Con más de 40 años de amistad, Jean Pierre Noher y Ernesto Claudio trabajan juntos por primera vez en «El cazador y el buen nazi», la obra de Mario Diament que en su segunda temporada se presenta los domingos en El Tinglado.
Texto: Sandra Commisso. Fotos. gentileza prensa.
La obra dirigida por Daniel Marcove refleja el encuentro real que tuvieron, en 1975, el cazador de nazis Simón Wiesenthal y el nazi Albert Speer, ex arquitecto y Ministro de Armamentos de Adolf Hitler, en la oficina del Centro de Documentación que Wiesenthal tenía en Viena. El autor, Mario Diament, se valió de muchísima documentación para retratar lo sucedido entre esos dos hombres aquel día, sus diálogos, sus puntos de vista y si es posible un diálogo entre un jerarca nazi victimario y una víctima del Holocausto. «Cuando la leí sentí que era una obra que me mandaban mis abuelos que murieron en una cámara de gas, en Auschwitz, los papás de mi papá. Sentí que era un deber moral que no podía dejar de hacerlo. El director no sabía absolutamente nada. En realidad mi papá no hablaba de ese tema y hay cosas de las que me enteré hace poco tiempo. Mi papá había escapado vestido de monaguillo, a los 13 años, del campo de concentración de Vénissieux, en Francia, pero no tenía más detalles», recuerda Jean Pierre.

Hace un par de años, al verlo en una entrevista televisiva, una mujer que está investigando el hecho histórico que recuerda Noher, se contactó con él desde Francia y le contó el caso en el que, por una circunstancia especial, 112 niños habían podido ser salvados de la muerte. «Uno de esos niños era Rolf Noher, mi papá, que después se afrancesó y se llamó Patrick Noher. La situación se dio por un vacío legal en el que varios padres decidieron entregar a sus hijos para salvarlos, vestidos de monaguillo. Mis abuelos estuvieron entre esos padres. Hay cartas escritas, todo documentado. De los detalles me enteré después. Es muy fuerte todo», cuenta Noher.
«Pareciera que el mundo nunca termina de aprender ciertas cosas. Hay historiadores que hablan de hechos que, tiempo después, es como si se repitieran. La obra se refiere a algo particular, pero repercute en cualquier historia en cualquier lugar del mundo donde haya alguien que no pueda pensar lo que quiere, o no se sienta libre», dice Ernesto. «Por eso es muy lindo escuchar la emoción. Por momentos las risas e incluso el silencio, por parte del público que de una manera u otra se siente tocado. También está bueno contar a nuevas generaciones lo que fue el Holocausto, no viene mal refrescar ese mensaje».

Lo de Daniel Marcove al momento de elegir el elenco fue de coincidencias inesperadas: no solo desconocía el vínculo de Jean Pierre con el Holocausto, sino que no sabía de los 40 años de amistad entre ambos actores y de sus deseos de finalmente poder trabajar juntos, algo que anhelaban desde su época de estudiantes con Agustín Alezzo en 1976. «Teníamos veintipico y después estuvimos estudiando juntos ocho años, preparando escenas. Éramos los típicos estudiantes de teatro. Hacíamos bolos y repartíamos fotos en los canales. Pero también compartimos vacaciones en familia y hasta tuvimos un negocio juntos», destaca Jean Pierre, a lo que Ernesto agrega: «Era un local del papá de él, que vendía pilotos y camperas, en Florida y Viamonte. Nosotros atendíamos ahí».
Respecto a su incorporación al proyecto, Ernesto Claudio recuerda que «no tenía pensado hacer teatro, porque ya estaba desde hace unos años con Toc Toc, y no tenía ganas de hacer más. Marcove también me había llamado para un proyecto al que le había dicho que no. Y era esto. Volvió a llamarme unos meses después y me comentó que el otro actor pensaba que yo era ideal para uno de los personajes. El actor era Jean Pierre. Fue muy emocionante. La verdad es que trabajamos muy bien juntos. Se ve que toda la historia que hay debajo del escenario, de alguna forma, se traslada a lo que estamos contando. Lo supimos aprovechar y está bueno para beneficio de la obra».

Mientras comparten escenario por primera vez, Claudio continúa paralelamente con las funciones de Toc Toc en el Multiteatro Comafi y Noher está abocado también a sus proyectos audiovisuales, como la serie «Diciembre 2001» que estrenó semanas atrás en Star +. Respecto al encuentro real en el que se basa la pieza, Jean Pierre explica: «Diament tuvo tres entrevistas con Wiesenthal y nos pasó muchos detalles que sirvieron para componer a los personajes. Por ejemplo, parece que Wiesenthal era bastante cholulo y en su oficina tenía fotos con muchos famosos: Liz Taylor, Dalai Lama, Ben Kingsley. Además era histriónico y contaba chistes, algo que me remitió a mi viejo, así que también es un poco un homenaje a él. En la obra, Wiesenthal interpela todo el tiempo sobre cómo es posible que una gran mayoría no se diera cuenta de lo que estaba pasando. Reflexiona sobre sí todo puede ser perdonado. Y en la pieza busca la confesión de Speer».

Por su parte Ernesto cuenta que en el caso de Speer «me puse a investigar porque tenía algo muy particular: logró convencer a todos los que estaban en el juicio de Nüremberg de que él, siendo uno de los amigos más cercanos de Hitler, no tenía idea del Holocausto. Ahí te das cuenta de la inteligencia extraordinaria que tenía. Fue un proceso dificultoso armarlo. Speer también tenía un histrionismo muy especial, un carisma que lo salvó de la horca, si bien fue preso veinte años, tras ese juicio histórico que fue de gran rigor. Lo mejor es que cada personaje se completa y se complementa con el otro. La imagen de Speer, como el buen nazi, sirvió para que muchos alemanes se justificaran. Fue una gran estafa humana».
«El cazador y el buen nazi» de Mario Diament se puede ver los domingos a las 17 horas en El Tinglado, Mario Bravo 948. Entradas en venta por Alternativa Teatral.
