Entrevistas

Cintia Miraglia: «Las prácticas machistas están enraizadas en la sociedad y muestran serias desigualdades»

“Lulú una tragedia monstruo” es un espectáculo que se define por su tensión entre la parodia y la tragedia. Con la adaptación de Cintia Miraglia y Miguel Sorrentino, la obra de Frank Wedekind -enmarcada dentro de la corriente expresionista- toma un nuevo curso, con una formidable actuación de Iride Mockert, y una teatralidad explosiva donde todo lo que ocurre en escena captura la atención del público de manera sostenida. Todo Teatro dialogó con Miraglia sobre esta propuesta que puede verse todos los sábados a las 20 horas en el Portón de Sánchez.

Texto: Redacción Todo Teatro. Fotos: gentileza prensa.

Lulú es el personaje más famoso y controvertido de la dramaturgia de Wedekind, en gran parte por el tabú sobre la sexualidad femenina que provocó escándalos y censuras en la época de su estreno. La última puesta que se recuerda en Buenos Aires es la adaptación de 1998 por parte de Alberto Félix Alberto en el Teatro San Martín. Lulú, una tragedia monstruo bajo la dirección de Cintia Miraglia pone en escena a una mujer de impulsos viscerales, que domina y magnetiza a los hombres por su impulso sexual y los lleva a desenlaces aterradores. Es una obra musical que explora de una manera muy cruda una estructura social machista que aún hoy somete y explota. Iride Mockert encarna a Lulú, y la acompañan en escena Horacio Marassi, Héctor Bordoni, Carlos Ledrag y Miguel Sorrentino.

-¿Qué conexión encontraste con esta obra clásica y cuál consideras que es la actualidad que tiene este texto?
-La primera conexión fue por su temática, ya que abordaba la historia de una mujer llamada Lulú es víctima de una sociedad que la ha reducido a objeto sexual prostituyéndola durante su infancia. La obra pone en cuestión la falsa moral de clase donde, por un lado, se escandalizan por una mujer de sexualidad libre y de un erotismo desbordante, pero al mismo tiempo la convierte en víctima de prostitución para que hombres de la alta sociedad se sirvan de su cuerpo aún infantil. Lulú, propone una mirada sobre la mujer que es consciente de su sexualidad y la vive con libertad y sin culpas, lo que constituye una fuerte amenaza frente a la hegemonía machista imperante. En lo personal, creo que la obra continúa teniendo una enorme vigencia, ya que la representación sobre la sexualidad femenina en las ficciones aún está teñida por un imperante machismo que prefiere mostrar a los cuerpos feminizados en posiciones débiles, dependientes y enamoradizas y donde la sexualidad que se muestra está más ligada al objeto de deseo que al propio goce.

-¿Cómo fue el trabajo de formación de elenco y la dirección en los ensayos?
-Conjuntamente con la productora Alejandra García trabajamos en la conformación del elenco, la búsqueda no fue sencilla ya que, al tratarse de un musical, necesitábamos intérpretes que puedan también llevar adelante ese aspecto de la obra. Miguel Sorrentino estuvo desde el comienzo ya que con él realizamos la adaptación de la obra, y Carlos Ledrag que se sumó como actor también lo hizo como músico compositor y director musical. Iride Mockert era la Lulú que imaginamos desde el comienzo, y luego se incorporaron Horacio Marassi y Héctor Bordoni para cerrar el elenco. Los ensayos fueron muy placenteros, nos divertimos mucho buceando en la poética con la que nos interesaba trabajar y en la búsqueda de esos personajes un tanto extraños. Fueron alrededor de tres meses de trabajo para llegar al estreno. La dirección fue en colaboración con Ramiro García Zacarías, con Carlos Legrad desde la dirección musical y Valeria Narvaez en la dirección coreográfica.

-¿Cuáles son los elementos circenses y musicales que atraviesan la trama?
-La obra inicia en un circo, con una domadora que nos cuenta, al mejor estilo brechtiano, toda la trama y nos anticipa la manera en que se sucederán los hechos. Los personajes masculinos que luego serán sus amantes, en el circo son una suerte de fieras/humanas a las que debe adiestrar y controlar. El cabaret se cuela a lo largo de toda la obra, con la aparición de momentos musicales que combinar teatro, música, movimientos y canciones. El diseño sonoro acompaña el espíritu grandilocuente circense, pero al mismo tiempo se fusiona con la oscuridad que plantea el texto y los instrumentos ejecutados por lxs actores le brindan la crudeza del vivo, utilizando guitarra eléctrica -a veces distorsionada-, bajo, percusión y teclado.

-¿Qué reflexión tenés sobre el machismo en la sociedad y particularmente en la escena teatral?
-Las prácticas machistas están enraizadas en nuestra sociedad y provocan serias desigualdades. Por eso creo que el teatro debe dar batalla por otros modos de crear sentidos, más allá de los artefactos culturales que reproducen todo tipo de hegemonías, para abrazar una práctica respetuosa y libre de violencias en todas sus instancias de producción y en todas las relaciones que se establecen entre todxs lxs artistas involucradxs. Porque la responsabilidad ética que conlleva el ejercicio de las artes escénicas no se limita sólo al plano de los discursos o las producciones que resultan de ellas, sino también y, sobre todo a los modos y prácticas con que se transita por esas experiencias.

“Lulú, una tragedia monstruo” puede verse todos los sábados a las 20 horas en El Portón de Sánchez, Sánchez de Bustamante 1034, entradas en venta por Alternativa Teatral.

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