Entrevistas

Tamara Tenenbaum: «Me maravillan mucho las directoras de mis obras y siempre me hace muy feliz ver lo que hacen»

Como parte de la programación de verano de Caras y Caretas 2037, durante el mes de febrero se presentan las dos obras de Tamara Tenenbaum que fueron furor en el off y en la Avenida Corrientes: «Las Moiras» y «Una casa llena de agua». Todo Teatro dialogó con la autora de ambas piezas, quien además adelantó un poco de su nuevo trabajo: «El día más largo del mundo».

Texto: Redacción Todo Teatro. Fotos: gentileza prensa.

En Una casa llena de agua, propuesta ambientada en la década del noventa protagonizada por Violeta Urtizberea y dirigida por Andrea Garrote, una joven estudiante de Biología entra a trabajar como niñera en la casa de una familia acomodada. Entre peluches y frascos de compota Milena le irá contando a Angie, la bebé que cuida, su vida en tiempo real: sus miedos, sus romances, sus fantasías y el nudo en el que todas esas líneas se cruzan, la pregunta por un futuro incierto. Milena, despliega un universo que tiñe sus formas de sentir y de pensar: el fondo del mar y los seres que lo pueblan. La metáfora del océano como un lugar de posibilidades y también de peligro se va volviendo cada vez más intensa a medida que Milena intenta entender su propia búsqueda y los costos económicos, éticos y emocionales de la adultez.

Por otro lado, en Las Moiras -primera parte del binomio de El Dibuk, dos covers– la obra pone a dialogar de forma explícita dos mitos sobre el destino y su relación con los muertos: la leyenda judía del dibuk, un espíritu errante que no ha terminado su trabajo en la Tierra y por eso no puede cruzar al otro lado, y el mito de las moiras, las tres viejas del inframundo que en la mitología griega hilan, sostienen y cortan el hilo de la vida. La puesta dirigida por Mariana Chaud y con actuaciones de Analía Couceyro, Luciana Mastromauro, Flor Piterman y Fiamma Carranza Macchi, se centra en tres esposas de rabinos quienes tejen los destinos de todo el barrio de Once decidiendo quién se casa con quién. Se encuentran con la rebeldía de una joven que reclama el derecho a romper con el orden establecido. Cuando la chica intenta articular sus argumentos, un Dibuk se apodera de ella.

-¿Qué te pasa cuando ves tu dramaturgia puesta en escena? ¿Cómo fue el proceso inicial de ambas obras llevadas a escena?
-Yo escribo y no dirijo por ahora, y la verdad que como escritora me tengo mucha confianza, modestamente, pero no tengo inteligencia visual y no soy actriz. Por más que estudié teatro y me encanta el teatro, presto mucha atención cuando se dirige. No considero que yo tenga ese talento, por el contrario me pasó tanto con Andrea Garrote como con Mariana Chaud que cada vez que las veo ensayar las obras (porque si participó de los procesos de ensayo en la medida en que puedo, sobre todo en las primeras lecturas) me maravillan mucho y siempre me hace muy feliz ver lo que hacen. Trato de dejar que las directoras trabajen tranquilas porque son sus obras también, me gusta que sepan que son sus obras y que yo estoy solamente para asistirlas en lo que les sirva. Pero me pasa que me maravilla las cosas que se les ocurren en relación con los cuerpos, con la escena, la sensibilidad, la inteligencia que tienen.

-¿Qué expectativas tenían con la reposición de «Las Moiras» y «Una casa llena de agua» en Caras y Caretas? ¿Por qué esa sala?
-Es una sala que a mí me gusta mucho por la historia que tiene, por el público que tiene y porque la sala, además, es linda. Así que mi expectativa estaba puesta en la tradición que tiene este lugar, con un público que tiene un compromiso político, un compromiso ético que se refleja en los precios de las entradas y también que se refleja la programación. Me hace muy feliz poder ser parte de este proyecto y llegar a un público que quizás no nos vio en otros teatros porque estamos en otros barrios. El público de Caras y Caretas es muy emblemático del Caras y Caretas, es un público que confía en sus programadores, en sus directores, y me interesa que entre en contacto con nuestras poéticas.

-¿En qué estadío está «El día más largo del mundo» la obra que continuaría «Las Moiras»? ¿Qué te interesa explorar del entrelazamiento de la cuestión de género y la tradición del judaísmo?
El día más largo del mundo es la segunda parte del díptico del ciclo del Dibuk y ya está escrita y casteada. Tenemos los actores pero no empezamos a ensayar, hicimos solamente la primera lectura que para mí fue muy emotiva y muy linda. Ahí aparecen también temas de género, pero es una obra de todos varones: parte de la gracia de este díptico es mostrar cómo en la cultura judía ortodoxa varones y mujeres rezan por separado, bailan separados en los casamientos. Quería explorar qué pasa en una obra de todas mujeres y qué pasa en una obra de todos varones. La obra nueva tiene su peculiaridad, tiene relaciones con otros temas, incluso con el tema de la guerra que entiendo que va a ser muy polémico porque por suerte el judaísmo es una religión muy plural, es un pueblo muy plural, una religión donde todas las posiciones circulan. Seguramente habrá gente que le guste más otra a la que le guste menos, pero hacemos teatro también porque queremos discutir, porque queremos proponer discusiones, porque queremos ser parte de esta discusión pública democrática hermosa que es la Argentina. Así que va a estar todo eso muy de frente. Creo que comparte con Las Moiras la cuestión del género, el lugar que cumple la sexualidad y el género en sociedades muy reprimidas y muy segregadas.

-¿Qué reflexión merece la puesta en escena del imaginario de Milena en «Una casa llena de agua»? ¿Cuál creés que es el eje simbólico de la obra?
-A diferencia de Las Moiras es una obra más bien realista, una obra cuya propuesta tiene más que ver con lo cotidiano, no con lo costumbrista. A mí el realismo me gusta cuando aparece atravesado con un imaginario que un poco lo excede. Siempre tiene que aparecer atravesado por algo que está en la imaginación, en el lenguaje de los personajes, que nos haga salir un poquito de lo terrenal, del piso. Es una obra que habla muchísimo de dinero y de clase. Hay algo muy fuerte del mundo del trabajo y del cuidado, pero el mundo de Milena y del agua, el hecho de que esté todo el tiempo pensando y trabajando con el leit motiv del agua funciona también para abrir un poco la fantasía y también para abrir en esa fantasía la ilusión del escape que mucha gente siente en muchos trabajos. Yo he sentido eso también en muchos trabajos, cuando uno está atrapado en un trabajo que no le gusta, he tenido trabajos que no me gustaron y recuerdo perfectamente cómo es eso. Y creo que es una cosa bastante tremenda en la que la gente no piensa mucho cuando ya no los tiene. A los artistas a veces les cuesta esa idea de odiar tu trabajo porque tienen un trabajo que les gusta, pero esa sensación la recuerdo muy bien y entonces aparecen un montón de fantasías: muchas veces cuando uno estaba esperando en la oficina o esperando que un bebé se duerma o esperando que los chicos terminen hacer la tarea y todo eso forma parte del imaginario del agua.

«Una casa llena de agua» y «Las Moiras» se presentan los viernes y sábados de febrero a las 21 horas en Caras y Caretas 2037, Sarmiento 2037. Entradas por Alternativa Teatral.

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