Críticas

Gaviota: una mirada intimista y poética sobre un drama clásico

La versión de Juan Ignacio Fernández de La gaviota, de Chejov, que dirige Guillermo Cacace, deslumbra con una puesta que sale de lo habitual y por el increíble trabajo de sus cinco actrices. Se puede ver los lunes, en la sala Apacheta.

Texto: Sandra Commisso. Fotos: Alejandra López.

Una cabaña a la vera de un lago apacible en un hermoso bosque donde los personajes van a pasar sus días de descanso. ¿Qué puede salir mal? Todo, si se trata de una obra de Anton Chejov, el autor ruso especialista en retratar la decadencia y la desintegración de los vínculos con una belleza sutil y silenciosa. En La gaviota, Boris un escritor consagrado cruza su vida con la de Nina, una aspirante a actriz. Pero Boris está casado con Arkadina, una actriz en retirada, madre además de Kostia, un poeta adolescente y torturado enamorado de Nina. A ellos se suma, Masha, la mujer que cuida de la cabaña y del hermano enfermo de Arkadina,

Las encargadas de dar vida a estos personajes son Paula Fernández Mbarak, Marcela Guerty, Clarisa Korovsky, Romina Padoan y Muriel Sago. Y el grupo no podría ser más homogéneo y versátil para jugar a este ping pong descarnado y existencial que se da en el entramado de sus historias.

El director Guillermo Cacace toma una versión libre de este texto, realizada por Juan Ignacio Fernández y propone una puesta despojada, en el sentido más tradicional, pero cargada de reminiscencias clásicas, detalles poéticos, trazos cotidianos y una atmósfera intimista y muy poética. Podría tratarse de una búsqueda hacia lo más puro que puede ofrecer el teatro, una apuesta minimalista pero no por eso menos potente de lo que sucede cuando hay un texto sólido, unas actrices impresionantes y un público predispuesto a la entrega.

Antes de comenzar la función, una tenue nube de humo recibe a cada espectador en la sala, casi como una invitación a sumergirse en la neblina de la fantasía, a poner a prueba el pacto de la verosimilitud, más allá de roles y formas. Cinco actrices alrededor de una mesa, interpretan sus roles, enfrentando el enorme desafío de estar acotadas corporalmente a su mínimo espacio. Resulta una experiencia con toda la mística de la cercanía, ya que cada espectador, en muchos casos, siente la respiración de alguna de ellas, puede cruzar una mirada a milímetros con otra e incluso, tentarse a rozarlas como gesto de consuelo en los segmentos más dramáticos.

El declive inevitable que se pone de manifiesto en las relaciones humanas es como una avalancha que se adivina pero se sabe con certeza cuándo podrá suceder. Y cuando sucede, ya es imparable. La aceptación de una etapa de la vida que ya no volverá, esa desazón por lo que, supuestamente, no puede controlar (la pasión, la enfermedad, los celos, la desesperación) envuelve a los personajes en una telaraña sin salida. Allí se enredan las traiciones, los amores no correspondidos, las ilusiones perdidas, la desesperanza y la resignación.

No hay destino del que se pueda escapar como el que le cae en suerte a la gaviota cazada en pleno vuelo. Ese aparente paisaje de belleza salvaje que habitan los personajes, no hace más que demostrar que la intemperie no está afuera, en el bosque, en el lago, hay donde hace frío sino que cada uno la arrastra como una fatalidad escrita por dioses perversos que no saben distinguir la fantasía de la realidad.

Gaviota tiene funciones los lunes a las 20.30 y los viernes, a las 21.30 en Apacheta Sala Estudio, Enrique Finochietto 483. Entradas por Alternativa Teatral.

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