Entrevistas

Los gestos bárbaros. Un intento de entender el amor y el horror de ser familia

La obra de Juan Ignacio Fernández regresa para una tercera temporada, en este caso los miércoles de abril en Hasta Trilce. Todo Teatro habló con todo su elenco, que incluye la incorporación de la actriz Matilde Campilongo.

Texto: Redacción Todo Teatro. Fotos: gentileza prensa.

Esta noche vuelve la obra Los gestos bárbaros dirigida por Cristian Drut. El elenco de esta temporada está integrado por Valentina Bassi, Laura Novoa, Matilde Campilongo, Francisco Bertín e Ignacio Rodríguez de Anca. En el texto de Juan Ignacio Fernández, Emilia vuelve a su casa familiar después de muchos años luego de un accidente que le dejó algunas secuelas. No puede recordar: sus propios recuerdos se mezclan con la muerte del padre. El reencuentro con su familia será el motor para que ella pueda volver o quedarse.

«Hace muchos años trabajé con Cristian en una obra de Jean-Luc Lagarce y nos quedamos con muchas ganas de trabajar juntos. Cuando estábamos ideando esta obra me propuso sumarlo a Juan, y a mí me encantó la idea, hacen una gran dupla. Es un placer para mi conectarme cada noche con ese mundo que respira la obra», nos cuenta Valentina Bassi. «Es un gran trabajo de grupo, cuando empezamos a ensayar no teníamos nada, ni sala, ni elenco completo, ni obra. Éramos nosotros y las ganas de hacer: había tres escenas escritas y algunos temas que queríamos explorar y sobre todo muchas ganas de encontrarnos y actuar. Fue un proceso único».  

«Juan Ignacio trabaja el texto de una manera muy inteligente y sensible, sabe muy bien donde colocar la acción dramática. La forma que tiene de tratar los vínculos hace que el subtexto se encuentre latente en todo el material. Realmente es un placer trabajar con el universo y los personajes de Juan Ignacio, porque son subjetividades infinitas, donde el campo asociativo que se puede ir abriendo es ilimitado. Hay una riqueza poética y dramática en la que uno puede adentrarse con mucho juego, el entramado familiar se construye como un telar donde las miserias y las bondades se funden en un escenario tan humano como contradictorio, todo se combina. La mano de Cristian hace que estos textos cobren una potencia enorme. Cristian es un director que trabaja mucho con lo que en el proceso de ensayos aparece, es un director muy intuitivo con un nivel de escucha muy grande. No subraya sino que amplifica lo que quiere decir el material. Le da hondura a lo que quiere contar. Es un director muy profundo e inteligente, de una gran sensibilidad. Es muy lindo ser dirigido por él porque es muy sutil a la hora de dirigir actores, y con un material como el que escribió Juan, todo es ganancia. Además de una impronta siempre particular para pensar la puesta en escena. Es un director que trabaja de manera muy colectiva con todo el equipo creativo», detalla Francisco Bertín. «En esta obra la escucha entre personajes es fundamental. Si bien, es algo que siempre debe suceder en el teatro, en este material la riqueza también está en lo no dicho, en la tensión de sostener una situación, una mirada, en la gravedad de lo que se dice segundos después de ser dicho. En la suspensión las palabras flotando en el ambiente. La potencia está en lo que construyen y van acumulando el resto de los personajes cuando el otro habla o acciona. Por eso, la escucha y la acumulación emocional interna son fundamentales. El personaje de Tadeo, me ofrece la posibilidad de acumular y morder en todo momento. Es un personaje que absorbe y por momentos erupciona como un volcán. Es muy extremo pero a su vez sensible e incomprendido por el resto. Trata de llamar la atención, y pide cariño como puede. Es un abandonado permanente que en el círculo enfermizo al que llega esta familia pareciera ser solo un rebelde. Pero es mucha más que eso. Está totalmente afectado y condicionado por su historia y por las circunstancias en las que vive. Trata de sobrevivir desde la herida, es un personaje que transita por ese interior familiar sin piel, hipersensible a todo. Pero a su vez, es un chico lleno de ternura que se expresa como puede».    

Matilde Campilongo, nos dice: «A mi trabajar con esta dupla me resulta muy enriquecedora. Yo tuve otra experiencia ya con ellos trabajando juntos en la obra ‘Tu amor será refugio’ y fue muy hermoso el proceso. El mundo que Juan Ignacio propone en su obra y el procedimiento que arma Cristian para contarlo me resultan muy atractivos. La obra es realismo vincular, entonces hay que llevar a escena ese tejido que arman los actores para que lo que contamos suceda realmente entre hermanos, madre e hijos, parejas. La ausencia de una escenografía realista a mí me encanta, porque el apoyo está básicamente en las actuaciones y las tensiones que generamos en el espacio, eso me parece complejo de abordar y a la vez es lo que más me atrae de trabajar con los compañeros. Para mi especialmente el mayor desafío de esta obra es que vengo a reemplazar a una actriz y no pude realizar el proceso creativo de la obra, pero por otra parte fui tan bien recibida, que todo está siendo muy amoroso. Y además el vértigo que implica hacer este reemplazo en poco tiempo también me convoca y me entrena. La obra me encanta y el elenco también, así que ahora resta estrenar y disfrutar».  

