompañamiento de los estados y los espacios oficiales, con muy pocas o repetitivas respuestas a la problemática de la producción del teatro y muy poco reconocimiento al impacto cultural que tiene el teatro sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires.
-Si tuvieses que recomendar otrxs dramaturgxs, ¿con quiénes te identificás o a quiénes recomendarías por su obra?
-Argentina está repleta de dramaturgas y dramaturgos que me gustan y que están construyendo un acervo cultural tan inmenso, diverso, rico, poderoso que no hay forma de contener. Es tanto y tan permanente que lo estamos normalizando. Hablando de clásicos, solo puedo comentar los que a mí me conmueven, porque creo que va mucho en lo que a cada uno le llega más. Chéjov y Tennessee Williams me marcaron y me siguen marcando mucho y me encanta volver a leerlos y re trabajar obras de ellos.
«Alicia Confusión» se presenta los sábados a las 16 horas en Itaca Complejo Teatral, Humahuaca 4027. Entradas en venta a través de Alternativa Teatral.