Críticas

La habitación blanca: un viaje pertubardor y sárcastico hacia los recuerdos de la niñez

La obra del catalán Josep María Miró, dirigida por Lautaro Perotti propone un ida y vuelta de la memoria de cuatro personajes, alternando el drama con algo de humor. Las funciones son los domingos en Timbre 4.

Texto: Sandra Commisso. Fotos: Giampaolo Samá

De entrada, La habitación blanca propone una prueba para la memoria. La obra del catalán Josep María Miró que dirige Lautaro Perotti en Timbre 4, nos enfrenta con los recuerdos que arrastramos desde la niñez o, más bien con lo que creemos recordar de aquella etapa. ¿Qué imágenes y sensaciones nos devuelven de un plumazo a ese momento primitivo de nuestra historia? ¿Qué personas y situaciones queremos guardar como tesoros en nuestra memoria y cuáles preferimos desterrar o directamente borrar? Esos son algunos de los interrogantes que surgen de esta comedia dramática, con cierto tinte de humor negro.

Carlos, Laura y Manuel se reencuentran con la señorita Mercedes, la maestra que les enseñó a leer y a escribir cuando eran chicos. Pasaron más de treinta y cinco años, ahora son adultos y sus vidas fueron por caminos bien diferentes. El reencuentro, aparentemente casual, con la maestra resultará inquietante para cada uno de ellos y abrirá interrogantes y viejas heridas.

Aparentemente nadie tiene escapatoria en esta revisión del pasado, aún cuando hagamos un esfuerzo por borrarla, la memoria se esfuerza por regresar una y otra vez, aún cambiando sus formas. El autor construye una trama íntima que combina drama, humor y reflexión y ubica a los personajes en una abrupto viraje hacia su pasado, más específicamente a su niñez. Allí, cada uno se enfrenta con aquellos sueños que todavía estaban intactos y luego los devuelve al presente, sin anestesia. En ese ir y venir hacia aquella tierra de ilusiones, la adultez se va tornando un paisaje entre desabrido, desolado y sin esperanzas. La cruda realidad se impone entre lo que estos individuos soñaban ser y lo que finalmente son.

Una puesta en escena minimalista, apenas con una mesa y un par de sillas todas blancas sobre un tapete igualmente blanco, casi como de quirófano, alcanza para dar cuenta de ese espacio infinito que puede ser la memoria, a la vez que está constantemente acechado por el presente y su oscuridad.

Según dice el director: «La obra es una invitación a revisar el pasado para poder construir el futuro y pone en valor los primeros años de la construcción de un individuo, el rol fundamental de los docentes y la infancia como momento fundacional del ser humano».

El texto de Miró es una maquinaria que viaja entre el pasado y el presente, de manera aparentemente desordenada, aleatoria y caprichosa como lo hacen los recuerdos. Y requiere de cuatro grandes intérpretes para sostenerlo con la audacia y el ritmo necesarios.

El rol de la señorita Mercedes, a cargo de Miriam Odorico es infalible para hacer de eje e hilvanar las historias de sus tres ex alumnos, interpretados por Andrés Ciavaglia, Melisa Hermida y Alfredo Staffolani, que pudieron encontrar un tono bien distinto entre sí para sus respectivos presentes pero a la vez, unificados en esa infancia compartida. La dirección de Lautaro Perotti logra que en ese carrusel de personalidades y vidas tan disímiles haya una coralidad justa para sostener el interés del espectador siempre al borde imprevisible de cada recuerdo.

Todos vivimos una infancia y sobrevivimos a ella, con su memoria correspondiente. Para algunos, la niñez será el paraíso perdido y para otros, un infierno al que nunca querrán volver. En el medio, estarán quienes oscilen entre momentos de absoluta ilusión, de cuando la vida era una infinita posibilidad de sueños por cumplir o, por el contrario, de traumas que dejaron marcas imposibles de borrar, cuyas cicatrices llegan hasta el presente.

La habitación blanca nos lleva, de alguna forma y a cada uno a su manera, a ese momento único e irrepetible donde están las raíces de fundacionales de nuestra identidad. Nos permite conectar con la emoción, con el miedo, con la alegría y con la incertidumbre de no estar seguros si lo que recordamos, fue real o solo una invención de nuestra mente.

La habitación blanca. Funciones los domingos a las 19 en Timbre 4, México 3554. Entradas por Alternativa Teatral.

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