«La verdad es que fue un placer el proceso de ensayos, fuimos construyendo estos personajes muy de a poco, se iba entregando el material escrito mientras que íbamos ensayando. Empezamos haciendo diez hojas del autor y en manos de la dirección de Cristian podíamos componer y trabajar esos personajes de una manera muy artesanal, muy propia, muy única, con mucho tiempo para poder elaborar los por qué de cada una de las acciones que tenían. Y después de ensayar durante un tiempo y parar volvimos a retomar con la segunda parte del texto. También al ser un proceso de teatro autogestionado, nos permitió trabajar con tiempo para poder esperar el texto y también para poder esperar los resultados de los ensayos con respecto a los personajes. Hay algo de este material en concreto y de la forma en la que lo trabajamos que hace que el espectador, cuando venga a vernos, está casi como espiando por una cerradura un partidito de fútbol entre amigos. Estamos haciendo lo que queremos porque nos gusta, un grupo de actores que no tenía una necesidad de hacerlo más que la necesidad artística de poder elaborar y trabajar personajes complejos», asegura Laura Novoa. «Esta obra lo que requiere en especial creo que es esta manera que creó Cristian, más que la dramaturgia, fue la dirección, la propuesta de la dirección con respecto a que todos los personajes estén presentes todo el tiempo en sus diferentes estados de presencialidad hacia un conflicto. Me parece que eso es muy interesante, todo lo que se da con respecto a la órbita de pensamiento y al personaje, como si pudiéramos actuar de afuera y de adentro la misma persona o diferentes partes de su psiquis, de su pensamiento, de su estructura, de su personalidad, las múltiples personalidades que puede llegar a tener uno y cómo puede ser espectador y protagonista de su propia realidad. Eso es lo que te exige la obra como actor, porque estás todo el tiempo en escena, afuera y adentro del conflicto, y te permite mostrar diferentes aristas con respecto al personaje. Y el personaje en sí mismo me confrontó, me permitió investigar sobre las oscuridades de la maternidad sin que eso sea valorativo o des valorativo, sin juzgar poder entrar en la oscuridad del puerperio, y del no reconocimiento del hijo y del no contacto, la no empatía con un bebé. Me parece que es súper interesante poder, sin juzgar, porque en definitiva también el ser humano en cuestión, el personaje en este caso, es víctima de su propia no empatía y de su propio conflicto, que sin que de otra manera se juzgaría como una mala madre. No está juzgado, sino desarrollado. Para poder desarrollar eso en un personaje, tenés que tener muy claros los contextos, para poder bucear algo que es tan tabú».

«Trabajar con Juan Ignacio y Cristian juntos fue diferente a mis experiencias con ellos por separado. Con Juan había trabajado en ‘Parias’, donde él había hecho una adaptación de la obra de Chejov. En ese proceso el había estado muy presente casi todos los ensayos y siempre traía alguna pequeña modificación o propuesta a partir de lo que veía en cada ensayo, mientras que acá el traía propuestas, que nosotros trabajábamos solos con Cristian. Después venía a ver, se tomaba un tiempo, reescribía y traía algo nuevo sobre lo que nosotros trabajábamos nuevamente. Y así fueron varias etapas. Con Cristian esta es la quinta o sexta obra en la que trabajo, y antes siempre habían sido obras de autores extranjeros, ya escritas, donde se trabajaba a partir del texto. En este caso cuando empezamos no había obra todavía y eso fue muy interesante, porque si bien ellos ya habían trabajado juntos, tampoco habían trabajado de esta manera. El no saber qué va a pasar con la trama ni con tu personaje es un desafío y fue una parte fundamental y atractiva del trabajo», indicó Ignacio Rodríguez de Anca. «En cuanto a mi personaje, mi atención estuvo puesta en que si bien quería que mi personaje fuera ‘desagradable’ para el público, no cayera en un cliché. Poder humanizarlo y construirlo a partir de los diferentes colores que tiene en la relación particular con cada miembro de la familia».  

Los gestos bárbaros se presenta los miércoles a las 21 horas en Hasta Trilce, Maza 177. Entradas por Alternativa Teatral.

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