El actor y autor, debutó con su primera obra de teatro, «Cómo provocar un incendio», en plena calle Corrientes. También forma parte del elenco de la pieza que se presenta en el Multiteatro Comafi.
Texto: Muriel Mahjdoubian. Fotos: gentileza prensa.
A lo largo de su carrera, Gonzalo Heredia fue sumando capas: del galán juvenil al actor de unitarios; luego se hizo visible el escritor y así hasta llegar a hoy en su debut como dramaturgo y donde es uno de los protagonistas de su propia obra, Cómo provocar un incendio. Heredia comparte elenco con Laura Azcurra, Nicolás García Hume y Eugenia Tobal, con dirección de Eva Halac, en el teatro Multiteatro Comafi de miércoles a domingos.
Su primera pieza es una comedia que habla de la relaciones familiares e interroga acerca de si es posible escapar o no a la herencia familiar. En la trama, dos parejas se juntan a comer un asado en el quincho de una casa y, treinta años después, sus hijos se reúnen en la misma casa. Los mismos actores y actrices interpretan a los integrantes de ambas generaciones.
El barrio de Munro está ligado a su primer recuerdo con la actuación y se remonta a los 14 años, cuando Gonzalo se juntaba con un grupo de chicos más grandes que él, que buscaban qué carreras seguir. Heredia, enseguida supo cuál era su camino, el de la actuación y hacia allí fue. “Estaba tan apasionado por la actuación que me sentía muy decidido”, cuenta.

Comenzó a estudiar en una escuela de actuación en Vicente López, en la casa de una familia en donde eran todos actores y actrices; el padre, la madre y los hijos. “La primera vez que entré, era un domingo y ellos estaban ensayando, El médico a palos. Me acuerdo que era un lugar muy oscuro, tenía un escenario muy chiquito y lo que más me quedó era la atmósfera de ese espacio. Enseguida tuve un sentido de pertenencia a ese lugar. Y por suerte mis viejos siempre me apoyaron”, explica el autor de los libros El punto de no retorno y Construcción de la mentira.
-¿Tenés una rutina de escritura?
-Escribía en el taller mecánico de mi papá, recuerdo mucho olor a carburador y que había unos sobres de papel madera que mi viejo tenía en su escritorio y yo escribía ahí. Ahora escribo en mi casa, por la mañana. Me levanto y escribo. Para mí es a la mañana con mate, y un buen día de escritura pueden ser seis o siete horas. Además quedo en un estado medio como un limbo, en una que es muy difícil conectar con el cotidiano. Quedó como un ente, como si fuera un personaje de una ficción que está dando vueltas. Soy bastante obsesivo a la hora de escribir, busco la palabra exacta, trato de economizar el párrafo y de contar lo que se tiene que contar.
-¿Qué significa la escritura para vos?
-Yo creo que el acto de escribir es intentar contestar una pregunta que muchas veces no sabes cuál es, pero en ese acto de escribir ensayás respuestas que posiblemente nunca lleguen a una respuesta. En esta obra el disparador fue la pregunta, en las familias, de generación en generación ¿se repite lo mismo?, ¿son las mismas historias?, ¿hay algo en dónde uno puede dejar eso heredado y cortarlo rotundamente? Esas son las preguntas que no tienen respuesta o tal vez es todo lo escrito o la respuesta es lo que a cada uno le pasa, es muy personal.

-¿Ahora estas escribiendo?
-Ahora estoy escribiendo una historia en dónde el narrador relee un texto inconcluso que había escrito y empieza recordar por qué lo escribió. No sé si son relatos, o cuentos, o una novela corta. Y hay algo de la forma de contar que no lo podía palpar. En ese sentido, hay un escritor, Juan José Saer, al que siempre vuelvo y que me ayuda a encontrar la forma de narración.
-Te caracterizás por ser un gran lector y recordar muy bien las tramas de tus lecturas.
-Yo emparento mucho el libro que leo con el momento que atravieso. Hay algo de eso que dialoga con tu cotidiano, de la realidad que vivísy que lo adjuntas con el libro que estás leyendo en ese momento. Cuando yo leí Claus y Lucas, de Agota Kristof,que habla de un desarraigo, de una separación de esa tierra natal , que es algo muy de esta escritora, a mí me estaba pasando eso también, había vuelto a mi barrio de nacimiento, con mi casa y un hecho muy violento me hizo replantearme muchas cosas. Pienso que hay algo que está por debajo de las palabras, que indudablemente dialoga y sobre todo pone en blanco lo que te está pasando.
-¿ Ahora qué estás leyendo?
-Los cuentos completos de Saer, soy muy fan de él, y una trilogía de JB Priestley sobre el tiempo. Y voy a leer en breve el libro de Carlos Fuentes, La muerte de Artemio Cruz porque hay algo de esa forma que él tiene de escribir que quiero palpar. Antes estuve leyendo al checo Bohumil Hrabal, el libro de cuentos Una hermosa tristeza, texto inédito en castellano en el que los personajes se van cruzando en los diferentes cuentos y ese es universo propio que también quería tener cerca.
-¿Cómo fue la construcción de tu primera obra teatral, Cómo provocar un incendio?
-En la construcción de la obra me resultó muy fácil dialogar. Comencé por otro lado diferente, no por la imagen como disparadora, sino que empecé por una escena dialogada de personajes que ni siquiera sabían quiénes eran . Arranqué escribiendo algo sobre la familia, sobre el linaje familiar y en un momento del proceso de escritura en donde ya tenía ciertas páginas reunidas dialogadas, me di cuenta de que podía ser una obra de teatro.

