A pesar de la crisis económica, la actividad teatral logró sostener sus niveles de convocatoria, apenas levemente menores a los del 2024. La variedad de opciones en todos los circuitos lograron atraer mucho público, ávido por seguir con el ritual que propone el teatro.
Texto: Sandra Commisso.
La cartelera porteña nunca falla. En plena crisis social y económica, el público puede encontrar opciones para todos los bolsillos y siempre, de calidad. El teatro sigue siendo una alternativa cultural única que los espectadores habituales y, algunos nuevos que se van sumando también, no están dispuestos a resignar.
Según una encuesta realizada este año por el sitio Alternativa Teatral, entre personas que frecuentan los circuitos teatrales especialmente el de la Ciudad de Buenos Aires, el 42% de los encuestados afirmó que la asistencia a actividades culturales sigue siendo prioridad. Un indicador de que, en un contexto de ajuste, el arte es refugio y ocupa un lugar irremplazable. Y de acuerdo a esa investigación, si bien el 75% redujo gastos en salidas y consumos culturales en el último año, solo el 6% dejó de ir al teatro. Como opción, prefirió no ir a un restaurante o a un bar, antes o después de una función y, en otros casos, buscar promociones, descuentos y otras opciones por el estilo.

Más allá de los números, lo que queda claro es que el teatro, como uno de los puntales de la cultura, ya está incorporado como hábito social, el cual es muy difícil de abandonar. Así, las salas, en su gran mayoría, recibieron a miles de espectadores en busca de un espacio donde despejar la mente y compartir en ese ritual único, en medio de la incertidumbre social.
La cartelera porteña, con un abanico de propuestas únicas, tuvo desde grandes superproducciones al estilo Broadway como Rocky, con un Nico Vázquez inspirado por el mismísimo Sylvester Stallone, o el musical La sirenita, que agotaron funciones de punta a punta de la temporada, hasta clásicos como La gaviota, de Anton Chéjov, con dirección de Rubén Szuchmacher, en el San Martín que, con un elenco encabezado por Muriel Santa Ana, respetó a rajatabla la versión original del dramaturgo ruso.
En la misma línea estuvieron Pretty Woman, con ya una infaltable del género musical como Florencia Peña y también Chanta, con Agustín «Rada» Aristarain, que multiplicó su público habitual, muy fiel, gracias a su participación en el programa de televisión de Mario Pergolini.
Por otra parte, la cartelera de este año, dio a luz un fenómeno que hacía años que no sucedía: La Revista del Cervantes, en el Teatro Nacional Cervantes, una obra ideada y escrita por Gonzalo Demaría, junto a un grupo de autores y autores, que recrearon los inicios de la revista porteña durante las primeras décadas del siglo XX, generando un auténtico viaje por la historia cultural argentina de entonces, con un elenco numeroso y talentoso en el que se destacaron, entre otros, Marco Antonio Caponi con su recreación de Tato Bores. La propuesta desbordó de público a lo largo de varios meses, obligando a extender la temporada y coronarla como una de las más exitosas de las últimas décadas.
En el teatro comercial, abundaron las comedias, algo que se viene repitiendo desde hace algunos años, con el regreso de Diego Capusotto al teatro de texto en Tirria, junto a su hija como parte del elenco, o el encuentro en el escenario de dos figuras que, aparentemente son el agua y el aceite pero que supieron congeniar y destilar oficio y vitalidad como fue el caso de Moria Casán y Jorge Marrale en Cuestión de género.
También estuvo Luis Machín haciendo un doblete con sus interpretaciones de Sigmund Freud en La última sesión de Freud y, Albert Einstein en Relatividad. Todo eso intercalando con obras que ya son caballitos de batalla que funcionan aunque cambien, como tribu nómade, de sala como es el caso de Lo que el río hace de las hermanas María y Paula Marull.

El circuito independiente siempre tiene algo (o mucho) para ofrecer como espacio en constante ebullición. Este año no fue la excepción. Una de las propuestas más llamativas es una obra inmersiva que ya tiene algunas temporadas y que, afortunadamente continuará en cartel en 2026 en el espacio Sigue La Polilla, en Boedo. Se trata de Un hombre peligroso, que recrea la vida del anarquista Severino Di Giovanni, de una manera en la que el público se mezcla con los actores y actrices para seguir casi cara a cara, diversas situaciones sucedidas en la Buenos Aires de la década de 1920.
Otra propuesta por fuera de lo habitual es Una casa en Biarritz que también viene funcionando desde hace unos años y, por la convocatoria, tendrá continuidad en 2026. En este caso, los espectadores llegan a una casa particular, en el límite entre La Paternal y Monte Castro y son recibidos con un vino. La obra, de la que participan cuatro personajes, permite elegir seguir a uno de ellos, a lo largo de la trama, por los diferentes ambientes: el living, la cocina, el quincho, el jardín. Con un argumento pensado especialmente para ese formato que, con calidad dramatúrgica y buenas actuaciones, resulta una experiencia distinta y sorprendente.
No faltaron algunos nombres que, en los últimos años, son fundamentales en el contexto teatral independiente como los de Mariano Pensotti, con Una sombra voraz; Mariano Tenconi Blanco, con cuatro obras en cartel: Las cautivas, La vida extraordinaria, Quiero decir te amo y Madre ficción. También es para destacar a las actrices de Piel de Lava con su más reciente Parlamento y con su ya clásico, Petróleo (por suerte siempre vuelve), lo mismo que Lorena Vega que inundó la cartelera con su talento como actriz, directora y dramaturga nada menos que con ocho obras, entre ellas Imprenteros, Civilización, Precoz y Yo, Encarnación Ezcurra. Otro que volvió con un material de colección fue Osqui Guzmán con El Bululú al que, de paso, llevó de gira por España.

Este 2025 también se destacó porque varias actores y actrices hicieron su debut en la dirección: Noralih Gago con Artificial; Guillermo Arengo con El cuento de Beto y Federico Olivera con El fondo de la escena. Otras obras que sorprendieron y volverán a la cartelera en 2026 son Menos detalles, dirigida por Gustavo Tarrío; Derecho de piso, con dirección de Ian Shifres, Ana Schimelman y, Libres, de la compañía Gurí, sobre la gesta de José de San Martín.
En el Teatro San Martín, además de La gaviota, hubo dos obras que despertaron interés: una fue el estreno de Mauricio Kartun, Baco Polaco que volvió a demostrar porqué es uno de los principales referentes de la dramaturgia contemporánea. Y otra fue La verdadera historia de Ricardo III, con dirección de Calixto Bieito y protagónico de Joaquín Furriel, una versión muy personal del texto de Shakespeare.
El 2026 ya arranca con estrenos y reestrenos desde la primera semana de enero y se vislumbra una nueva temporada llena de superproducciones musicales, desfile de nombres famosos y por supuesto, muchas propuestas nuevas desde las salas independientes. O sea, un panorama para que nadie se quede sin ver teatro.
