Entrevistas

Karina K: «El humor está donde no se filtra la mente»

La actriz, una de las protagonistas de la comedia «Perdida Mente» recuerda sus comienzos en la profesión, en el Parakultural, su modo de armar personajes y otras curiosidades.

Texto: Muriel Mahdjoubian. Fotos: Prensa

Fogueada en el off de los ochenta, Karina K se codeó con grandes artistas como Alejandro Urdapilleta, Humberto Tortonese y Batato Barea, entre otros. Hoy se destaca en el teatro comercial haciendo temporada en Mar del Plata con Perdida Mente de José María Muscari y Mariela Asensio, donde comparte elenco con Leonor Benedetto, Julieta Ortega, Ana María Picchio y Patricia Sosa, bajo la dirección de José María Muscari.

“Esta obra gana por el boca en boca y el público sale feliz. Yo siento que hay un resurgimiento del teatro luego de la pandemia”, cuenta la actriz que supo encarnar personajes inolvidables como Lucy en Drácula, el musical de Pepito Cibrián, y en 1996 actuó en la reposición de El Jorobado de París, en el Luna Park.

Karina K se formó en la Escuela Nacional de Danzas e integró el cuerpo de baile de Sugar, la comedia musical protagonizada por Susana Giménez y Ricardo Darín. Realizó cursos de teatro con Rubén Szuchmacher y durante su estadía en España estudió la técnica Lecoq, bufón, clown, máscara neutra y composición de personajes. En 1993 nace su show Antidivas, un espectáculo de neo cabaret con el que realizó giras por España.

¿Cómo es la experiencia de hacer “Perdida Mente”?
-Bárbara. El año pasado además de estar en calle Corrientes nos fuimos a Uruguay y ahora estamos en Mar del Plata y nos está yendo increíble, de hecho agregamos funciones. La gente está yendo mucho al teatro, dio un gran salto, es impresionante la cantidad de gente que se ve en la calle. La última vez que vine a hacer temporada fue en el año 1988. Para mi, estar con Perdida Mente en el teatro Atlas con una marquesina gigante es emocionante. Es como ir a un viaje de egresadas de tres meses.

¿Cómo es Muscari como director?
-A mí me parece fascinante, yo lo conozco a José María desde que volví de España y lo veía en el teatro independiente con una entrega y una pasión admirables. Siempre se pone la camiseta de todas sus obras. Es muy prolífico, ama lo que hace profundamente y sabe hacerlo.

¿Quién creó tu nombre artístico Karina K?
-Fue Batato Barea quien me bautizó Karina K por la letra con la que empieza mí nombre. Mi apellido real es Moccio y siempre me lo escriben o pronuncian mal. En ese momento tenía 17 años y estaba descubriendo mi identidad como artista porque era mi primer trabajo de índole profesional y admiraba profundamente todo el movimiento que se gestaba en el Parakultural y en Cemento. Yo sentía esa veta artística, de decir cómo quería comunicarme desde el nombre.

¿Nunca te encasillaste en ningún estilo?
-Nunca me sentí dentro de ningún rubro, ni en el teatro de texto, ni en el musical, ni en la danza teatro de la cual venía. Soy una mezcla de todo, pero el clown delineó mi estilo actoral.

-También compartiste escenarios con Urdapilleta, imagino que tendrás varias anécdotas.
-Al conocer a Batato ya tenía un pasaporte directo a Urdapilleta. Hay miles de anécdotas. Los camarines del Parakultural fueron inolvidables.

¿Qué pasaba ahí adentro?
-Eran un espectáculo aparte. Si Urdapilleta ya era transgresor en lo que se hacía en escena, imagínate lo que eran los camarines, con botellas de vodka y sustancias varias. Era imperdible el sin filtro de Alejandro, lo inolvidable era estar juntos ahí y poder compartir escenas. A veces me decía “nena anda y cómprame una petaca de wisky”. Para mí era un honor verlo hacer esos monólogos, hacia todos los monólogos que están en su libro Vagones transportan humo, y que todo estudiante de teatro argentino tiene.

