José María Muscari acaba de estrenar «Plagio», en el Regina. Se trata de un mismo texto que revela cuatro versiones del mismo amor, con elencos diferentes. Aquí, un repaso por sus inicios hasta su presente de gran popularidad.
Texto: Muriel Mahdjoubian. Fotos: gentileza prensa y Gustavo Gavotti
En la nueva obra del director y dramaturgo José María Muscari, hay cuatro duplas rotativas en distintos horarios y funciones: Inés Estévez y Malena Solda, Esther Goris y Nicolás Riera, César Bordón y Thelma Fardín, Diego Ramos y Nicolás Pauls que cuentan la misma historia, pero con puntos de vista distintos. La dramaturgia pertenece a Mariela Asensio y al propio director, dupla que ya había trabajado con anterioridad en Perdidamente, que ya lleva dos años en cartel en la calle Corrientes y antes, lo había hecho en Sex. Una vez más, la producción de este nuevo proyecto de Muscari, está a cargo de Paola Luttini.
“Es un espectáculo que. al menos en la Argentina, no tiene antecedentes. Yo no tengo registro de que haya sucedido, al menos, como espectador, nunca vi algo así. En ese sentido siento que es algo bastante original. Algunas versiones tienen más humor, otras más dramatismo, otras son más zarpadas, otras son más profundas, o más poéticas. Son cuatro espectáculos de un nivel actoral altísimo y con diferencias muy grandes por la identidad de quienes las actúan y cómo la historia muta entre una pareja y la otra”, explica Muscari.

–¿Cómo nació «Plagio»?
-Nació como muchas de mis obras que son de larga data. Por lo general, no soy una persona que piensa un proyecto e inmediatamente lo concreta, sino que me lleva un tiempo de maduración. Fue como un deseo surgido en la pandemia. Durante el confinamiento vi muchísimas series, leí un montón y empecé a reflexionar sobre el hecho de que nunca había hecho una obra sobre la pareja. Siempre mis espectáculos son de mucha gente en escena, pero el universo de la pareja no lo había transitado. Y ahí pensé, primero en una dupla de mujeres (Inés Estévez y Malena Solda), después pensé que estaría bueno hacer la versión de hombres, (Diego Ramos y Nicolás Pauls) y que si alguien no es gay pudiera identificarse también, así que escribí una versión heterosexual (César Bordón y Thelma Fardín) y después otra variante en relación a la diferencia de edades (Esther Goris y Nicolás Riera), Así me quedó configurado un proyecto bastante diferente y atípico. Podés ver la misma obra, pero con cuatro versiones y elencos diferentes. Son cuatro miradas que convierten el mismo material en cuatro obras distintas.
–¿Cómo es esa experiencia?
-Lo que sucede a las personas que vieron varios elencos piensan que también son textos diferentes y no es así . Pasa un fenómeno muy raro, es la misma obra, pero no es el mismo espectáculo. Sucede que mi teatro, no es el texto únicamente. La configuración de quienes lo actúan a veces es muchísimo más importante para el resultado final que el texto que dicen. Los ocho intérpretes tienen una identidad tan fuerte y singular que yo de alguna manera usufructue de esa diferencia para que cada uno le pudiera dar una identidad muy distinta a lo que hace el otro y eso para mí es súper atractivo. Es diferente a lo que en general hago yo, que tiene ese sello distintivo que vuelve una obra “muy Muscari”, como dice la gente.

–¿Cuál es el sello Muscari?
-Creo que son varias cosas, por un lado indefectiblemente la conformación de mis elencos que responden a una inspiración, un antojo y una especie de falta de prejuicio muy personal. Yo convoco a la gente que tengo ganas y no me importa nada lo que puedan opinar. Desde Moria Casán para hacer un Shakespeare, a Ileana Calabró para trabajar junto a Leonor Benedetto en Perdidamente. Son decisiones muy poco políticamente correctas y priorizo el talento de la persona. A mí no me importa si Ileana Calabró está demasiado supeditada al entretenimiento, o a la comedia de verano liviana, yo la invito a protagonizar una obra profunda con Leonor Benedetto, que es la reina del prestigio y del bronce. Todo esto me va convirtiendo en un director empoderado. A la gente que viene a ver mis obras le gustan mucho los actores que elijo. Para mí es fundamental la construcción del elenco y después hay algunas cosas de las que me hablan siempre acerca de mis ideas que son polémicas y disruptivas. Lo cierto es que en Sex, Perdidamente y ahora, ojalá, en Plagio son el éxito que son porque el público quiere ver esos espectáculos. Creo que a lo largo de todos estos años pude construir un sello Muscari.
–¿Siempre tenés pulsión creativa?
-Por suerte, casi siempre la tengo, pero mis obras me llevan mucho tiempo, de germinación y maduración. A veces una idea se convierte en algo en mi cabeza y pasa a ser un documento Word en mi computadora y puede estar ahí germinando varios años hasta que finalmente toma forma. Que fue lo que paso con Plagio. Hay una distancia muy grande entre la pulsión creativa y la concreción, pero la gente no se entera de todo ese proceso. Después de que estreno una obra pasa mucho tiempo hasta que yo vuelvo a tener la pulsión creativa. Este año es la excepción porque en la segunda mitad estrenaré Coqueluche y por lo general sólo estrenó una vez por año.

