Entrevistas

«El hombre que se fue», una obra oscura que se abre hasta convertirse en un café concert

La nueva propuesta del actor, director y dramaturgo Manuel Attwell acaba de estrenar en Planta Inclán y se centra, de modo disruptivo y atemporal, en las diversas formas del amor, la soledad y la muerte. Las funciones son los jueves a las 21.30 horas.

Texto: Redacción Todo Teatro. Fotos: Gentileza prensa.

El hombre que se fue es una obra fragmentada que gira en torno al concepto de que lo que no te mata te hace más débil. Y es así que los distintos personajes que encarna Manuel Attwell (acompañado en piano por Sebastián Sonenblum y por la bailarina Selene Irrazábal) funcionan como boyas de dramaturgia que dibujan un mapa conceptual sobre la falta, la orfandad, la carrera de Alicia por encontrar una lógica, el deseo de Dorothy de volver a casa. Son varios monólogos desesperados que con humor y pesimismo sugieren un rompecabezas que cada espectador interpretará y armará de modo diverso.

-¿Cómo fue el proceso creativo de la obra? ¿Qué experiencias propias o cercanas alimentaron la historia?
-El proceso fue muy solitario, tanto de escritura como prueba. Yo quería que la obra se estructurara como una foto rota en pedazos, piezas sueltas que no terminaran de encastrar pero que dieran cuenta de un álbum familiar a través de las subjetividades de los personajes; la fantasía propia de los cuentos infantiles (con niños perdidos en el bosque como metáfora del pasaje a la adultez), el derrotero por la ciudad de una mujer fantasma, sombras danzantes… Y que al mismo tiempo hubiera una suerte de puesta en abismo, que todas las imagenes contuvieran de alguna manera a las otras para que el espectador arme el mapa. Hay algo de la historia personal en el gen de la obra pero visto a través de un prisma deformante dado también por el género. El hombre que se fue empieza como una obra cerrada y oscura y se va abriendo hasta convertirse en una suerte de café concert.

-¿Cómo describirías el entramado escenográfico que se puede ver en la obra?
-La puesta es bastante escueta, hubo desde el principio una idea de armar un no lugar, una suerte de espacio flotante donde estas figuras espectrales pudieran pasearse. Para eso armamos unos paneles transparentes colgantes que tienen brillo y que reaccionan, según se los ilumine, como lluvia o hielo o cortinas de frigorífico. La luz de Matías Sendón -junto con el humo- es el otro elemento escenográfico que determina el carácter onírico y fantasmagórico de la obra.

-¿Cómo hilvanás esas historias de amor, soledad y muerte? ¿Qué personas merodean los monólogos?
-Todos los personajes que aparecen están solos y a la deriva, condenados al fracaso. Y hay algo de la cadena de transmisión de trauma familiar, de convertirse en aquello que se ha padecido que organiza un poco el trabajo. Pero ese sino trágico convive todo el tiempo con el humor, me interesa mucho esa zona ambivalente en la que una misma escena pueda conmover y provocar risa sin que se trate deliberadamente de una comedia o un drama. La música y las canciones, con el piano en vivo, también aportan a que esos imaginarios armen un mundo único, una especie de limbo del anhelo.

«El hombre que se fue» se presenta los jueves a las 21.30 horas en Planta Inclán, Inclán 2661. Entradas en venta por Alternativa Teatral.

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