Entrevistas

Toto Salinas: «Una separación significa muerte, pero también la posibilidad de un nuevo comienzo»

El actor está protagonizando tres obras en el circuito independiente porteño, poniéndole el cuerpo a un trío variopinto de personajes en los textos de Mario Diament, Ivor Martinic y Gabriela Romeo.

Texto: Redacción Todo Teatro. Fotos: gentileza prensa.

El actor Tomás Alfonso Salinas, Toto para la familia, amigos y compañeros de elenco, se encuentra atravesando un presente que, si bien no es extraño en la cartelera off de Buenos Aires, no deja de ser menos sorprendente: encabeza tres elencos en simultáneo con roles que nada tienen que ver uno con el otro. Y así es que sube al escenario de El Tinglado para ser Trotsky y viajar al Café Central de Viena en los momentos previos a las grandes guerras mundiales; y en el Espacio Experimental Leónirdas Barletta del Centro Cultural de la Cooperación es un actor varado en medio de la nada junto a su compañía en Ya comeremos faisán. En ambos casos con la dirección de Daniel Marcove. Y dentro de unos días suma Sería una pena que se marchitaran las plantas, dirigido por Samir Carrillo en El Método Kairós.

-Estás protagonizando tres obras muy diferentes entre sí, tanto en género como en época y contenido. ¿Cómo manejás la transición emocional y física entre personajes tan distintos como un actor varado en la nieve, un hombre que atraviesa una ruptura íntima y una figura histórica en el corazón de la Viena prebélica?
-El proceso lo siento bastante orgánico, y creo que tiene que ver con el trabajo que hay detrás de cada proyecto, tanto el propio como el de mis compañeros y el director. Cada uno plantea un mundo y una estética muy diferentes entre sí, e intuyo que eso permite que el cuerpo acceda a distintos registros con mayor facilidad. Es un gran desafío y un gran privilegio ser parte de estos tres proyectos, les dedico el tiempo necesario para sintonizar física y emocionalmente.

-En “Ya comeremos faisán” se habla de la precariedad del oficio actoral y, a la vez, del poder de los sueños. ¿Qué parte de esa obra resuena más con tu experiencia personal como actor?
-La precariedad del oficio actoral uno la conoce a partir del primer contacto con el trabajo. No es equivalente el esfuerzo y el tiempo que le dedicamos a un proyecto con el dinero que luego se recibe. Por lo único que estamos sostenidos es por el deseo, la pasión y la vocación. Y creo que de ahí nace la ilusión. A veces un poco peligrosa, porque tampoco se puede vivir de ilusiones. La obra de Gabriela Romeo nos dio el espacio para reflexionar sobre nuestro oficio. Personalmente, llegué a la conclusión de que es nuestra responsabilidad recordarnos porqué hacemos lo que hacemos. El camino es duro y debemos cuidar el deseo. Como nos recuerda nuestro director, Daniel Marcove, el camino del actor es un camino de resistencia.

-“Sería una pena que se marchitaran las plantas” aborda el amor, el desgaste de una pareja, el recuerdo. ¿Que te conmovió o atrajo personalmente esta obra? 
-La obra me conmovió desde la primera vez que la vi dirigida por Guillermo Cacace. Salía de una ruptura amorosa de varios años y fue inevitable no sentirme identificado. Dos años después Mauro J. Pérez me invitó a formar parte del proyecto y no dudé en aceptarlo.

¿Qué descubriste en ese proceso con tus compañeros de elenco?
-La obra, escrita por Ivor Martinić, es una belleza, y como toda belleza, le permite a uno descubrir y resignificar continuamente. Pero creo que principalmente descubrimos que hay diferentes maneras de amar, con mayor o menor capacidad de demostración, y que, al final de cuentas, la separación significa muerte pero también la posibilidad de un nuevo comienzo.

-En “Café Central” se cruzan grandes figuras históricas en un momento clave del siglo XX. ¿Cómo fue para vos habitar ese universo tan cargado de contexto político e intelectual? ¿Investigaste algo puntual para tu personaje?
-Introducirme en el universo del siglo XX fue una aventura excitante. La tarea de investigación es algo que disfruto muchísimo, una excelente excusa para seguir aprendiendo. Tengo la dicha de interpretar a Leon Trotsky en su juventud. El desafío estuvo y está en humanizar esa imponente figura histórica que tenemos en el imaginario, intentando quitarle rigidez y solemnidad pero cuidando el peso histórico y trágico que lleva sobre sus espaldas.

-Como actor, ¿qué te atrae de proyectos tan diversos? ¿Qué buscás hoy en un texto o un personaje antes de embarcarte en una obra?
-Me divierte transitar estéticas diferentes. Cada proyecto y cada personaje posibilita universos expresivos particulares, y eso me resulta muy enriquecedor. Busco principalmente conmoverme y que el material me presente un desafío. Tengo especial atracción por el drama y la tragedia, le soy muy fiel a la palabra escrita cuando confío en el material.

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