Detrás de escena

Moria y Marrale: cuando el agua y el aceite congenian y se sacan chispas en escena

La diva y el actor se lucen en «Cuestión de género», la comedia francesa que dirige Nelson Valente en el Metropolitan. Y demuestran un entusiasmo contagioso.

Texto: Sandra Commisso. Fotos: Gentileza Prensa.

Si eso de que «los opuestos se atraen» es cierto, resulta fácilmente comprobable viendo a Moria Casán y a Jorge Marrale en acción, arriba de un escenario. Moria y Marrale son los protagonistas de Cuestión de género, de la autora francesa Jade-Rose Parker, la comedia, que dirige Nelson Valente, en el Metropolitan y en la que también actúan Paula Kohan y Ariel Pérez De María. Moria y Marrale interpretan a un matrimonio que, después de 30 años de casados, sacan los trapitos al sol guardados durante décadas.

Lo mejor de la historia es el contrapunto entre ambos protagonistas, de orígenes teatrales tan distintos pero que, en escena, saben explotar esa diferencia de la mejor manera. En la obra él es un político en plena campaña y aparentemente muy interesado por los derechos de las minorías. Ella, una mujer exitosa que debe enfrentar un diagnóstico médico para nada favorable. Además, tienen una hija, adoptada, ahora ya una adulta.

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La intriga principal de la obra se devela a los 10 minutos, porque es el desencadenante para desarrollar lo que realmente importa: ¿somos quiénes decimos que somos o somos lo que los demás ven en nosotros? Lo que sigue es un ida y vuelta de ideas y conceptos de vida puestos en jaque en los que la verdad y la mentira, las apariencias y las realidades ocultas se baten a duelo.

Pero el verdadero duelo está en las actuaciones de Moria y Marrale. Dos escuelas, dos estilos, dos personalidades, dos perfiles, aparentemente en las antípodas. Sin embargo, la química puede más y los intérpretes se sacan chispas. Lo inesperado surge a cada rato, se van cayendo los velos de un secreto tras otro y con ellos, toda una vida construida sobre algunas certezas, empieza a tambalear ¿Qué será más fuerte? ¿El amor o la hipocresía y los prejuicios?

Los diálogos se suceden como un ping-pong de mentes agudas intentando encontrar el punto débil de sus contrincantes. Tanto Moria como Marrale tienen décadas de oficio y el escenario es un terreno que conocen de memoria. Y ahí van los dardos, de lado a lado.

Para Moria se trata de un papel que le cae como anillo al dedo, ya que el tema de la sexualidad y sus etiquetas es una bandera que históricamente enarboló, arriba y abajo del escenario. La actriz asume el rol que le toca con entusiasmo y picardía y lo defiende de punta a punta. Y lo de Marrale es extraordinario porque logra matices muy verosímiles para su personaje, entre la desesperación y la malicia; entre la incredulidad y la compasión. Se nota que le divierte, y mucho, mostrar su faceta de comediante (tal vez menos transitada que la dramática) y pasarla bien arriba del escenario.

Y precisamente eso es lo que ambos comparten con el público: una gran satisfacción mientras están haciendo su trabajo. Unas ganas y energías contagiosas que desparraman a ritmo de comedia y un profundo placer por su oficio. Marrale, de 78 años y Moria, de flamantes 79, son una cachetada de juventud, alegría y vitalidad que comparten con quienes están en la platea. Por eso, cuando se los ve bailando en el saludo final al timo de Burning Love en la icónica voz de Elvis Presley, uno tiene ganas de salir a bailar con ellos y contagiarse de ese «amor ardiente», de ese fuego sagrado que nunca se extingue.

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