-¿Te dejaste dirigir por la directora Eva Halac o te costó?
-Fueron varios estadios. Primero estuvo la soledad de la escritura en donde era pelear contra las palabras y contra mí mismo. Yo tengo la pauta de que algo está sucediendo cuando empiezo a soñar, cuando me quedo pensando en los personajes y cuando ya los personajes hablan solos y cuentan cosas. En ese sentido se empiezan a cortar del papel y salen. El segundo estadio fue el encuentro con Eva, la directora, porque ahí fue el ida y vuelta. El texto siempre se pensó como que estaba inacabado y a mí me parecía bien porque sabía que cuando se habita con el cuerpo pasan otras cosas y además estaba ya toda la mirada de la directora. Después se empezó a formar el grupo de actrices, actores, escenógrafos y hubo muchas más miradas. Y luego vinieron los ensayos donde solté porque tenía que habitar mis personajes.
-¿Cuáles son las repercusiones del público?
-La verdad es que son muy buenos todos los comentarios y las devoluciones. Y hay algo que se repite y es que la obra sorprende, porque está ese juego casi metafórico en donde los padres y los hijos habitan dentro de la misma persona, porque los hacen los mismos actores y actrices. En ese doble juego me parece que está lo novedoso y lo cierto es que es una propuesta diferente. El público se ríe, y es muy sanador eso. Contamos una historia que es bastante universal e intergeneracional porque es totalmente abarcativa.
-¿Qué dijeron tus hijos cuando la vieron?
-Les encantó a los dos, Eloy y Alfonsina, que estuvieron sentados en el medio de la platea. Y las voces que hay en la obra son las de mis hijos y la de una amigo de ellos porque necesitábamos tres personajes. También el hecho de que hayan participado hace que sea una construcción familiar. Cuando la vieron se rieron porque hay muchas cosas que ven en casa. Mi hija tiene seis años y juega a la mamá, a tener bebés y a la familia, copia sin saber, sin ser consciente todo lo que hace la madre. Para mí había algo de ese linaje familiar muy potente. Seguramente, yo de chico también hacía de mi papá. Hay algo de eso que termina de cerrar el círculo. A mí me gusta hablar de la familia, no por una cuestión terapéutica, sino porque es poner sobre la mesa algo que me atraviesa y me convoca, que es lo heredado. No hay algo que está cerrado en la obra de teatro y tampoco baja línea, no es una obra moralista, tiene mucha ironía y humor en ese sentido.
-¿A tus hijos seguramente le decís cosas que te decía tu papá a vos?
-Tal cual, yo me encuentro muchas veces diciendo las mismas cosas que mi viejo me decía a mí y escuchándome siento que estoy repitiendo lo mismo que mi papá, pero además lo pienso así, más allá de lo heredado. Creo que las generaciones de ahora son hiper comunicadas y el contexto también es diferente. Pero los errores siguen siendo los mismos, en ese sentido se repite la historia. Porque errores va a ver siempre y porque hay cosas que son así, en la pre adolescencia, por lo general los hijos odian a los padres. Hay algo que se sigue repitiendo, ¿y qué se hace con eso?.

-¿No creés que en estas generaciones de niños y niñas hay más diálogo?
-Claro, en estas generaciones de adolescentes hay más diálogo, es verdad, pero eso da la vuelta también porque el diálogo se transforma en hiper diálogo y trae el no límite. En mi casa hay días que se hacen tres comidas diferentes, entonces hay algo que se da vuelta. Es un gran desafío para esta generación de padres y madres.
-Según contaste, El Túnel, de Ernesto Sábato fue el primer libro que leíste, ¿cómo llegaste a él?
-De casualidad, yo tenía 14 años y lo encontré en mi casa tirado por ahí, era de esas colecciones de grandes clásicos que traían los diarios, lo abrí y lo empecé a leer y ya la primera página me atrapó. Sin darme cuenta, a esa edad empecé a construir una obsesión con los libros y las historias. Mi biblioteca es un espacio que construí durante toda mi vida.
-¿Cómo la fuiste armando?
-Fue un poco autodidacta. Para mí era muy vergonzoso ponerme a leer en un lugar donde nadie leía. Primero tuve que deconstruir esa imagen de la persona que lee.
–¿Tenés los libros ordenados?
-Una biblioteca ordenada, significa que no se usa, que ni siquiera se consulta. La mía es hiper nutrida y en mi propio desorden yo encuentro mis libros. Hay algunos estantes más desordenados que otros o desvencijados, pero es una biblioteca en permanente uso.
–¿Leer te llevó a querer escribir?
-No, siempre escribí, tengo como una necesidad. En todo momento estuvo en mi vida el acto de escribir. Es mi forma de decir y con los años lo fui puliendo. Primero tuve que construir a esta persona que lee y pensar que era algo común y que no tenía que avergonzarme el hecho de abrir un libro en cualquier lugar y ponerme a leer. Una vez en un ensayo de una obra de teatro, me puse a escribir en mi libreta a mano y se acercó una actriz y me preguntó por qué escribía tanto, y me dio mucha vergüenza. Y con el tiempo aprendí a darle el lugar que ocupa en mi vida , pero me costó construirlo.
Cómo provocar un incendio: funciones de miércoles a domingos en Multiteatro Comafi, Av. Corrientes 1283.
