Detrás de escena

Festival de Rafaela: apuntes de una fiesta teatral y todo lo que no se ve detrás del escenario

Nuestra invitada estuvo presente en el tradicional festival santafesino y aporta una mirada diferente a todo lo que sucede en un evento de esas características.

Texto: Alejandra Pía Nicolosi.

La espectadora que no fui. Crónica sobre Secretos y manifestaciones, los Laboratorios y las Rondas de devoluciones.

“Yo solo quiero compartirles un estado emocional”, dije, en medio de la ronda.

Fue un martes, recién llegada al Festival. La fiesta teatral rafaelina ya había comenzado, y hasta entonces yo solo había podido ver dos obras. En un pacto falso con mi demonio interno me había propuesto mirar y escribir. Pero no me salió. El pacto incluía también no mirar obras de CABA. Tampoco me salió. Recién ahora, en viaje de vuelta a Buenos Aires, consigo ponerme a escribir la primera crónica, y estoy viendo cómo me sale.

El Festival es como un tren salido de una película de realismo mágico. Lo vemos venir desde un lejano punto difuso del horizonte, nos vamos subiendo a los vagones con el correr de los días, conocemos a los personajes viajantes, y vemos por una ventana que comprime tiempo y espacio, los paisajes teatrales de distintas provincias. Conversamos todo el tiempo de teatro como si fuera lo único existente en el universo, con papelitos rosados compramos vinos, viralizamos memorias de pixeles, Betty pone unas altas cumbias para combatir el frío y nos tiramos un paso, como un faso, vivos de risa. Con el correr de los días, cada viajante se va esfumando de a poco, y el tren sigue y se pierde en otro lejano punto difuso del horizonte, dejando en el aire una estela de rayo luminoso.

Ya sé. En vez de una crónica de apertura, esto parece más bien una crónica de cierre, una percepción del final, un gesto de pañuelito blanco que agita melancolía. Pero no. Es un lejano punto difuso del horizonte de la escritura ¿Cuándo comienza un Festival? ¿Cuándo empieza a ser narrado? ¿Cuándo termina? ¿Dónde empieza lo escénico? ¿Dónde y cuándo, el ser espectadora?

Veo un gran conejo: es alto y elegante, lleva rojo en el traje y corre como loco por el parque subido a unos tacones (me pregunto cómo hace). Experiencias que pasan y cosas que impregnan. Hay ventanales luminosos, una manzana mordida entre miradas enamoradas, y una joven de cabello largo que desmenuza aire con los dedos. Claveles de colores duelan en una red de alambre, y una cena familiar está atrapada en un aire azul espeso. Un teléfono rojo que llama; y unos bomberos que corren al emocional rescue. Barrotes de hierro, público en medio de todo, y unos limpiavidrios borran las lágrimas de una princesa rusa que entristece tras el cristal. Cosas que pasan y experiencias que impregnan.

Las imágenes me coptan y captan, y me evocan a una hermosa Alicia en un país de las maravillas que aún desconozco. Todo eso que está sucediendo en el Festival, lo estoy viendo todavía desde Buenos Aires a través del ventanal luminoso que es mi celular. Entonces, planifico ver esa obra pero tampoco me sale, porque tengo demonios internos para hacer malos negocios pero no tengo el don de la ubicuidad. Es fácil y fáctico: cuando llegue a Rafaela no estará más programada. Por favor, traiganme a uno de los limpiavidrios.

“La acción no es emoción,

y miren todo lo que puede hacer

un conejo y una actriz”

La obra se trata de Secretos y manifestaciones, y es el resultado del Laboratorio de Teatro II. Los Laboratorios son un espacio de experimentación escénica creado en el Festival hacia 2021, y están pensados para promover la formación de nuevas generaciones de artistas locales. Bajo el acompañamiento de una directora o director invitado (en este caso, Juan Parodi de CABA), se prueban ideas, se hacen ensayos, y se confía en la alquimia.

La obra transcurre en el Centro Recreativo Metropolitano la Estación, de Rafaela, pero el trabajo de laboratorio lo transforma en un mundo poético, fragmentado y fugaz, en el que cada ventanal luminoso es una puerta de entrada a una experiencia sensible irrepetible. El público se defragmenta y vuelve a unirse en cada paso que da a lo largo de una caminata surrealista. La puesta se enmarca en lo que se conoce como un site specific donde el sentido de la escena se configura a partir de la materialidad espacial en la que se inscribe (vidrio, hierro, texturas, olores, temperatura del espacio, etc).

Ya estoy en Rafaela y Secretos y manifestaciones se manifiesta ahora (necesito la redundancia) en las Rondas de devoluciones, un otro sitio específico del Festival. Sostenidas desde la primera edición, las Rondas son un punto de encuentro entre teatristas y periodistas para conocer los procesos creativos de las obras e intercambiar pareceres, un laboratorio de ideas. Un día se miran las obras, al siguiente se conversa sobre ellas. Un puente que se traza entre lo hecho y lo visto, y que demanda amorosidad en las palabras, honestidad en los sentires y confianza en la escucha. Un encuentro en el que nos fortalecemos todos. Algo parecido a lo que Juan Parodi, y los y las 17 performers de Secretos… sintieron cuando encararon el proceso: “cuerpos, espacios, la aceptación de la completa incertidumbre y la comunión de una entera confianza en el encuentro”.

Mis colegas periodistas sí asistieron a la obra, y sólo se escuchan de elles, palabras de deleite y disfrute. Analizan, reflexionan, se espejan en manifestaciones de emoción. Mientras escucho y tomo nota repaso mis propias imágenes remotas de la obra que como secretos acompañan la peor nostalgia de añorar lo que nunca jamás sucedió.

Levanto la mano, nerviosa, porque el corazón me galopa fuerte siempre durante dos ínfimos segundos antes de hablar en público:

“Yo solo quiero compartirles un estado emocional”, dije, en medio de la ronda. “Yo no ví esta obra, y tengo un deseo tan irrefrenable de verla que no sé donde ponerlo, no se qué hacer con él”.

Juan Parodi se ríe a carcajadas, Alicia se ríe, el conejo también.

“No tengo memoria de que me haya pasado algo así con una obra alguna vez. Llegué ayer a la noche, y no quiero decir que ‘me la perdí’… pero me la perdí”, y acentué la í con resignación.

Terminó la Ronda y me acerqué al director: “Te felicito Juan por la hermosa obra que no ví”. Es la primera vez que escribo sobre una obra desde una espectadora que no fui… ¿Qué no fui? No sé, en fin. Por empezar, al menos encontré un lugar donde poner el deseo.

(*) Alejandra Pía Nicolosi. Es Magister en Ciencias de la Comunicación por la Escuela de Comunicaciones y Artes de la Universidad de San Pablo, Brasil. (ECA-USP), Lic. en Comunicación Social, docente e investigadora por la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), directora de Prensópolis Comunicación y Prensa, fotógrafa de teatro.

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