Paula Fernández Mbarak e Ivan Moschner interpretan con gran ternura y verdad la historia de amor entre una docente y un vigilador virtual. La dramaturgia y dirección son de Juan Andrés Romanazzi.
Por Diego Jemio. Fotos: Chroma Fotografía e IG de Juan Andrés Romanazzi.
Quizás tu edificio tiene uno ya instalado. O, si no es así, seguramente los viste. Son esos tótem de seguridad, con un vigilador virtual que custodia el tuyo y muchos otros edificios. “Hacé más económicas las expensas”, dicen algunas publicidades. Una empresa de seguridad los promociona como El Ojo del Halcón. ¿Quiénes son esos seres detrás de las pantallas? ¿Qué vidas llevan? ¿Qué vínculo establecen con quienes viven en los edificios y pasan todos los días? ¿Se miran sin verse? ¿Se miran?
Esas son algunas de las preguntas que brotan en los primeros minutos de Los secretos, la segunda parte de la Trilogía de las Veces que Imagino, con dramaturgia y dirección de Juan Andrés Romanazzi. En esa atmósfera mediada por una pantalla y con el uso de cámaras, Romanazzi construye la historia de amor entre una profesora de literatura y el guardia de seguridad. Rodeada siempre de libros, ella es alguien que se siente segura con la matemática discreta de la gramática. Y él un ser obsesionado por buscar a su madre.

El punto de partida sirve como un testimonio de las relaciones; algo que, aunque exagerado, condensa las preocupaciones en torno a las formas en la que nos vinculamos. Con sus imposibilidades, son dos criaturas dispuestas a todo con tal de vivir -aunque sea por un momento- algo parecido al amor concreto, real, palpable, de carne y hueso, alejado de lo discursivo. Ella aparece en horas imposibles sólo para “estar” en su turno. Él hace lo propio. Y Romanazzi tensa esa cuerda del encuentro, con gran pericia y humor.
La hondura y el carácter entrañable de “Los secretos” no serían tal sin la excelente interpretación de Paula Fernández Mbarak e Ivan Moschner, que hacen de esos personajes criaturas tan tiernas como densas en su oscuridad, con terror a la soledad y deseos de encuentros.

La puesta tiene pocos elementos, pero precisos para hacer de éste un cuento efectivo: los libros de la profesora, una cámara que toma el trabajo del guardia, el tótem que lo “virtualiza” y pocos elementos más.
La poética de las imágenes de Romanazzi. Y la capacidad de Fernández Mbarak y Moschner para inscribirlas en el cuerpo. Esas son las claves de este precioso espectáculo. Y lo que nos sostiene como espectadores ahí, presos de esa belleza y energía.
«Los secretos» realiza funciones los sábados, a las 22.30, en El Portón de Sánchez (Sánchez Bustamante 1034). Entradas a través de Alternativa Teatral o en la boletería del teatro.