Detrás de escena

Paula Baigorrí: «Me divierte hacer hablar al desvarío en escena, al caos, al no entendimiento»

La obra de la provincia de La Rioja, «Atenta Ida», acaba de volver de una gira por España. Hablamos con su creadora y protagonista, Paula Baigorrí sobre este trabajo y sobre la actualidad de la escena riojana.

Texto: Damián Serviddio. Fotos: gentileza Atenta Ida.

La obra escrita por Paula Baigorrí fue ganadora del tercer puesto de la 36° Fiesta Provincial del Teatro en La Rioja y seleccionada en la edición 2022-2024 del Catálogo de Espectáculos del Programa INT Presenta y de INT Invita. Si bien desde 2019 realiza funciones en diversos ciclos y festivales en distintas provincias del país como San Juan, San Luis, Mendoza, Córdoba, Buenos Aires, Entre Ríos, Catamarca y La Rioja, su historia se remonta algunos años atrás.

El inicio del proceso de Atenta Ida ocurrió en un espacio de taller de producción escénica en 2016. Era un grupo de 15 personas, entre estudiantes y docentes de la Universidad Nacional de las Artes, que ensayaba los días lunes La vida urgente, una obra de creación colectiva con música en vivo y un alto despliegue de cuerpos en escena. «Los jueves se abrió otro espacio al cual asistíamos la mitad del grupo total de los lunes, con una intención un poco más difusa e incierta al principio. El desafío era producir un proyecto más personal, indagar en torno a alguna idea de obra X, en donde pudiéramos trabajar desde un deseo más íntimo en relación a la actuación», recuerda Paula. «En ese momento a mi me daban muchas ganas de hacer un dúo, de andar de a dos, actuar en varietés, de actuar más y más seguido, de hacer, aunque no sabía con quién. Durante el primer encuentro todes dijeron que deseaban armar una obra propia, a lo unipersonal, y como quien aprende a caminar mirando, yo les seguí el paso. Será que me reuniré conmigo, me dije. Nunca antes me había encontrado en la sala de ensayo a solas, en ese silencio tan abismado que se arma, preparando un material propio para que en un rato no más, en ese mismo taller se reaccione ante eso, se detenga el tiempo, se provoque algo inesperado, que ocurra lo que preví y lo que no, y que luego se hable de eso, se vuelva a probar, se indague sobre esa obra que aparece ahí, adentro, atrapada, y que por esas hazañas de la soledad, se desprenda un pequeño mundo donde como una niña, una actriz juega sola».

Cuando Paula empezó a crear material quería actuar algo puramente físico, sin texto, no decir nada. Desde un principio y sin que ella lo decidiera, su cuerpo en escena ya hablaba de acallar. «Distinto a simplemente callar, acallar significa que un sonido va cesando. Como la respiración de un muerto reciente, o el fade out en la música, acallar es mover un sonido hacia el silencio, como mutear. Eso me interesó. Mientras que callar es un estado de silencio, acallar es una acción para provocar ese silencio. Claro, yo misma quería acallarme haciendo una obra sin decir y cuando arranqué a decir, se abrió un universo dramatúrgico al cual enfrentaba también por primera vez», analiza Baigorrí, quien de adolescente escribía relatos breves y poesía, pero nunca una obra. En esta oportunidad se dedicó a hacer cosas con las palabras: improvisando, escribiendo, recortando. Así armó un Frankestein de distintas siluetas, una especie de constelación de voces que orbitan en torno a una mujer, una estrella herida que canta a pesar de sí.