–¿Cómo sos dirigiendo?
-Cuando estoy en la etapa de ensayos , la obra ya tiene mucho tiempo de maceración en mi cabeza. En Plagio yo ya tenía la banda musical elegida, sabía cómo era la puesta, el concepto visual de cómo iba estar la obra, tenía la gráfica pensada, todo lo trabajo mucho previamente. Utilizo los ensayos para que los actores se conviertan en el cuerpo de mis ideas, que ya están trabajadas con mucha anterioridad y le doy mucho espacio a la creatividad. Además, en el proceso de ensayo soy muy tentacular, participo y estoy pendiente de todos los rubros y todos los ensayos son con mi presencia. Después cuando empiezan las funciones voy dos veces por semana hasta terminar de poner mi impronta. Soy un director muy presente. Es parte de mi actividad o de mi rutina ir ver mis espectáculos.
–¿Qué significa el teatro en tu vida?
-El teatro es una pasión muy grande. Es mi profesión. También significa mi propia evolución, siento que a partir de lo que hago progreso un montón, pongo en la palestra de mi propia mente determinados temas que tal vez , si no fuera por las obras, no los pensaría.
–¿Cómo repercuten tus espectáculos en el público?
-A mí me importa que de mis espectáculos la gente salga pensando, que vea mi sello y que se vaya del teatro movilizada, me refiero a salir conmovido emocionalmente porque acaba de consumir algo que es mucho más que el tránsito hasta que llegue a la pizzería. Y en ese aspecto pasa algo extraordinario con mis redes sociales, todos los días tengo mensajes privados de un montón de gente comentándome sobre cómo mis obras los interpelan. Todo el tiempo tengo repercusiones de la gente y esas son las cosas que a mí me inquietan.

–¿Cómo fue el paso del teatro independiente al comercial?
-Fue con mucha naturalidad y se fue dando de manera muy escalonada. Mis primeras obras en el off las hice hace 26 años y fueron muy exitosas como, Mujeres de carne podrida y Pornografía emocional, y la gente hacia horas de cola para conseguir la entradas. A mis 23 años dirigí mi primera obra de teatro comercial que se llamó Desangradas en glamour, pero después volví al under y luego hice Pareja abierta en el comercial. Durante diez años entraba y salía del circuito comercial. Hasta que finalmente la pegué con En la cama, que fue un éxito de boletería. Era de mi autoría y actuaban Gerardo Romano, Walter Quiróz, Viviana Saccone y Mónica Ayos. A partir de ese momento y por el éxito de la obra, me di cuenta que todo el tránsito que había hecho a lo largo de todos esos años entrando y saliendo de lo comercial me habían permitido empezar a dialogar de manera sincera con esa clase de teatro.
–¿Cómo descubriste el teatro?
-Soy hijo único de una madre que limpiaba casas y de un padre que era verdulero, no había antecedentes artísticos en mi familia. Mi primer contacto con el teatro fue en la escuela y cuando mis padres en vacaciones de invierno, me llevaban a ver algún éxito de la tele al teatro. El fenómeno del vivo me impacto desde chico, cómo era eso de ver algo de la televisión que era plano, pero se volvía tridimensional, con cuerpo. Ese fenómeno de lo vivencial fue lo que a mí me empezó a atrapar. Y ahí fue que empecé a pedirles a mis padres que me llevaran a estudiar teatro. En ese momento, a mis 9 años, vivíamos en Flores y pasamos por la puerta de un Centro Cultural y vimos un cartel que ofrecía clases de teatro gratuitas. Mis padres no tenían dinero y yo insistía mucho con ir a estudiar teatro y cuando vieron que eran gratuitas me anotaron. Y ahí empecé a estudiar y descubrí mi pasión. Cuando terminé la escuela me anoté en la Escuela Municipal de Arte Dramática de donde me egresé. Después me formé en dramaturgia, dirección y estudié muchísimo. Y desde entonces, nunca más paré.
