El actor habla sobre «Ahoradespués», el unipersonal que interpreta en el Picadero. La obra refleja el entramado de la relación entre un padre y un hijo de un modo universal y muy local, a la vez.
Texto: Sandra Commisso. Fotos: Gentileza Prensa.
Escrita por Guido Zappacosta, protagonizada por Federico Ottone y dirigida por Héctor Díaz, Ahoradespués asomó en la cartelera el año pasado y de a poco, se fue instalando gracias a un trabajo minucioso y delicado sobre un vínculo tan complejo y amplio como el padre con su hijo. La emoción y las pinceladas de humor retratadas en la voz de uno de los personajes terminan de armar una historia con la que es fácil sentirse identificado.
–¿Cómo surgió la propuesta de Ahoradespués?
-El texto era uno de los ganadores del concurso Contar, que organiza AADET (Asociación Argentina de Empresarios Teatrales). Y de cuatro obras seleccionadas se hace una presentación con el formato semimontado, para que los productores miembros de AADET vean los materiales, como para ver potenciales producciones. En este contexto Héctor Díaz, leyó Ahoradespués y pensó en mí para hacer ese semimontado. Yo tenía muchas ganas de trabajar con Héctor, y cuando leí el texto me pareció espectacular. Así que encaramos el trabajo con ese objetivo de una función, en el Picadero. Le pusimos mucho trabajo, porque los dos estábamos muy entusiasmados con el material, y después de esa presentación, nos llamaron algunos productores con intención de estrenar la obra.

-¿Qué expectativas tenías antes de su estreno el año pasado y cuáles ahora ya en su segunda temporada? ¿Qué te sorprendió?
-Trabajamos muchos meses antes del estreno, confiábamos mucho en el material. Tanto en el texto de Guido, como en el trabajo que hizo Héctor, junto con Juli Marcove (asistente de dirección) de puesta en escena. Así que teníamos mucha expectativa de lo que fuera a suceder, pero la idea inicial era hacerla por ocho únicas funciones. La respuesta que tuvimos superó ampliamente lo que esperábamos, la gente se identificó mucho con la obra, empezó a venir cada vez más público, así que fuimos sumando funciones desde junio hasta diciembre, en distintos días y horarios, y la gente siempre acompañó. Hay personas que han venido más de una vez a verla. Y ahora, este 2025 arrancamos el verano en el Picadero, con algunas funciones en Mar del Plata, y con perspectiva de seguir, así que no dejamos de sorprendernos, y disfrutar, además del trabajo que seguimos haciendo semana a semana para que la obra siga un recorrido y no se estanque. Todos los miembros del equipo somos muy obsesivos, así que seguimos corrigiendo, puliendo y hablando cosas de función a función.
-¿Qué es lo mejor de la historia y por qué crees que el público puede identificarse con ella?
-Para mí esta historia es preciosa, poética y muy popular. Eso genera una identificación en algún punto de la obra siempre. Básicamente es el punto de vista de un hijo. Y todos somos hijos. También me parece importante que en el circuito de teatro más comercial haya materiales de autores argentinos, donde los personajes se llaman como nosotros, recorren nuestros lugares, y más allá de lo universal de algunos temas como el amor, la muerte, etc. que ese recorrido sea desde un lenguaje nuestro, le da una potencia particular a la obra.

-Qué bueno cuando un tema universal como la relación padre/hijo encuentra una forma de expresión muy local, como en este caso.
-Sí, totalmente. Además, el humor que atraviesa todo el recorrido del material también hace que la cosa respire, y no apunte a producir un efecto en el espectador, o un golpe bajo. Esa sutileza de la puesta, con lo popular y universal del texto, creo que son una combinación que hace que pase lo que pasa con la obra. Y para mí es un placer enorme poder actuarla.
-¿Cómo ves el panorama del teatro argentino hoy? ¿Qué desafíos encontrás?
-Hay algo del teatro en Argentina que no deja de sorprender. El contexto actual, claramente es hostil para el teatro y para toda la cultura en general, ya que se está imponiendo desde algunos lugares de poder, y de gestión, un desprecio por toda actividad que no tenga un fin exclusivo de generar riqueza a un particular. Pero, así y todo, el público va al teatro, hace el esfuerzo y paga una entrada, quizás elige más cuidadosamente qué va a ver, pero hay algo, que en el teatro sigue pulsando, que sigue ahí, reuniendo gente, que me parece de las cosas más lindas que tiene nuestra actividad. Y justamente, en un contexto donde todo tiende al individualismo y el beneficio personal, una actividad que genera que la gente se junte para creer en algo, pensar, y compartir, aunque sea un rato, es de una ternura y una potencia muy poderosa.
Ahoradespués: funciones los martes a las 20 en el Picadero, Pasaje Enrique Santos Discépolo 1857.