«Apenas empezamos a armar las obras sabía que quería que mi actuación circulara. Daniel Misses, quien ofició de dramaturgista del proceso de creación, es quien nos guió para tomar decisiones muy concretas respecto a las puestas y su futura movilidad. De allí surgieron varias obras, con algunas decidimos estrenar juntas haciendo de una ordinaria función, una velada maratónica de teatro en Buenos Aires con cinco obras al hilo, una tras otra. Lo llamamos ‘experiencia vértigo’. Éramos Pedro León Alonso, Nicolás Gentile, Gabriel Riesco, Lucas Scott y yo», recuerda Paula. «En principio empezamos a girar por Buenos Aires, por la provincia de Buenos Aires, Entre Ríos. Después junto con Josefina de Cara y Lucas nos asociamos para hacer teatro en La Rioja y en donde sea que nos invitaran a ir. Y así fue. Giramos por dentro de La Rioja, por San Juan, Córdoba, San Luis, Catamarca, Río Negro, Mendoza, Rosario, lugares del país que conocimos trabajando. Hoy con más de setenta funciones encima puedo afirmar que la obra es algo más que humano, como decía Ure. Es un parque de diversión en donde aparece la risa, el llanto, la adrenalina, el miedo, la belleza de actuar cada vez, caer, volar, gritar, babear, y todo con el cuerpo. El cuerpo puesto a prueba en la ficción».

Hace tiempo que Paula quería conocer España porque intuía que sería una experiencia fuerte culturalmente para ella y para el imaginario de la obra. Unos años atrás se había empezado a interesar por el flamenco, el cine español y «ese universo tan familiar que ahora puedo corroborar que existe allá». Quería conocer Asturias, el lugar de dónde venía su abuela y sus hermanas. Una de las fuentes de inspiración más grande de la obra es el disco «Canciones del tiempo de Maria Castaña» que hicieron Leda Valladares y Maria Elena Walsh en 1958. El título evoca un tiempo remoto, y el álbum incluye canciones de diferentes regiones españolas con influencias medievales y renacentistas que siempre le resultaron muy fascinantes. «Hace unos años estudiando en Buenos Aires, conocí a un amigo vasco, Endika Portobello, quien también me manijeó a ir para allá y me puse a producir. Apliqué a la convocatoria de circulación internacional de obras impulsado por el Instituto Nacional del Teatro en el año 2024 y quedé. No lo podía creer. Fue mi primer viaje tan lejos, a raíz de un impulso para que profesionales de las artes escénicas como yo podamos expandirnos desarrollando nuestra actividad laboral tanto en Argentina como por fuera del país», explica Paula sobre la internacionalización de su puesta. «Me conmueve un montón pensar en lo que provoca el teatro en su itinerancia. En estos años, moverme con frecuencia entre provincias, me llenó de fuerzas para entender que lo que estamos haciendo en escena está ahí dentro, pulsando tan fuerte y definido que lo que contamos sostiene su provocación más allá del contexto. Pienso en la itinerancia como una dimensión fundamental para el trabajo, sería como la dramaturgia de la producción, cómo se compone la obra de acuerdo al lugar a donde voy, a las personas que serán el público de ese día, qué posibilidades propone cada territorio. Una serie de preguntas que me impulsan al movimiento».

Cuando empezó a crear Atenta Ida, Paula tenía 20 años, era su primera obra, no había una referencia anterior y tampoco tenía muy en claro qué provocaba su presencia en escena. En aquel espacio de creación, cursando la carrera, en ensayos de obras, en entrenamientos de grupo y otros talleres a los que asistió fue descubriéndose. «Me gusta pensar en la idea de capas, de una imagen de Ida fragmentada, entre el brillo y la oscuridad por la que oscilan las figuras de poder femeninas. Lo que se dice en susurro, lo poco que se sabe y se inventa, se agranda. Me divierte esa posibilidad del lenguaje, hacer hablar al desvarío en escena, al caos, al no entendimiento. A veces solo escuchamos cuando hilamos y hay coherencia, cuando en verdad el mundo cada vez más carece de ella. En el teatro quiero mostrar eso que está roto. Quizás prefiero cuando el orden aparece en lo técnico, en el estar, para que después el relato desate y el público vaya a hilar a su gusto. Esa parte del proceso de la obra la asumí con el tiempo. No darle al público el cuentito convencional e insistir en una búsqueda que seguramente con los años, se profundice, se complejice y esclarezca. Decido incomodar y no gustar en todo caso a dar algo servido y fácil. Creo que pasa en otras obras que dirigí y me siento muy orgullosa de haber sido cómplice en ese desafío», indica.

