Entrevistas

Joaquín Furriel: «Soy una persona flexible y relativista»

El actor interpreta, por primera vez, una comedia, «Ella en mi cabeza», escrita por Oscar Martínez y dirigida por Javier Daulte, en el Metropolitan Sura. Recuerda a sus maestros, entre ellos Alfredo Alcón, repasa sus inicios y su experiencia con las obras de Shakespeare.

Texto: Muriel Madhdjoubian Rebori. Fotos: Gentileza Prensa.

Empezó haciendo teatro en Adrogué, en los clubes del barrio, con un público que precisamente no era muy silencioso. Aquella ilusión que tuvo Joaquín Furriel cuando venía en el tren eléctrico a estudiar al Conservatorio Nacional de Arte Dramático se corporizó, año tras año, con las decisiones que tomó. Trabaja sin interrupción en televisión, teatro y cine. Protagonizó grandes piezas teatrales como Hamlet, Rey Lear, Lluvia constante, El zoo de cristal, La vida es sueño, entre otras. Además, compartió escenario en varias oportunidades con Alfredo Alcón, incluso en la última obra del actor, Final de partida. “La vida fue muy generosa conmigo porque me dio la posibilidad de estar al lado, probablemente del mejor artista con el que vaya a trabajar en toda mi vida”, confiesa el actor.

Con una trayectoria de muchos años, Furriel es uno de los actores argentinos que se animan a salir del perímetro y dar un paso por fuera de su zona de seguridad y siempre va en busca de nuevos desafíos. En esta oportunidad lo hace, por primera vez con una comedia: Ella en mi cabeza. “Con esta comedia entré a un territorio desconocido para mí, en donde el personaje habla casi como yo. A la hora de memorizar los textos, me costó muchísimo más que en Hamlet”, explica.

Luego de hacer Hamlet a sala llena durante meses, entre 2019 y 2020, en el San Martín, dirigido por Rubén Szuchmacher, la pandemia puso fin a este clásico shakesperiano y el actor volvió al escenario con algo tan distinto como esta comedia, junto Florencia Raggi y Juan Leyrado bajo la dirección de Javier Daulte. “Ella en mi cabeza tiene que ver con una búsqueda de salir de ese estado un poco apático que nos dejó la pandemia”, reflexiona el actor de 47 años, que en la actualidad graba la segunda temporada de la serie El reino (Netflix) donde interpreta a Rubén Osorio, un siniestro operador político, que se mueve entre las sombras.

¿Cómo te preparás con cada personaje?
Todas las obras y todos los personajes no requieren la misma preparación. En Hamlet necesitaba un poco más de tiempo porque era necesario alejarme del cotidiano, de la calle y así empezar de alguna manera a entrar en un terreno imaginario más acorde a lo que iba hacer. De todas maneras, no me gusta estar mucho tiempo antes, porque la cabeza se me va para todos lados y me pongo nervioso. Con esta obra me da la sensación que cuando ingreso de manera muy cercana a mi día a día, me va mejor. No soy de aislarme, me divierto también con mis compañeros y compañeras, pero me gusta tener mi momento para prepararme.

¿Cómo es pasar de hacer «Hamlet» a una comedia como “Ella en mi cabeza”?
Es deliberado. Yo no había hecho comedia antes, pero sí personajes que manejan el humor, como Hamlet, Segismundo en La vida es sueño y ni hablar de Final de partida, de Beckett que tiene un humor más negro, más existencialista y más denso. Muchas de las obras que hice tienen humor. Pero en esta oportunidad, es una comedia que, desde el vamos, aborda los conflictos del personaje desde una perspectiva cómica. Yo sabía que después de Hamlet no iba a ser fácil saber con qué iba a seguir.

