La obra, basada en la novela de Sergio Bizzio, está protagonizada por Claudio Tolcachir quien también codirige junto a Lautaro Perotti, en Timbre 4.
Texto: Sandra Commisso. Fotos: gentileza prensa.
Se dice: «pinta tu aldea y pintarás el mundo» y en el caso de Rabia esa pintura se comprime a una buhardilla donde transcurre la historia, espacio suficiente para reflejar el Universo. Basada en la novela de Sergio Bizzio, con la adaptación de Mónica Acevedo, María García de Oteyza, Lautaro Perotti y Claudio Tolcachir, la obra es un compacto cosmos en el que conviven un hombre y todo lo demás: sus miedos, sus amores, sus fantasmas, sus miserias y sus sueños. Las funciones son en Timbre 4, el espacio que fundó Tolcachir y que lo recibe nuevamente en la actuación como a un hijo pródigo. La dirección también a su cargo junto a Lautaro Perotti.
La trama tiene una y mil capas. Así como empieza contando la historia del protagonista que se esconde en la buhardilla de una mansión porque está huyendo, enseguida se suma un hilo policial y luego otro más cercano al terror y más tarde o mejor dicho, paralelamente, un thriller psicológico en el que público se vuelve testigo y cómplice a la vez.

En esa espiral en la que el protagonista cuenta de modo casi minimalista su día a día, la supervivencia se vuelve cada vez más salvaje; el encierro se acerca a la claustrofobia y la ternura deriva en violencia. Hay otros personajes en Rabia; uno es Rosa, la novia a la que espía y con quien no puede tener contacto para no ser descubierto; y los habitantes de la casa, los dueños de la mansión que aparecen como la periferia amenazante. Con ellos, el ida y vuelta se va transformando en una verdadera lucha de clases, en una espiral desigual de poderes en juego.
Las metáforas que uno encuentra en este relato, inteligentemente adaptado con una puesta en escena que favorece la creación de climas, son decenas: está lo clandestino, lo prohibido, lo inalcanzable y también lo imaginado, el inconsciente y hasta la fantasía que puede llevar a la locura. ¿Dónde está el límite de lo real y lo que imaginamos? ¿Qué es verdad y qué es mentira o tergiversación?

Afuera hay un mundo al que él no puede acceder, está el peligro latente pero también la posible liberación. La lucha por la supervivencia acorrala al protagonista pero a pesar de la opresión, la historia logra mostrar resquicios de humor y ternura que se dejan entrever como los rayos de luz que se cuelan entre los pliegues de las persianas cerradas. Por cierto, el manejo de la luz es otro acierto de la puesta en escena.
Tolcachir, que en los últimos años forjó un sólido camino como director tanto en la Argentina como en España, se da el gusto de volver a sus orígenes y a su casa, en la que sala que él mismo fundó hace ya 20 años. Y lo hace como actor con esta obra que le exige todo en el escenario. Y así lo devuelve, llevando al espectador por cada rincón de esa casa/escenario, en la piel de un hombre que se va transformando a medida que pasa el tiempo y que no podemos dejar de mirar porque no sabemos adónde va a terminar,
Rabia tiene funciones los Jueves y viernes a las 21; los sábado a las 20 y los domingos a las 18, en Timbre 4: México 3553. Localidades en boletería del teatro o por Alternativa teatral.
