El dramaturgo y director croata cuenta que una crisis creativa fue el motor de su nueva obra «Sería una pena que se marchitaran las plantas». La efervescencia creativa de Buenos Aires y el desafío de intervenir en escena.
Por Diego Jemio. Fotos: Gentileza prensa.
La mudanza que deviene en shock creativo. La lengua como un gran muro. Y una pregunta como norte y quizás también como algo perturbador: “¿Qué soy yo en el teatro ahora?” Esos temas y puntos de tensión llevaron al dramaturgo croata Ivor Martinić a la creación de Sería una pena que se marchitaran las plantas, con las actuaciones de Júlia Ferré y Victorio D’Alessandro, que se presenta en el Moscú Teatro.
La obra, que también dirige y en la que tiene una participación, cuenta el derrumbe de una pareja. Y así justifica su participación en escena. “Durante quince años, como dramaturgo, vi el texto como algo separado de la representación teatral y nunca interferí en el proceso de creación. Ahora mi desafío es lidiar con el texto de la actuación y lo hago de una manera muy cruel ya que yo mismo estoy en el escenario con mi texto y con mis actores. Es un desafío para mí y sobre todo para ellos”, explica.
En algún momento, Mauricio Kartun dijo se hizo director porque sentía que sólo como autor se perdía parte de la fiesta. ¿Te pasa algo parecido? ¿Por eso decidiste subirte al escenario en esta nueva obra?
Es interesante la idea de Kartun. Siento que como escritor dramático puedo imaginar cosas y darles la libertad a los directores que quieran hacer mis obras. También, por otro lado, trabajo mucho como dramaturgo de producción, con otra metodología y formando parte del proceso, que incluye dirigir. Es cierto: a veces no sos parte de la fiesta.

Pero en esta última obra sí…
Quizás partió de una idea de lo que venía haciendo y lo que quiero hacer ahora. Eso surgió a partir de mi mudanza de Croacia a España hace cinco años, que trajo un shock creativo. Perdí mi espacio cultural conocido y mi lenguaje. No sabía en qué lengua escribir. Me preguntaba: ¿Cómo puedo escribir en español para los croatas? Quería buscarme a mi mismo y ver qué soy yo en el teatro ahora. Estar en el escenario y ver qué soy.
¿Por qué elegiste la historia de una ruptura dentro de la crisis creativa que mencionás?
Es una obra de amor, pero también es una obra sobre cómo podemos contar una historia. Sucede algo con ellos: uno no puede recordar un momento que para el otro es importante. También se trata de cómo hacemos arte, por qué hacemos arte y por qué necesitamos hablar entre nosotros. Jugamos mucho con las diferentes maneras de hacer teatro, de la escritura y, por ejemplo, hay una escena con un monólogo en catalán y en español.

Vos sos croata, vivís en Barcelona y algunas de tus obras, como “Mi hijo sólo camina un poco más lento”, son un éxito en Buenos Aires. ¿Pensás en esa multiculturalidad al escribir tus obras?
No ayuda pensar en tantos públicos porque escribir algo universal no es nada fácil. Para mí es importante saber dónde quiero poner una obra. En este caso, los actores usan su propio nombre y yo en las didascalias quiero tener más información sobre los actores que la hacen. Hay mucha improvisación y la posibilidad de cambiar sobre la marcha.
Ya estuviste otras veces en Buenos Aires y viviste en otras ciudades del mundo. ¿Qué aspectos de la escena teatral porteña aún te siguen sorprendiendo?
Vine a Buenos Aires por dos semanas. Me gusta que cada día de la semana podés ver algo interesante; hay mucho teatro y mucho público. Zagreb y Barcelona son dos ciudades más pequeñas que Buenos Aires y no hay tanto teatro alternativo como aquí. Aquí hay mucho para ver y público que tiene amor por el teatro. Eso me gusta muchísimo. Con el regreso después de la pandemia, se demostró que el público quiere ver teatro y compartir la emoción de ver una obra.
La obra se puede ver hoy (viernes), a las 21.30, y el domingo, a las 18, en Moscú Teatro (Ramírez de Velazco 535) o a través de Alternativa Teatral.