Los dramaturgos, directores, actores y fundadores de Moscú Teatro se conocieron cuando eran adolescentes en un taller de Andamio 90. La historia de una amistad y dupla creativa y gestora.
Por Diego Jemio. Fotos: Gentileza Prensa.
“Eramos unos nenes que hacían teatro…” Así recuerda Lisandro Penelas los años del grupo de teatro para preadolescentes en Andamio 90. Allí conoció a Francisco Lumerman. Con el tiempo y el correr de las clases, se hicieron amigos. Luego compañeros de elenco, pareja pedagógica, dupla creativa y, finalmente, socios en la tarea titánica de abrir una sala como Moscú Teatro. Es frecuente verlo a uno dirigir y al otro en las obras. Y luego invertir los roles en decenas de trabajos en Argentina y el exterior.
Pasaron más de la mitad de sus vidas siendo amigos. “Lo bueno es que siempre nos vamos reeligiendo”, dice Lumerman, que cuenta cómo es la complicidad en el trabajo después de tantos años de creación y de gestión cultural.

“Disfruto mucho que casi no necesitamos hablar y siento que él puede leer lo que me está pasando. Puede ser una situación, un trabajo o cómo resolver una escena. Me gusta mucho su forma de pensar las cosas y su calma; muchas veces, creo ser más neurótico en algunas cosas. Conseguimos disfrutar la posibilidad de un vínculo, que tiene algo casi familiar y a la vez muy profesional. Son cosas difíciles de combinar pero se nos da muy bien”, agrega Francisco.
“Siento que con Fran las cosas se dan fácil. En relación al trabajo concretamente, es alguien muy enfocado en lo que quiere y lo que le gusta hacer y en cómo hacerlo. Pero no cae en un lugar de ser cerrado o negador, que puede ser la contracara negativa del que tiene claro lo que quiere. Está ligado al deseo, al placer y al disfrute de la actividad. Es una de las cosas que más me gustan de poder trabajar con él. Hay algo que va de la mano con eso y es la confianza que tiene sobre aquello que le gusta, lo que mira y en cómo hace lo que hace”, dice Penelas.

Llevar adelante una sala teatral no es tarea sencilla en ninguna ciudad del mundo. Y menos aún en un país en constante crisis como Argentina. Moscú Teatro decidió reabrir sus puertas en medio de la pandemia en Villa Crespo. Las dificultades de un proyecto en común, según dicen, nunca lograron dañar la amistad.
“No tuvimos problemas grandes o graves, pero sí situaciones de crisis en términos personales. Creo que en el día a día somos bastante complementarios en algunos aspectos. Fran es más resolutivo que yo, que soy de pensar más las cosas. También nos parecemos en algo: somos muy apasionados en lo que hacemos y en lo que nos gusta. Nos escuchamos y avanzamos en esa dirección. Tenemos la capacidad de saber que somos dos”, agrega Penelas.

Frente a las dificultades, el humor suele ser una salvación, dice Lumerman. “En esta actividad, con el ego presente que lo tenemos que dominar, disfruto mucho cerrar los ojos y saber que todo estará bien. Saber que ambos vamos a estar velando por lo mejor para el otro. Tener eso es una gran cosa en este mundo. De Lisandro admiro mucho su potencia artística y su posibilidad de reflexión sobre el trabajo”.
Lisandro Penelas es el autor y protagonista de la obra «El tipo». Se puede ver los sábados, a las 19, en Moscú Teatro (Ramírez de Velasco 535). Francisco Lumerman escribió, actúa y dirige la obra «La vida sin ficción», que realiza funciones los viernes, a las 20.30, y los sábados, a las 21, en la misma sala. Entradas a través de Alternativa Teatral.