¿En el Parakultural improvisaban mucho ?
-En la época del Parakultural, de Omar Viola, Tino Tinto y yo hacíamos números vivos y de repente aparecía Urdapilleta haciendo su personaje que caía por las escaleras del Parakultural y Batato hacía lo suyo también. Lo nuestro no era improvisado, pero si era un teatro de complicidad, donde se vivía el momento. Era un teatro vivo, si alguien del público gritaba algo el artista respondía, no había cuarta pared. De todas maneras, en general el público era muy respetuoso sabían que iban a ver artistas que estaban manifestando una vanguardia. Omar Viola era el presentador, estábamos nosotros, Barea, Urdapilleta, Tortonese, Las gambas al ajillo y Los melli.Todos los shows eran distintos porque era un teatro muy distendido , con grandes actores, eran animales de teatro.

¿Cómo llegaste al teatro?
-Yo venía de la danza, y ya en esa época en los años 80, mis compañeras hablaban de los castings que se realizaban para los musicales. Mi primer contacto con lo teatral fue desde la danza, pero yo sabía que tenía mucha chispa cómica, siempre me decían vos tenés algo para la comedia y cuando ví en el taller de danza contemporánea del San Martín un curso con Cristina Moreira me anoté. Después me metí en el teatro musical e hice mi primera obra que fue Sugar. A lo largo de los años me doy cuenta que todo fluyó, una cosa me fue llevando a la otra. Además fui muy estimulada en mi casa. Mi papá, Fidel Moccio, era psicoterapeuta. Fue uno de los precursores del psicodrama en Argentina junto con Eduardo Tato Pavlovsky, o sea hablábamos mucho de teatro. Mi mamá era más de la plástica, daba clases de cerámica y mi hermano es profesor de la escuela Nacional de Cerámica. El arte en mi casa se vivía de manera muy natural. Mi hermana, Andrea Moccio, también es artista plástica y ganó el año pasado el premio Konex al mérito en Grabado y yo lo gané como artista de teatro musical. Como que estaba signado en nuestras vidas.

¿Alguna vez trabajaste de otra cosa que no fuera actuar?
-Sí, un montón de veces, sobre todo en España cuando recién llegué. Trabajé repartiendo pizza a domicilio en una moto, como maquilladora en centros culturales y también di clases de teatro y dirigí a grupos incipientes de café concert. Pero donde más aproveché para crear fue cuando trabajaba de repartidora de pizza. Pasaba tanto tiempo arriba de mi motito de 50 cilindradas y tenía mucho tiempo para pensar y componía mucho. Ahí armé Antidivas y luego lo estrené allá, en España.

¿Cómo surgió Antidivas?
-Fue mi primer espectáculo unipersonal que yo lo denominaba neo cabaret o café concert. Viví ocho años en Barcelona, del año 88 al 96 ,y ahí lo armé. Todo esto sucedió post movida madrileña, post dictadura de Franco. Había una corriente, sobre todo en Barcelona, de teatro de vanguardia y yo aproveché a todos esos maestros que estaban ahí. Luego lo traje a Argentina con la dirección de Tino Tinto. Era un espectáculo muy cosmopolita, de mujeres de distintas nacionalidades, era un poco lo que yo había vivido en Barcelona porque es una ciudad muy rica por sus diferentes etnias y culturas. Todas ellas tienen una característica muy especial, con mucho humor y todas cantan.

¿Sos muy disciplinada con tu carrera?
-Mi carrera hace más de veinte años está ligada al teatro comercial, el cual requiere mucha disciplina. Yo vengo de la danza, la clásica, contemporánea, de haber hecho deporte de alto rendimiento muchos años en donde además competía y todo esa disciplina me sirvió para tener una resistencia y hacer teatro de miércoles a domingo con dos funciones los sábados, es como que te va forjando una personalidad.

¿Cómo trabajás el humor?
-No hay que pasarlo por la cabeza. Cuando al humor lo pasas por la mente pierde esa impronta. El humor está donde no se filtra la mente, sino, como dirían los maestros de teatro de Clown, el estado de gracia. Es donde se trasciende el miedo al ridículo

¿Cuáles son tus proyectos?
-En principio hacer la gira de Perdida Mente, hay una idea de volver a Uruguay porque nos fue espectacular y quedaba gente afuera en el Movie de Montevideo. Además, estoy escribiendo. Durante la cuarentena estudié dramaturgia, con Andrés Binetti, Mariela Asensio, guión de cine con Celina Murga y Juan Villegas y con Adriana Lorenzón todo lo que es guión para series. Mí desafío este año es hacer lo propio, poder hacer la puesta y dirigir. Se está cocinando aún. Y luego otro gran pendiente que tengo y me gustaría mucho hacerlo es interpretar a un hombre.

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