El actor interpreta a un finlandés en la comedia «Laponia». Cuenta los desafíos de adaptar una obra escrita en España y cómo el espectáculo resignifica el tema de las migraciones recientes.
Por Diego Jemio. Fotos: Gentileza prensa «Laponia».
Cuatro personas, que forman dos parejas. Tres de ellas argentinas. Y una finlandesa. Todas en un living durante una cena en Nochebuena en la región más septentrional del país europeo. Esos elementos crean la atmósfera del espectáculo, junto a algunas preguntas que flotan en el aire. ¿Qué conductas nos definen como argentinos? ¿Qué hay detrás de esa idea idílica de la perfección nórdica?
Ese mundo plantea Laponia, de los españoles Cristina Clemente y Marc Angelet. En su versión argentina, la obra es dirigida por Nelson Valente y protagonizada por Laura Oliva, Héctor Díaz, Paula Ransenberg y Jorge Suárez. Éste último es el único “finlandés”, uno de los que plantea el punto de tensión entre las diferentes idiosincrasias.

Suárez cuenta cómo fue la adaptación del material y la vigencia del tema en un momento en el que muchos dicen que la única salida es Ezeiza.
–En el texto original, los visitantes que llegan a Finlandia son españoles. Y la obra es bastante más larga que la que vemos en el Picadero. ¿Cómo trabajaron la adaptación?
-Hay dos adaptaciones: del catalán al español y luego del español al “argentino”. Nuestra versión incluye algunos cortes en la dramaturgia. Quizás los catalanes tienden a explicar lo que sienten: nosotros lo actuamos con el cuerpo y con la acción; somos más gestuales y con más código teatral. No es ni bueno ni malo. Son formas de ser y de contar las cosas. Entre mi personaje y el de Laura Oliva se genera un Boca-River interesante, con mucha ironía. Con la adaptación intentamos básicamente acercar la obra a un público argentino.

–Hay un discurso dando vueltas, muy alimentado por algunos medios, que indica que Ezeiza es la única salida para este país. ¿Pensás que, aunque fue escrita en España, la obra resignifica esa discusión?
-La saca a luz una vez más. Con mucha felicidad, hicimos un trabajo que marca que ser argentino es un orgullo, algo que nos da una alegría enorme y tiene que ver con nosotros y con cómo sentimos las cosas. También tenemos montón de cosas oscuras, que vistas desde afuera pueden ser raras. Y tenemos que aceptar que sean vistas de esa forma. Siento que cuando termina y el espectador se levanta de la platea, queda una sensación que puede resumirse así: “Soy argentino y me gusta serlo”. Yo lo siento así y siento que este país tiene gente talentosa y de una gran excelencia.
–Una duda que me quedó cuando vi la obra. ¿En qué hablás cuando hablás en finlandés?
-Es parte del juego -se ríe. Algunas palabras las digo en finlandés. Cuando hice a Freud, la gente me decía: “Tenés que escuchar su voz y ver cómo caminaba…” No quise ver nada. Quise construir un Freud en base al que yo tenía. En este caso, hice a un Olavi (el nombre de su personaje) que habla en argentino gracias al esfuerzo de su mujer. Y construí un finlandés en base, por ejemplo, a un discurso que escuché del presidente de ese país. Me quedé con esa sensación, con el sonido de las palabras.

–¿No se acercó ningún finlandés a reclamar?
-Todavía no -se ríe. Nuestro público, en su grandísima mayoría, es argentino.
–¿Qué otros proyectos tenés para la segunda mitad del año?
-En general, hago una obra de teatro por vez. Sí se estrenará en breve Diciembre 2001, de Benjamín Ávila, que mezcla ficción con documental. Ahí interpreto a Adolfo Rodríguez Saa y se dará por Star +. Y en agosto estrena la película 30 noches con mi ex, de Adrián Suar, en la que participé.
«Laponia» realiza funciones los viernes y sábados, a las 22.15, y domingos, a las 20.30, en el Teatro Picadero (Pasaje Enrique Santos Discépolo 1857). Entradas por Plateanet o en la boletería de la sala.