Paula asegura que siente una profunda pena por todo lo que ocurre alrededor de la actividad cultural en la actualidad. «Se bajó la sesión en donde se iba a tratar el proyecto de ley que busca derogar el decreto 345 y 346 que son los que, entre otras cosas, desmantelan el Instituto Nacional del Teatro. Pero se bajó por falta de quórum y ese tipo de acciones son sumamente desesperanzadoras para las generaciones de hacedores de la escena nacional que estamos actualmente trabajando por la identidad y la expresión de nuestras comunidades. En un contexto donde menos personas expresan con sus cuerpos y se dificulta el desarrollo de la imaginación, el clima se torna más propicio para las violencias y hostilidades, hay un horizonte de futuro muy acotado en donde gana el acallamiento justamente. Es una vergüenza cómo se está manejando el poder político ante la sociedad y muchos sectores de trabajadores que estamos siendo constantemente atacados y no tenemos posibilidad de trabajar dignamente», explica. 

Más allá del contexto sociopolítico, la escena teatral en La Rioja es muy diversa. En simultáneo, en distintos espacios, a una diferencia de muy pocas cuadras, se tiene un abanico de lo más amplio en donde podemos espectar una obra sumamente convencional y comercial, hasta un teatro disruptivo e incómodo como pueden ser algunas creaciones que surgen de la fusión de la danza con el teatro y de la música. «Me interesa ver cómo la escena se va abriendo a fenómenos que no son exclusivamente teatrales y que sin embargo manifiestan teatralidad, provocan encuentro y agitan la cultura en un público latente. Cómo dije anteriormente, estamos en medio de un fenómeno sumamente complejo para el desarrollo de nuestro trabajo. Viene siendo fuerte el ataque a la cultura que surfeamos de distintas maneras en cada territorio. Es una ola que tira y golpea violentamente al sector de trabajo al cual pertenezco que además es sumamente inestable, vulnerable, de recursos escasos -en la mayoría de los casos-, y en las provincias además contamos con poca historia de organización, de asambleas que aglutinen reclamos, de redes de espacios», detalla Paula.

También, dentro de su análisis, Baigorrí suma un dato para nada menor que tiene que ver con la consecuencias que aún percibe de la post pandemia y que en ciudades tan grandes como Buenos Aires pueden pasar inadvertidas. «En la universidad hay materias que al día de hoy se dan virtualmente por la falta de recursos a raíz del desfinanciamiento de los traslados de docentes de otras provincias, por ejemplo. Ese factor no es menor en una provincia que cuenta con una Licenciatura en Arte Escénico dentro de una Universidad Nacional. Eso repercute directamente en la producción local. Creo que la academia en general tiene que hacerse cargo de su rol porque, tanto ahí como en el Profesorado, hay espacios de formación invaluables para el desarrollo cultural de un territorio, y hay que habitarlos lo más que se pueda, generando redes, multiplicando las posibilidades laborales para las nuevas generaciones de hacedores», propone.

En un futuro cercano, Paula desea poder viajar con su trabajo por el norte, actuar para adolescentes, hablar de la sexualidad más en profundidad en obras que precedan este material. Conocer qué más hay dentro de ese tema, una continuación o reverberancia de esas voces de Atenta Ida. «Para pensar que quiero en el futuro, también pienso en el pasado, hago memoria cada vez porque desde allí produzco. Hoy gestiono una sala en La Rioja en donde puedo actuar y hacer mi obra, puedo programar obras de colegas. Me alegra que podamos continuar desarrollando vínculos más allá de lo convulso de estos tiempos. Creo que ese es nuestro horizonte, defender las luchas históricas y los derechos conquistados, al mismo tiempo que nos enredamos y promovemos el sostén mutuo entre provincias, grupos, personas, tramando redes. Nunca está de más agradecer la presencia de la universidad pública y gratuita para formarnos y encontrarnos a pensar, a organizarse y a defender nuestros derechos», concluye Paula.

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