Entrevistas

Héctor Díaz: «La comedia está en punto caramelo»

El actor protagoniza «Antígona en el baño», junto a Verónica Llinás y Esteban Lamothe. Habla de la tragedia, la comedia y los guiños al público teatrero.

Por Diego Jemio. Fotos: prensa «Antígona en el baño».

Todo ocurre en el baño inmenso y barroco de la casa de una famosa actriz. Ella está en crisis, al borde de un ataque de nervios, por una función de estreno. Los otros personajes son su joven representante y un especialista en terapias alternativas. Esos son los elementos de la comedia Antígona en el baño, de Facundo Zilberberg y Verónica Llinás.

La obra, protagonizada por Esteban Lamothe, Héctor Díaz y la propia Llinás, juega con el contraste entre la tragedia de Sófocles y la comedia de situación que también se mete en ciertas profundidades. Díaz, que protagoniza a alguien que bucea en lo mágico y espiritual, cuenta cómo abordaron el material y regresaron a las grandes tragedias.

Estrenaron en septiembre. ¿Cómo fue cambiando la obra a lo largo de las funciones?
-En las comedias es crucial el contacto con el público para ir descubriendo algunos resortes a partir de decisiones que tomaste en los ensayos. La idea es terminar de cuadrar y enfocar la comedia, que tiene una musicalidad y un ritmo que suenan mejor cuando pasan las funciones. La comedia está en punto caramelo respecto de cuando estrenamos. Uno, a veces, tiene la sensación de que llega verde al estreno y hay elementos trascendentes que se descubren cuando el público está ahí.

Todo el tiempo juegan con el contraste entre la tragedia de Sófocles y las cuitas de la actriz. ¿Te parece uno de los aciertos de la obra?
-Fue crucial en la dramaturgia ese cruce entre la tragedia y la comedia, que no dejan de ser el reverso de la misma moneda. El personaje de Ignacia (Llinás) está ensayando una tragedia griega, que a la vez -sin quererlo- termina ella misma sometiéndose a un destino trágico. La obra nos dio otra enorme oportunidad: volver a leer las tragedias griegas, que son la fuente de todo lo teatral. Fue una excelente excusa para tomar contacto nuevamente con esos clásicos. El conflicto de la obra, más allá de que se viste de comedia, tiene un trasfondo de potencia trágica. Eso completa la comedia y no la vuelve tan superficial. Se mete en zonas de profundidad sin solemnizarlas.

En el texto se habla mucho del oficio de los actores, de los códigos del teatro, de la necesidad de validación. ¿Te parece que eso la vuelve muy local, muy para un público porteño teatrero?
-A veces, esa herramienta se usa en las comedias comerciales de calle Corrientes. Hay un público que empatiza y otro que no. Como espectador de teatro, esas referencias, cuando son abusivas, me producen un contacto más débil con lo que estoy observando. Pero en el caso de esta obra, está bien justificado porque hay algo del personaje de Verónica que lo pide; le suma un verosímil que le cabe al personaje.

Tu personaje bucea en el mundo de lo psi a través de las terapias alternativas. Recuerdo otros personajes que hiciste tocando esa cuerda. ¿Qué te interesa de ese mundo?
-La cuestión funciona al revés. No es algo que yo busco sino que por algunas razones aparecieron. No me gusta apelar a esa zona medio mágica y espiritual que tiene el teatro, pero debo confesar que tiene un algo que espeja con mi historia personal. Mi papá era una persona especial, que fue director de la Escuela Científica Basilio. Desde mi infancia, estuve habituado a lo espiritual. El teatro volvió a ponerme en contacto con eso, a pasármelo por delante. Después, la vida me volvió un ser racional. Pero la vida teatral me devolvió ese aspecto.

La obra se puede ver los viernes y sábados, a las 22, y domingos, a las 21, en el Teatro Astral (Av. Corrientes 1639). Entradas en venta en la boletería del teatro o a través del sistema Plateanet.

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