Detrás de escena

Natalia Villamil: «Escribir es para mí, una pulsión eterna»

La dramaturga y directora, autora de obras como Rota, Como vaca mirando un tren, y Rayito de sol, entre las más recientes, acaba de publicar su primera novela: Malnacidos. Aquí cuenta, en primer persona, cómo fue pasar de la teatralidad a la narrativa con una historia que pone el foco en un aspecto no convencional de la maternidad.

Texto: Natalia Villamil. Fotos: Gentileza N.V.


Malnacidos es una novela que habla sobre la maternidad. Pone el foco y la perspectiva en las mujeres y el rol materno. Es un intento de bordear, a partir de una historia, los andariveles de una posible verdad en torno a ser madre. La vida de los protagonistas (familia disfuncional) sucede en el medio de un campo, que lejos de ofrecer una naturaleza romántica, los va aplastando en la negrura de sus agujeros.

Hay una madre que no sabe cómo querer a sus hijos. Esa situación desde un inicio generó una amargura en los vínculos. Un matrimonio desgastado. Un hombre infiel con la hija de la patrona, la pobreza de ser peones, las tormentas que vuelan las chapas y los deja a la intemperie. Una historia de amor entre mujeres que mueve el molino de viento para renovar los aires. La ausencia de palabras, el silencio de la verdad y el ocultamiento del dolor, va mutando en agresividad que los envuelve dejándolos sin posibilidades.

En Malnacidos, la maternidad se traduce en dos aristas: una vez consumado ese rol (en la madre) y la otra, en manos de un aborto clandestino (en la hija) que deja expuesta esa grieta inicial; inaugurada por una madre que no supo querer. Carente de recursos, no pudo ofrecer algún tipo de resorte para que en un futuro supieran sus hijas, saber hacer algo con eso.

El aborto es en el medio del campo. En manos de la curandera, que pareciera encarnar a una madre, pero también es bestial y entonces no puede ser sostén de Marta, una de las protagonistas, que la necesita como si fuera un tapón materno para contarle la verdad. Pues sólo ella pareciera poder resolver esa desesperación, que en forma de escarabajo, la aplasta cada vez más.

La práctica clandestina para Marta y su hermana Mari, es tan peligrosa como verdadera, porque encierra la desesperación de un no-deseo de hijo. Es el manotazo de ahogado como resolución de un problema. Del problema que puede ser un hijo, al punto que ni Marta ni su hermana Mari, pueden siquiera imaginarlo, viviendo alrededor de ellas. El aborto consumado, clandestino, peligroso y doloroso, es en lo único que Marta y su hermana creen en ese momento. Una poniendo el cuerpo frente a la desesperación de sacarse eso que la ahoga por dentro y la otra poniendo el alma para salvar a su hermana del sacrificio que significa ser madre en ese contexto, en ese mundo que les toca vivir. Creen en la curandera que con un yuyo puede resolver el problema, puede curar a Marta de esa enfermedad que parece ser la maternidad en un tiempo imposible.

Este hecho abre una crisis que somete a cada uno de los protagonistas a enfrentarse con sus propias verdades. Malnacidos es una especie de embudo con agua amarga, pero que hay que tragar, porque en el campo, no queda otra. Sin embargo; el intento es; LA RESPUESTA DE CADA UNO. A veces el lector o lectora va a esperar otro final para los personajes de esta novela, pero lo cierto es que cada uno dentro de sus posibilidades intentan ser felices y arreglárselas con lo que va sucediendo. Entonces, no todo volverá a empezar. Las crisis y las acciones determinantes generan en ellos una nueva experiencia; aun la muerte, aun la desaparición, la infidelidad, la soledad, la tormenta.

Escribir una primera novela me sumergió otra vez en un universo de ficción. Yo, que siempre escribí teatro, me vi atrapada por estos personajes que tienen los nombres de parientes míos, pero no son ellos. Solo comparten un lugar común: el campo. El teatro me brinda las posibilidades de ver en acción la gente que a menudo da vueltas en mi cabeza como pájaros sedientos de hablar, de vivir, de jugar. Escribir es para mí, una pulsión eterna. Desde que comencé, no paré. Y como dice Guillermo Saccomanno: un día que no se escribe es un día perdido. Bajo este lema casi patente, en un momento de mi vida necesité escribir tanto como sentir, entonces ese anhelo de producción me llevó a curiosear bajo las reglas de la narrativa, acompañada siempre, por la escritura de teatro que es una amiga fiel de la coloquialidad que se hace presente en Malnacidos. Hay teatralidad, porque hay oralidad, hay una historia porque hay narrativa. Y así todo vuelve a empezar en una especie de espiral que va nutriendo las dos disciplinas y las voces.

Buscar un maestro; es siempre en mí, un punto de partida sanador. Y cuando hay encuentro entre la pulsión y alguien sentado allí siendo objeto que causa ese deseo, es una FÓRMULA implacable para la creación.

Así fue mi encuentro con la narrativa. Así fue mi encuentro con Leonardo Oyola: maestro agalmático de la creación, prócer del ingenio y la generosidad. A partir de un libro para leer, una foto, y un vaso de agua que me esperaba cada vez, supe que la narrativa complementaría esa energía desperdigada entre la pulsión de escribir y los rituales rigurosos que puede llegar a tener la escritura teatral. Encontré en la narrativa una nueva forma de crear, como si algo del universo teatral pudiera expandirse y no condensarse cada vez. Escribir para vivir o vivir para escribir. Nunca importará el orden de estos verbos.

«Malnacidos», de Natalia Villamil. Editorial Hasta Trilce (www.edicioneshastatrilce.com.ar)

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