La actriz y cantante rinde homenaje a un icónico del espectáculo en el unipersonal «Una película sin Julie» que se presenta en el Teatro Maipo.
Texto: Sandra Commisso. Fotos: gentileza prensa.
Rendir homenaje sobre un escenario puede ser un arma de doble filo, ¿Cómo evocar a un artista sin imitarlo?, ¿cómo traerlo al presente sin caer en reminiscencias demasiado azucaradas? Una película sin Julie es un ejemplo de cómo superar esos escollos y logra algo mucho mejor: el espectáculo supera al tributo sin que el artista homenajeado deje de estar omnipresente. La obra escrita por Fernando Albinarrate, con dirección de Julio Panno, que se presenta en el Maipo, tiene una protagonista fundamental para lograr esto: Lucila Gandolfo, quien también fue quien aportó la idea original.

En el escenario ella es Catalina Lonely, una niña que descubre a Julie Andrews en la película La novicia rebelde. Sin saberlo, ese hecho marcará su vida, en todo sentido. «Lo que le pasó a Catalina, de alguna manera, me pasó a mí cuando vi la película a los seis años», cuenta la actriz y cantante argentina. «Recuerdo haberme quedado llorando porque quería ser uno de los chicos de la familia von Trapp», recuerda. «Yo era muy tímida y soñaba con el capitán von Trapp, con todo su romanticismo y ese momento mágico del gazebo».
Su pasión por la intérprete británica de La novicia rebelde, Mary Poppins y Víctor Victoria, entre otros muchos títulos tuvo eco en el músico y autor Fernando Albinarrate quien finalmente, luego de muchos años, le dio forma a este espectáculo unipersonal que no solo deleita a los admiradores de Julie Andrews sino que también conmueve a cualquiera con una historia absolutamente universal.
Para Gandolfo, Andrews merecía un homenaje por protagonizar dos roles icónicos para la infancia de varias generaciones como el de la novicia María y la institutriz Mary Poppins. En Una película sin Julie hay referencias a estos personajes y algunos más que a lo largo de varias décadas Andrews protagonizó en el cine y el teatro.

La Catalina niña que vemos en el comienzo de la obra en el Maipo se va transformando a lo largo de las escenas en una adolescente, una joven y luego, en una mujer más madura. Esa metamorfosis, Gandolfo la logra apelando a un recurso sencillo pero muy potente en su vestuario, con foco principal en sus zapatos. De alguna manera, la actriz se pone en los zapatos del personaje, que va viviendo distintas situaciones en su vida. Y todos tienen alguna referencia a la querida Andrews.
Los sueños por cumplir, muchas veces truncados por circunstancias dramáticas, van quedando relegados en el algún rincón del inconsciente. Y necesitan de nuevos hechos, también dramáticos, para volver a ver la luz. Pero no todo es drama. En la obra, como en la vida misma abundan los momentos de humor, de ternura y de asombro, siempre hilvanados por las canciones que hizo famosas Julie Andrews y que ahora recrea maravillosamente Lucila Gandolfo.
El amor y el desamor, los miedos y la valentía, los deseos y dolores forman parte del abanico que propone esta puesta en escena, con piano en vivo, lo que le suma emotividad a la historia de Catalina. Además, el parecido físico de Gandolfo con los rasgos de Andrews hace más potente la evocación.»Trato de invocar el espíritu y es la imaginación de la niña la que la trae a escena. Eso me resguarda de no intentar imitarla», dice. «La idea es mostrar la belleza de la sencillez, algo que Julie cultivó toda su vida, sobre todo como cantante».

Además de la película que marcó su vida, como le sucede al personaje de Catalina en escena, a los 10 años, Gandolfo recibió un piano que le regaló su tía abuela. Sumado a la herencia de su bisabuela actriz, de alguna manera, su camino artístico, como el de Andrews que comenzó a cantar de niña, parecía ir tomando su rumbo. «Como se muestra tambíén en la obra, creo que el arte te ayuda a sobrevivir», asegura. «Y el mensaje, más allá de eso, es hermoso porque habla de que aunque un sueño se pueda truncar por un trauma, siempre puede haber alguien a quien ayudaste, que vuelva para rescatarte».
Ahora, además de seguir con las funciones en el Maipo, hay otro sueño pendiente: el de que la mismísima Julie Andrews vea el espectáculo. «Yo averigüé su dirección en Nueva York y pude ir a su casa. Llegué a tocarle el timbre, Desde el otro lado del portero eléctrico, me respondió su voz inconfundible. Pero me dijo que era una dirección equivocada. Tiene 88 años y está bastante recluida, escribiendo», cuenta Lucila.
Sin darse por vencida, le dejó una carta en donde le hace saber su admiración plasmada en la obra que le rinde homenaje. Posiblemente, Una película sin Julie llegue a alguna sala en Nueva York pronto y entonces, tal vez, como ocurre en el escenario, suceda el milagro. ¿Por qué no?
Una película sin Julie. Funciones los jueves a las 20 en Teatro Maipo, Esmeralda 443. Entradas por www,maipo.com.ar
