El autor croata, conocido por Mi hijo solo camina un poco más lento, presenta una nueva obra, Sería una pena que se marchitaran las plantas, en el Método Kairós y donde enfoca su mirada en una ruptura amorosa.
Texto: Sandra Commisso. Fotos: Gentileza Prensa.
La crisis que atraviesa una pareja se hace tangible en lo cotidiano: entre las cuatro paredes de un departamento donde se acumulan memorias de pequeños gestos, felices y de los otros y en medio, también hay unos testigos verdes y silenciosos, que captan todo: las plantas. El autor croata Ivor Martinic propone su mirada al fin del amor, desde esta perspectiva, en Sería una pena que se marchitaran las plantas. En esa intimidad, surgen preguntas: ¿cómo amamos?, ¿cómo dejamos de amar?, ¿qué queda de nosotros después de ese amor?
Después de recorrer varios países como Croacia, España, Bélgica, Perú, Uruguay, ahora, la obra del también autor de Mi hijo sólo camina un poco más lento, llega a la Argentina. Con dirección de Samir Castillo y las actuaciones de Nadia Fürst, Mauro J. Pérez y Toto Salinas, la obra tiene funciones en el Método Kairós.

-En la Argentina, te conocimos, hace ya varios años, por «Mi hijo solo camina un poco más lento», que abordaba el tema de las relaciones familiares, y en «Sería una pena que se marchitaran las plantas«, el eje está en las relaciones de pareja. ¿Qué te interesa contar de los vínculos de pareja?
-Escribir un drama sobre una ruptura amorosa fue un reto para mí, porque tenía miedo de caer en lugares comunes, en clichés, de que el texto quedara cursi. Al fin y al cabo, se ha escrito tanto sobre las relaciones amorosas, sobre el amor… Pero aun así me atreví a soltarme y escribir ese texto, y me resulta fascinante que ahora sea tan popular, que tanta gente se reconozca en él. La vida en pareja es un tema muy potente para el teatro. Es, de alguna manera, un diálogo social constante, una comunidad de dos personas que establecen sus propias reglas y miran el mundo desde la posición de pareja, desde un lugar en el que no están solas. Y duele muchísimo cuando esa mirada compartida se rompe, porque se derrumba una imagen del mundo. En cada ruptura también se rompe ese espejo que nos da la otra persona. Nos vemos a través de sus ojos, es una especie de punto de referencia y, cuando eso se quiebra, duele de verdad.
-¿Hay una manera de relacionarse hoy en particular, teniendo en cuenta el contexto social que nos toca, donde la comunicación, aparentemente, está más difícil que nunca?
-Creo que hoy vivimos en una especie de paradoja. Nunca hemos tenido tantas formas de comunicarnos, y aun así parece que pocas veces nos escuchamos de verdad. Las relaciones siguen formándose sobre bases parecidas a las de antes: el deseo de ser aceptados, de ser queridos, de tener ese lugar común, ese cómplice desde cuya posición miramos el mundo. Me resulta interesante explorar esa fractura, el momento en que la comunicación se convierte en malentendido, cuando dos personas que compartían una mirada sobre el mundo de pronto se encuentran una frente a la otra como extrañas. El amor es siempre una aventura arriesgada y bella, sin importar el tiempo.
-Desde hace muchos años, tus obras se presentan en salas de Buenos Aires, ¿cómo vivís esta relación con la Argentina?
-Sí, ha pasado más de una década desde que descubrí esa maravillosa escena teatral en Argentina gracias al gran éxito que tuvo la obra Mi hijo solo un poco más lento con la dirección de Guillermo Cacace. Ese éxito me abrió las puertas no solo de Argentina, sino también de muchos otros países de Sudamérica. Me alegra que casi todas mis obras se hayan estrenado en Buenos Aires, y sigo colaborando con Guillermo Cacace tanto allí como en otros entornos teatrales. Me encanta viajar a Buenos Aires y me ilusiona que exista un interés tan grande por mis textos. Actualmente se representan varias de mis obras en Argentina: desde producciones en Buenos Aires hasta producciones en Córdoba, Neuquén, Lago Puelo, etc.

-¿Qué conocés de los autores argentinos y del teatro argentino?
-A lo largo de estos diez años he conocido a muchísimos autores, directores y actores fantásticos. Por supuesto, primero mencionaría a Guillermo Cacace, que este año logró un enorme éxito en festivales europeos con la brillante Gaviota, que vi en su sala, Apacheta. Después, los artistas de la compañía Los Pipis Teatro, el programa del Teatro Moscú, en Villa Crespo, donde siempre descubro algo nuevo y emocionante. También todo lo que surge de Timbre 4, con quienes colaboro actualmente en Madrid, donde también tienen teatro. Son muchos. Sinceramente, es una escena enorme y cada vez me sorprende su valentía, su energía y su apertura a la exploración. Me encantaría poder ir más y ver más cosas, porque siento que Buenos Aires es una de las ciudades teatrales más vibrantes del mundo.
-¿Cuál es tu próximo proyecto?
-Mi próximo proyecto es… descansar, ¡ja! En el último año terminé cuatro textos teatrales nuevos que se han estrenado a lo largo de estos meses, algo que nunca pensé que sería posible. Normalmente necesito años para terminar un texto, pero de algún modo llegó esta ola y, bueno, tengo detrás cuatro procesos grandes, cuatro obras nuevas completamente terminadas. Para mí es muy lindo que los teatros busquen mis textos y que haya tanto interés en diferentes países. Pero ahora, después de esas cuatro obras, de verdad quiero un pequeño descanso. Aunque, conociéndome, en cuanto lo digo ya me empiezan a picar las manos y aparecen ideas nuevas que piden papel.
Sería una pena que se marchitaran las plantas tiene funciones los viernes a las 20 y los sábados a las 22.45 en El Método Kairós Teatro, El Salvador 4530. Entradas por la web de la sala o por Alternativa Teatral.
