Detrás de escena

Luis Machín, el actor camaleón: de Sigmund Freud a Albert Einstein

Después de interpretar al padre del psicoanálisis durante varias temporadas en «La última sesión de Freud», ahora se luce en la piel del genial científico en «Relatividad», con funciones en el Picadero.

Texto: Sandra Commisso. Fotos: gentileza prensa

Interpretar a una figura histórica real tal vez sea uno de los mayores desafíos para un actor. Encontrarle a ese personaje su profundidad y verdad sin convertirlo en una imitación ni en una parodia puede ser una tarea compleja. Más aún cuando esas figuras alcanzan niveles de popularidad mundial y se transforman en íconos, como sucedió con el psicoanalista austríaco Sigmund Freud y del físico alemán Albert Einstein.

En ambos casos, su imagen se volvió tan poderosa que ya forma parte de la cultura popular occidental y son caras inmediatamente reconocibles para la gran mayoría de las personas. Pero hay un actor argentino que les prestó el cuerpo, no a uno de ellos, sino a ambos, en sus respectivas obras teatrales: Luis Machín. Y en ambas, brilla en el rol.

Primero, en la piel del padre del psicoanálisis, Machín interpretó a Freud a lo largo de varias temporadas en La última sesión de Freud, una obra de Mark St. Germain, en donde el famoso médico, ya en el final de su vida y padeciendo una enfermedad, tiene una discusión filosófica y existencial con el académico C.S. Lewis, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Un dato curioso es que más de una década antes, Machín había interpretado el rol de Lewis en otra versión de la pieza.

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Ahora, una vez más en el escenario del teatro Picadero, el actor rosarino se pone al hombro otro personaje igual de significativo y potente de la historia del siglo XX: Albert Einstein. En este caso, la obra es del mismo autor, el estadounidense Mark St. Germain, en la que Machín está acompañado por Gabriela Toscano y Catherine Biquard, dirigidos por Carlos Rivas. Su título, Relatividad, remite directamente a la teoría que el científico publicó en los primeros años del siglo XX y que revolucionó no solo la ciencia sino toda una concepción del mundo. Pero también alude a un aspecto poco conocido de Einstein, vinculado a su rol como marido y padre.

En La última sesión… se exponían frente a frente dos pensamientos antagónicos principalmente sobre la existencia de Dios, pero los personajes también debatían sobre el amor, la sexualidad y otras cuestiones fundamentales de la vida. De esa manera, era posible asomarse un poco al pensamiento de Freud, más allá de su aporte fundamental psicoanálisis y descubrir cómo su formación y su modo de pensar fueron forjando el aporte a la psicología que dejó como legado.

En el caso de Relatividad, es el encuentro aparentemente fortuito con una periodista que quiere entrevistarlo, lo que dejará al descubierto su pensamiento científico pero sobre todo, su postura ante el matrimonio, la paternidad y los vínculos más cercanos en general. En la interpretación de Machín descubrimos a un hombre ambiguo, con una mente brillante, una de las más brillantes de la Historia, pero también con un costado poco agradable, egocéntrico, egoísta y poco cariñoso. Aún así, Machín logra dotar al personaje de una humanidad fundamental con la que genera, por igual, antipatía y ternura.

Cuando interpretó a Freud, Machín apeló a su propia experiencia con el psicoanálisis y brindó desde el escenario a un Sigmund Freud atormentado por sus dudas existenciales y también profundamente dolorido y triste por la enfermedad que lo estaba consumiendo, mostrando un lado humanizado y carnal del personaje que despertaba mucha empatía.

Por otra parte, el Einstein que propone actualmente en el Picadero es un ser que no teme en ser directo con sus conclusiones, aún cuando pueda herir a otras personas. Es un hombre que se sabe genio y por momentos lo disfruta tanto como lo sufre. También es alguien que apela a un sentido del humor muy ácido y sarcástico, quizás como un arma de defensa para no mostrarse vulnerable.

En ambos casos, la interpretación de Machín nos acerca a estos personajes de una manera única, los sacan de la imagen cristalizada en donde los colocó la Historia y propone una visión más humana y global de ellos, con menos prejuicios y mitos. Incluso, desde su apariencia física (uno con su barba, lentes y pipa legendarios y el otro con su emblemática blanca cabellera despeinada) hay un trabajo impecable. No tenemos la posibilidad de saber realmente cómo fueron estos hombres en su vida íntima y cotidiana pero justamente lo que hace Machín es sacarlos del póster y encarnarlos de una manera absolutamente verosímil y humana. Y eso solo lo logra un actor que es puro talento.

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