¿Cómo fue el final de «Hamlet» en la pandemia?
El cierre de Hamlet fue extraño. En un comienzo de la pandemia todo fue muy confuso. En la última función yo no tuve la posibilidad de ser consciente de que me estaba despidiendo del personaje. En un principio, se decía que en quince días volvíamos, después en un mes, nadie pensó que iba a ser tanto tiempo el que la Argentina se iba a detener todo. La actividad cultural demoró bastante en volver a activarse. Por lo tanto, Hamlet, que seguramente será la obra más importante que yo haya hecho en mi vida, va a quedar en un lugar donde nunca fui consciente de la última función y al no tener la posibilidad de hacerla, no tengo la sensación de que terminé el ciclo.

¿Volverías a hacerla?
No creo, estábamos haciendo dos meses extra de la temporada. Sí me gustaría encontrarme con todo el elenco y hacer un semi montado y leerl, para, por lo menos, entre nosotros quitarnos ese sinsabor del corte abrupto por el confinamiento. Ella en mi cabeza tiene que ver con una búsqueda de salir de ese estado un poco apático que nos dejó la pandemia. También me dio la posibilidad de volver a trabajar con Javier Daulte, con quien había hecho Lluvia constante, hace muchos años, con Juan Leyrado con quien grabamos hace poco la tercera temporada de la serie El jardín de bronce y con Florencia Raggi hace tiempo que tenía muchas ganas de trabajar con ella. Se armó un equipo de mucha intimidad, gran contraste a Hamlet que es un personaje muy solitario, pero en un contexto casi operístico.

¿Cómo sos a la hora de ensayar, intervenís mucho?
Yo funciono intervenido porque es mi manera de estar activo. A veces, puedo no entender lo que me están proponiendo, pero siempre tengo la tranquilidad de que, en el tiempo, con trabajo, escucha, percepción y la intuición, voy a terminar estando en la zona que el director o directora quiere que esté. JavierDaulte ama a los actores y a las actrices, trabaja bien cerca y es muy claro con las premisas hacia dónde te va a ir llevando. Lo que acá había que trabajar era que mi cuerpo interpretativo, no podía ser el mismo que había utilizado en otras obras porque es un código diferente. Es una obra en donde el personaje físicamente tiene que graficar lo que le pasa. Tiene que sacar mucho el histrionismo. No tiene dobleces, el público ve lo que es. No tiene subtexto ni pensamientos aleatorios.

¿Te encontraste con dificultades para armar este personaje?
En mi caso el teatro es un ámbito netamente de experimentación. La posibilidad de ensayar y ensayar te permite probar cosas. La energía del público hace que cada noche la función sea diferente porque los espectadores te provocan sensaciones distintas. No siento que haya habido más o menos trabajo, pero sí puedo reconocer que lo cercano y la manera de hablar del personaje, a la hora de memorizar los textos, me costó muchísimo más que en Hamlet. Las dos primeras semanas le tendría que haber hecho un monumento a Javier por la paciencia y el cuidado que tuvo para poder desarmar lo que yo traía. Fui animándome a entrar en una zona que para mí, era de inseguridad, fue un gran desafío.

¿Disfrutás de hacer comedia?
Me encanta. Siento que con esta obra estoy aprendiendo mucho para futuros personajes clásicos que me gustaría trabajar.

¿Cuáles serían?
En algún momento de mi vida me gustaría interpretar a Ricardo III, dudo poder hacerlo sino hubiese pasado por la experiencia de Ella en mi cabeza. Porque el humor y la manera en que habla Ricardo frente al público es tan directa, como lo que hago acá. Ahora estoy leyendo obras clásicas de Shakespeare, de Chejov para ver si hay alguna que me entusiasme para llevarla a cabo de acá a dos años. Necesito un descanso entre una y otra. Ella en mi cabeza está teniendo su crecimiento y lo que sucede con el público está buenísimo.

¿Qué sucede con el público?
Se matan de risa y es muy eficaz la obra. A veces hablan cuando hago algunas preguntas, participan y a mí me gusta mucho eso, porque empecé haciendo teatro en Adrogué, en los clubes. Y no era precisamente una platea silenciosa. Javier, luego del estreno vino a muchísimas funciones para seguir trabajando. Creo que las obras cuando están frente al público se transforman y es ahí donde hay que volver a ensayar y seguir puliendo.

