Detrás de escena

El mundo laboral sube a escena con 28 artistas para mostrar la tiranía del sistema

«A la fábrica! (o los trabajos y los días)», la obra de Sergio Sabater, refleja las condiciones actuales de obreros y obreras, apelando a la danza, la destreza física y lo audiovisual. Las funciones son en la sala Beckett.

Texto: Redacción Todo Teatro. Fotos: gentileza prensa.

El universo laboral y de la producción industrial en el devenir humano es el eje que propone A la fábrica! (o los trabajos y los días, la obra dirigida por Sergio Sabater que reestrena el 7 de julio con funciones los domingos, en el Beckett. Estructurada en tres grandes escenas, representando tres turnos: mañana, tarde y noche, y con 28 intérpretes en escena, el objetivo es desnudar de manera mecanicista y arrolladora las contradicciones experimentadas por el ser humano durante la jornada laboral. 

Combinando la danza, la música y la expresividad de los cuerpos junto con el lenguaje audiovisual, actores y actrices se prestan al juego de ida y vuelta de identidades con obreros y obreras industriales, para poner en evidencia la violencia del sistema que los envuelve. Detrás de la figura del operario industrial aparece otra identidad, la del actor y la actriz que lo encarna, en un juego de roles en el que se desnudan las historias personales de los mismos artistas. El movimiento, la potencia física, el lenguaje corporal y la fuerza vocal, reflejan el cansancio experimentado durante la jornada laboral, donde el agotamiento es, a la vez, la fuente de creación y el eje organizador de las escenas.

Su director, Sergio Sabater, cuenta cómo surgió la idea y cómo impacta esta puesta en escena en el contexto actual de explotación y precarización laboral que se expande a casi todos los ámbitos del trabajo.

¿Cuál fue el punto de partida de la obra?
-La obra surge como una voluntad de interrogar las contradictorias dimensiones del trabajo humano en el ámbito de las sociedades contemporáneas. En un estadio de crisis global donde se reconfiguran las relaciones laborales, en virtud de la automatización creciente de la deriva tecnológica, del trabajo a distancia, de la precarización de las relaciones y los convenios, queríamos incursionar en una interrogación escénica sobre estas dimensiones. Lo hicimos regresando a la organización del trabajo en la sociedad moderna que tiene como núcleo central a la fábrica como unidad funcional del trabajo industrial.

-El hecho de que sean operarios y operarias de una fábrica imagino que tiene que ver con condensar la idea del mundo laboral en una imagen clásica.
-La fábrica se convirtió en una metáfora del mundo laboral donde se recrean los tres turnos del mundo fabril y donde operarios y operarias acuden al llamado de las viejas sirenas que marcaban los cambios de turno El imaginario de la obra está muy vinculado al cine de Raymundo Gleyzer. Algunas imágenes y hasta los himnos de sus películas funcionaron como verdaderos disparadores a la hora de construir las escenas.

-Con un panorama cada vez más preocupante para el mundo de los trabajadores y trabajadores, la obra resulta un fuerte llamado de atención hacia ese sector postergado.
-Sí, creo en tiempos de precarización e intolerancia invitar a la reflexión sobre los mecanismos de producción de riqueza es también una manera de poner la lupa, de la mano del arte, sobre las contradicciones que nos atraviesan en el presente.

¿Cómo resultó el proceso de trabajar con un elenco tan numeroso?
-El proceso fue complejo y al mismo tiempo muy gratificante. Las improvisaciones colectivas e intervenciones individuales fueron, junto con la dirección, configurando un lenguaje escénico ligado no solo a la dimensión situacional que convoca lo teatral sino también a un despliegue en el espacio donde las dinámicas coreográficas y de movimiento, las marchas, las canciones y el diseño espacial configuraron las dinámicas de la puesta en escena.

-Coordinar a tanta gente es un espacio reducido debe ser como armar un rompecabezas.
-En un momento les pedimos a los actores y actrices una reflexión de aquello que estaba aconteciendo en escena y una de las actrices reflexionaba respecto de ser 29 cabezas y 58 pies en un espacio reducido. 29 cabezas y 58 pies trabajando juntos en velocidad a veces y encontrando dinámicas propias de los escénico. Por otro lado, es un grupo que tuvo que aprender a escucharse mucho. En total somos 31 personas que trabajamos cada ensayo juntos y cada función y eso requiere de mucha escucha, de mucha organización. Reclama un lenguaje común que supone valores compartidos, lógicas de organización y reparto de tareas que hicieron del elenco una suerte de comunidad artística.

-¿Cuál es la propuesta al público? ¿Qué es lo que verá el espectador de la obra?
-La propuesta convoca tanto a la reflexión como a la emoción. El espectador, en principio, se va a encontrar con un elenco más grande de lo que se ve habitualmente y en el cual no hay protagonistas, sino un colectivo, una totalidad de operarios y operarias; representantes del trabajador y la trabajadora comunes, que pueden ser tanto fabriles como de servicios absolutamente actuales. Pero también se encontrará con un relato audiovisual, con mucho movimiento (propio del lenguaje de la danza), con canciones y con la recreación de las luchas de los trabajadores para mejorar las condiciones laborales.

A la fábrica! (o los trabajos y los días) tiene funciones los domingos a las 19.30 en el Beckett Teatro, Guardia Vieja 3556. Entradas por Alternativa Teatral.

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