Entrevistas

Leticia Coronel: «Me inquieta ese cuerpo que apesta, el que grita en el hogar en silencio»

“Hacer vivir un corazón” es una confesión performática entre actores y no actores que intentan darle al cuerpo la posibilidad de estar en él. Hablamos con su creadora, Leticia Coronel, antes del estreno este viernes 2 de diciembre en la Fundación Cazadores.

Texto: Redacción Todo Teatro. Fotos: Valentín Coronel.

Devolverle la experiencia del amor a las piernas, el viento a las manos, el mar a los ojos, el padre a una hija, la madre a una hija, una hija a su padre, una hija a su madre y la ternura y furia a un corazón que alguna vez sintió. Desde ese disparador la actriz, dramaturga, directora y performer Leticia Coronel creó su nueva propuesta que llega esta semana a la Fundación Cazadores, hogar de su obra anterior Yo duermo con la ropa del día. La acompañan en escena Adriana Sardone, Anastasia Villan, Eduardo Coronel, Julián Vila Graca y Matías D’Alessandro.

-¿Cómo surge la temática de esta puesta y qué vínculo emocional tenés con la misma?
-Mi padre y mi madre actúan (ellos son los no actores). Me acompañaron tanto en la carrera, me vieron tanto actuar, me vieron reír y llorar como una desquiciada por la profesión que un día me levanté y dije, che ellos deben querer actuar, deben querer compartir esta experiencia conmigo, al lado. Se los pregunté y saltaron de la alegría con un sí inmenso. Yo ya venía pensando la mezcla del universo de la vida real con la actuación en escena. Y esto fue lo que me hizo concretar la idea. Siempre tuve mucha necesidad de escribir y hablar sobre los cuerpos apagados, los sufrientes, los insultados, los cuerpos que por alguna razón no encajaron nunca en la norma. Me inquieta ese cuerpo que apesta, el que grita en el hogar en silencio. Me detengo a pensar qué necesita un cuerpo para comenzar a sentir, por qué algunos pueden galopar sin freno y otros no se animan ni a dar un paso. Considero que es una de las peores injusticias de la humanidad, el deseo desparejo, el deseo temido y débil para algunxs.

-¿Qué interés hay en la puesta por el manejo corporal de actores y no actores?
-Me interesó mucho mezclar la experiencia de “verdad” de los cuerpos no actores con la experiencia actoral de los sí actores. El miedo, el temblor, el pudor, el terror por no acordarse la letra, fallar ante lo que se espera en el ritual del teatro. La no experiencia teatral como falta de rumbo en la escena, pero que a su vez es el ‘latidorumbo’ del sentimiento en sí mismo de lo que está pasando. Algo de la “falta” arrastra al cuerpo a un territorio real, el cuerpo aparece sin revestimientos, si tiene que temblar tiembla, en cambio, el actor/actriz, el centro del cuerpo existe en estar en la respiración exacta de la obra, de su código, de no anteponerse. Ese intercambio de texturas y verdades me parece de lo más interesante que tiene la obra. El cuerpo de la no actuación camina y le ves la vida, sin huecos. Está ahí presente ante todo como único paisaje.

-¿Cómo describirías la elección de la escenografía y el vestuario para representar este texto?
-Uriel Cistaro es el director de arte de la obra, y con él venimos trabajando hace años. En nuestra obra anterior, Yo duermo con la ropa del día, trabajamos el cuerpo de las capas en el vestuario. De la edad encimada, de la piel cargada como gesto barroco en la tela, todo lo que se acumula y se recuerda en el cuerpo llevarlo a un pliegue. Me interesa mucho lo sucio, lo roto, el mundo o sufrimiento de lo que “no encaja” y en este sentido el vestuario tiene que ser el dolor apretado del cuerpo que no encajó. Como gesto previo a la palabra. Para la escenografía, nos fue elemental pensar en la tierra como materia, sentimos que le otorga una sensación primaria al despliegue del cuerpo en escena. Volver a la tierra, volver al pie desnudo, hay mucho de reencontrarse con el cuerpo, darse la oportunidad de volver a verse, aprender a verse. Escenograficamente pensamos un hogar en el centro, sin techo, una silla y tierra, un centro firme donde el cuerpo pueda hablar, decir, comunicar, sentir. Meter los pies en la tierra y tener el amparo del hogar caliente en la espalda para sentir el alivio de decir eso que duele, lo áspero, lo que ya no se quiere para la vida. Volver a tocarse el pecho para saberse presente o ausente.

“Hacer vivir un corazón” se presentará por 4 únicas funciones los días viernes 2 y 9 y sábados 3 y 10 de diciembre a las 21 horas en Fundación Cazadores, Villarroel 1438 – CABA. Entradas en venta por Alternativa Teatral.

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