¿Cómo fue la experiencia de haber trabajado junto a Alfredo Alcón?
Lo maravilloso de Alfredo era que él no se colocaba nunca en el lugar de maestro, no le gustaba. Él quería ser colega, compañero, estar cerca y trabajar como trabajamos los actores y las actrices, con la gran diferencia de que, en esa cotidianidad laboral, las lecciones eran permanentes. Yo trabajé con él primero en Rey Lear y mientras la estábamos haciendo ya sabía que la próxima obra sería La vida es sueño y con él y Rubén Szuchmacher pude leer los textos porque el director de la obra de Calderón de la Barca, Calixto Bieito había dicho: “letra sabida y entendida, yo no vengo a dar un curso del siglo de oro español”. Y Alfredo estaba ahí, acompañando. La vida fue muy generosa conmigo porque me dio la posibilidad de estar al lado, probablemente del mejor artista con el que vaya a trabajar en mi vida. Era extraordinario, de una dimensión humana, artística y un compromiso ético con nuestro oficio único. Lo logró todo.

¿Te hubiera gustado que te viera en Hamlet?
Si, muchísimo. Yo lo vi cuando ya sabía que iba a hacer Hamlet, pero Alfredo ya estaba mal. Eduardo Lerchundi y Roberto Escobar fueron mis maestros de mimo en el conservatorio y cuando estrené Hamlet, había muchas funciones en las que se me aparecían imágenes con ellos tres en diferentes momentos de mi vida. Yo estoy sostenido por todos ellos permanentemente, lo siento, sé que me acompañan porque están en mi historia y modificaron mi rumbo.

¿Alguna vez te imaginaste esta gran carrera que estás construyendo?
La ilusión que tuve cuando me venía en el tren eléctrico a estudiar al Conservatorio y el actor que yo deseaba ser, siento que hace varios años ya lo estoy corporizando con las decisiones que tomo. Valoro mucho la formación que tuve y percibo quién está formado y quién no. Las personas que estudiaron tienen herramientas extras que en un país como el nuestro, que a veces es un poco informal y en donde hay cierta sobrevaloración sobre lo innato, es muy común escuchar decir: “yo nunca estudié” como si eso fuera un gran valor. Con el tiempo empieza a aparecer un techo porque la intuición es corta. La disciplina, el entrenamiento, los interrogantes empiezan a generar otras posibilidades. Creo que estudiar teatro es un oficio, que no solo sirve para aplicarlo en la actuación, sino también en la vida también. Los profesores que tuve en el conservatorio me hicieron generar este comportamiento un poco ecléctico y heterogéneo que tengo. Nunca fui muy de una escuela, ni muy fanático de nada. En la vida soy bastante flexible y si me tengo que definir soy una persona relativista. Todo lo relativizo., cuando estoy en un proyecto, entro de esa manera y para que no haya fisuras en el personaje necesito primero ver lo esencial: cuánta dirección hay. Cuando estás frente a Daulte, Szuchmacher, Calixto, Alcón, Piñeiro o Schindler, directores que te proponen algo y donde percibís que hay una idea fuerte, empiezo a traer lo mío y se va armando un campo de trabajo donde todo se potencia.

¿Con quién te gustaría compartir una copa de vino del mundo del teatro?
Con Shakespeare, sin lugar a dudas. Fue el que mejor entendió a la humanidad. En cada obra que escribió explica los comportamientos culturales de esta especie. Él estaba pensando en la universalidad de lo que nos pasaba. Le preguntaría por qué se enoja tanto Rey Lear con Cordelia. No me parece que sea para tanto. ¿Por qué Hamlet maltrata tanto a Ofelia? Ella en principio, se muestra como una aliada a él. ¿Por qué en medio de una obra pone un ensayo? No tiene ninguna acción el ser o no ser. Algo muy contemporáneo para aquel momento. ¿Cómo se le ocurrió algo así?

«Ella en mi cabeza» se presenta de miércoles a domingos en el Metropolitan Sura, Avenida Corrientes 1343. Entradas en venta por PlateaNet.

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