Después de su gira por Madrid y de varias temporadas sudamericanas a sala llena, la dramaturga, actriz y directora volvió con Pundonor a Buenos Aires y se presenta todos los domingos en el Metropolitan Sura.
Texto: Muriel Madhdjoubian Rebori. Fotos: Sandra Cartasso.
En Pundonor, Andrea Garrote interpreta a Claudia Pérez Espinosa, una profesora universitaria, Doctora en Sociología y especialista en Michel Foucault, que se ve atravesada por su propia vida y su necesidad de explicarse en medio de una clase. La actriz, que dirige junto a Rafael Spregelburd este monólogo escrito por ella, convierte a los espectadores en un auditorio de alumnos en el que despliega toda su potencia actoral con infinidad de recursos.
“La posibilidad de que se rían es muy linda, sobre todo después de todo lo que pasó y de cómo está el mundo, que la gente vaya al teatro y ría a carcajadas es fantástico porque además genera una idea de comunidad”, cuenta la ganadora del premio Konex 2021 al mejor unipersonal de la década.
¿Qué sentís cuando la platea se ríe a carcajadas de principio a fin?
Es muy hermoso. La verdad es que es una bendición. Es algo extraordinario y si sos sensible, lo disfrutas muchísimo más. Nunca hubiera imaginado que esta profesora tuviera tanta llegada, no lo había soñado así. Es una clase de filosofía, con este personaje y yo pensaba: ¿a quién le interesará? ¿Cuántos meses durará? ¿Cuánto juego teatral puede tener un monólogo? Y la verdad que tiene un recorrido espectacular la obra. Superó completamente mis expectativas y, sobre todo, que la gente se siente muy identificada y la quieren a la profesora. En estos años, muchas veces me encontré con el público a la salida y me dicen cosas hermosas. En todas las funciones siempre hay alguien que me confiesa sentirse como la profesora. También hay docentes que vienen a festejar con sus alumnos el fin o el principio de un cuatrimestre. Se ríen e identifican mucho. El aula es casi un calco de las de Sociales. Lo más lindo del teatro es que todos juntos compartimos algo pero no nos conocemos y, sin embargo, estamos riéndonos de lo mismo. Es algo increíble.

¿Cómo nace Pundonor?
Yo tenía ganas de hacer un monólogo, busqué y leí mucha literatura, pero también quería darle espacio a mi dramaturga. Sobre todo, porque quería que tuviera presente escénico, que en el unipersonal pasara algo en vivo, algo que modifique al personaje en el transcurso de esa hora. Quería que hubiera acción dramática y esa es una característica muy importante de la estructura de Pundonor. Esa fue la idea estructural, por la cual llegué a la clase, que es un teórico. Me retrotraje a mi paso por Puán y a los teóricos de tres horas que se daban en esas aulas enormes en donde el docente quedaba completamente expuesto. Así fue que tomé ese recuerdo, de esa situación que es de mucha exposición y decidí que ese fuera el espacio dramático. Además, tenía un par de imágenes que me daban vueltas en la cabeza desde hacía mucho tiempo, una pesadilla de mi mamá con una pollera y también lo utilicé. Luego comencé a pensar qué clase podría dar y apareció Foucault y la sociedad disciplinaria. Al mismo tiempo, liberé un poco la escritura y empecé a caminarla. Encontré la estructura para decir cosas que yo pienso o que me divierte imaginar.
¿Cómo encontraste el título de la obra?
Di muchas vueltas, no tenía y empecé a buscar. Recuerdo que fue un momento muy lindo porque es como que prendí las antenas y estaba muy atenta a encontrarlo. Sabía que tenía que ser una palabra porque a ella, al personaje, le gustan las palabras y además, que estuviera vinculada con el honor y apareció pundonor, es una palabra de las novelas de caballería y dije: «Es ésta».

La obra tiene mucho recorrido nacional e internacional y atravesó la pandemia. ¿Cómo fue esa experiencia?
Yo estaba haciendo funciones en Chile cuando empezó a aparecer el Covid. Estrenamos, estábamos fascinados, pero luego la segunda función y ya. En la tercera empezaron a cerrar todo, la cuarta se suspendió y cuando nos enteramos que iban a cerrar las fronteras, al día siguiente, regresamos. Volvimos raspando. Teníamos muchísimas giras por delante, pero se tuvieron que cancelar y luego fuimos retomando a medida que se reactivaba el teatro. Ahora estamos en el Metropolitan hasta mediados de julio, luego vamos a Chile, Venezuela y tal vez a fin de año a Colombia, México y el año que viene volvemos a España: Madrid, Barcelona y Sevilla. Poder llevar un texto propio es muy emocionante porque te conocen también desde el lugar de dramaturga, directora y no solamente como actriz.
¿Cómo componés tus personajes?
Yo creo que los actores tenemos como un tejido de líneas donde ecualizamos, subimos y bajamos algunos lugares de vibración, la música del habla, algún tono, entonces subo cierto tono y bajo otro. Vas ecualizando y viendo en qué lugar vibrás. Es un poco dejarse llevar e ir encontrando esos tonos, que también tienen que ver con el tono de cómo se lucen esos cambios rítmicos para que todo el texto se hidrate y no quede nada como si fuera un texto duro, sin trabajar.

La actriz, dramaturga, directora y docente, también dirige a Violeta Urtizberea en otro unipersonal, Una casa llena de agua, escrito por Tamara Tenenbaum que se presenta en la misma sala de la calle Corrientes. “La experiencia con Violeta fue hermosa. Ella es una gran persona, muy generosa y le interesa ser dirigida”, expresa Garrote.
¿Cuáles son tus proyectos a futuro?
En septiembre vamos a estrenar Inferno, una obra nueva de Rafael Spregelburd en el teatro Astros junto a Violeta Urtizberea y Guido Los Santos. Después me voy a ir a México a montar mi nuevo proyecto, Juana Ramírez, que es una obra sobre Sor Juana Inés de la Cruz, una comedia con catorce personajes. Es una pieza teatral que escribí durante la pandemia. Veremos si algún día podré montarla acá. Ojalá me toque el turno, después de tantos años, de que un teatro oficial decida programarme.
«Pundonor» se puede ver los domingos, a las 18.30, en el Teatro Metropolitan Sura (Corrientes 1343). Entradas a través de Plateanet o en la boletería del teatro.