El actor y director Marcelo Savignone reflexiona sobre el ciclo Corpus y como el mismo intenta poner el cuerpo en primer plano como ejercicio teatral y a su vez, como praxis política y puesta en tensión del “sentido común”.
Texto: Marcelo Savignone. Fotos: gentileza prensa.
El ciclo Corpus tiene la intención de dejar manifiesta la búsqueda de al menos veinticinco años de investigación, es decir, poner en escena mis comienzos en la improvisación y las máscaras, con mi travesía por el enorme Chejov, y por último pero no menos importante, mis primeros pasos en la filosofía y así la puesta en práctica de determinados pensadores/as y conceptos filosóficos (De Interpretatione se basa en la confesión para salvar el tiempo de Ricoeur).

Ahora bien, considero que detrás de esta búsqueda artística también existe un puesta en valor del cuerpo y éste, el cuerpo, como campo de batalla. ¿Cómo es eso? Pues bien, para eso me gustaría hacer un poco de historia, si bien el ciclo no es meramente en relación a lo cómico, lo cómico tiene como base el cuerpo y por lo tanto tenemos que pensar el cuerpo. Veamos.
Hay un mito en el teatro en relación con la génesis de dos arquetipos/personajes que van a dejar una huella en el la historia teatral, dicho mito consiste en la diferenciación de Hamlet personaje shakesperiano y de Arlequino arquetipo de la Commedia dell arte (teniendo en cuenta que comparten una misma época), podemos decir que: sabemos qué dijo Hamlet, pero no sabemos cómo era su cuerpo y por el contrario, sabemos cómo era el cuerpo de Arlequino pero no tenemos ninguna idea acerca de lo que dijo. Este mito tiene asidero en el texto de Bergson: «Por eso el poeta trágico procura evitar cuanto pudiera atraer nuestra atención sobre la materialidad de su héroes. Tan pronto como interviene la preocupación del cuerpo, es de temer la infiltración cómica. He ahí por qué los héroes de tragedia no beben ni comen, ni se calientan a la lumbre. Y hasta rehúyen sentarse. Sentarse a la mitad de una tirada de versos equivaldría recordar que se tiene cuerpo». («La risa», 2009, p. 45)

Por otra parte, Aristóteles en la Poética, pone en valor el género de la Tragedia, tal es así que dicha categoría que se ubicase por encima de la Comedia está presente aún en estos días, quizás también porque el escrito sobre la Comedia se perdió, ahora bien, esta tensión entre la Tragedia y la Comedia se da por diferentes motivos. Veamos.
Una de las grandes diferencias entre estos territorios es la presencia de la muerte, a modo de ejemplo, quizás un tanto simple podríamos decir que la Tragedia comienza con muerte y termina con más muerte, y que la Comedia comienza con fiesta y termina con más fiesta, es decir, hay una necesidad de lo colectivo como espíritu de la Comedia y una ausencia de muerte en la trama, al menos de manera fáctica. Ahora bien, hay en la Comedia una presencia de la muerte, pero para que Comedia sea, la muerte es una presencia en potencia y no un acto. Para seguir profundizando volvamos a Bergson que de una manera sumamente simple nos dice: «Un drama, aún cuando nos pinte pasiones o vicios que tienen su nombre propio, los incorpora con tal arte a las personas, que aquellos nombres se olvidan, se borran sus caracteres generales y ya no pensamos para nada en ellos, sino en la persona que los asume. He aquí por qué el título de un drama sólo puede serlo un nombre propio. Son muchas, por el contrario, las comedias que llevan por título un nombre genérico: El avaro, El jugador, etc.» («La risa», 2009, p. 20)

Con esta cita queda clara la intención de un teatro basado en el cuerpo y un teatro basado en el nombre/concepto, dejando ver una de las grandes diferencias de dichos territorios. Más allá de estas diferencias y temáticas que le competen a cada género, no vemos porque la Comedia como género se encuentra por debajo de la Tragedia. Quizás entonces, podamos adentrarnos un poquito más en la génesis de estos pensamientos que forjan “el sentido común”, dicho sentido, cómo sabemos, es una mera construcción.
Bueno, hasta aquí queda en claro que el ciclo Corpus plantea una puesta en tensión de las ficciones del medio o quehacer teatral, pero el teatro y el arte es propio de su época, por lo tanto, en el origen de éstas disociaciones, me refiero a pensar que el cuerpo es inferior a lo conceptual o como también podríamos denominarlo racional, hay un trasfondo socio-político que me gustaría desarrollar en algunas breves palabras, a saber.

Desde Platón/Sócrates hasta Descartes. La ideas de superioridad del alma y/o pensamiento (pienso luego existo) se han naturalizado, desde el mito fundacional de la modernidad -desde lo más primitivo, lo más próximo a la naturaleza hasta lo más civilizado-. Descartes consolida esa separación entre cuerpo-alma, el dualismo cartesiano, un fantasma dentro de una máquina (cuerpo). Entonces, el cuerpo como inferior y obstáculo, y entonces la conclusión: todo lo que se acerca al cuerpo goza de una mala reputación. Es decir, todo lo asociado al cuerpo desde tiempos remotos ha sido observado con desprecio, el desprecio a lo imperfecto, a lo corruptible; ese desprecio que fundó el eurocentrismo dando las herramientas al Capitalismo y así la distribución del trabajo e intercambio, y por ende, la consolidación de las clases y el mito de la acumulación originaria. Por consiguiente, de este modo la configuración de poder, con su implicancias en la conformación de procesos de democratización de sociedades y Estados, es decir, la jerarquización de la población mundial en todo lo que este cerca del cuerpo, todo aquello que este cerca del uso del cuerpo es por lo tanto inferior. La cuestión: ¿nos vamos a seguir creyendo esta ficción? Digo la de pensar que nuestra forma de estar en el mundo es inferior, ¿el quehacer teatral va a seguir pensando de este modo?
El ciclo Corpus intenta poner el cuerpo en primer plano como ejercicio teatral y a su vez, como praxis política y puesta en tensión del “sentido común”.