Actriz, directora y docente desde hace dos décadas, la también productora, cuenta cómo es dividirse entre varias actividades vinculadas al ámbito teatral, algo muy típico del circuito independiente argentino.
Texto: Sandra Commisso/Fotos: Gentileza A.M.
El teatro argentino, es sabido, está poblado de talentos. Desde sus autores y autoras pasando por quienes dirigen y por supuesto, los que suben al escenario. Pero también está lleno de espacios donde se enseña actuación, dirección o dramaturgia de la que participan esos mismos que luego hacen una obra en una sala independiente. Alejandra Mistral, con gran experiencia en sus múltiples actividades como docente, directora, actriz y, recientemente productora, es un ejemplo en el que se pueden identificar miles de artistas y hacedores del teatro independiente argentino, ese que se sostiene por pasión, esfuerzo y vocación. Y que logra que el ámbito teatral sea, desde hace décadas, uno de los referentes de la actividad en todo el mundo.

–Actriz, directora, docente y ahora también productora, desde hace más de 20 años, sos parte del circuito independiente del teatro porteño. ¿Cuáles fueron tus primeros pasos? ¿Cuándo te relacionaste con el teatro por primera vez?
Comencé a los 11 años, cuando iba al colegio Pestalozzi y en ese momento incluyen la materia teatro. Una profesora le dice a mis padres que soy más auténtica y honesta en el escenario y que era una actividad que me podía ayudar mucho con mis emociones, a manejar mi cuerpo porque, ya a esa edad, medía un metro setenta y a aprender a conocerme. Así empecé a relacionarme con las primeras clases y de a poco se va convirtiendo en algo más que un hobby hasta que a los 18 años llega la primera oportunidad de actuar en una cooperativa, y como asistente de dirección en otra obra, Y también como conductora de radio, ahí empieza a aparecer mi voz en distintos espacios. Y enseguida comencé la carrera en el entonces IUNA, ahora UNA, con el profesorado de actuación en teatro. Me encantaba tanto la actuación como la psicología. Encontré en la actuación como en la docencia, mi vocación.
-De todas las facetas vinculadas al teatro, ¿cuál te identifica más y cómo las coordinás en el día a día?
Podría decir que lo que más me identifica es la gestión. Y lo que más me apasiona es la docencia. Tengo muchos grupos de alumnos en distintos espacios, en El Tinglado, en el Teatro Colonial y con empleados de Banco Nación. Y con algunos de ellos, el año que viene, también voy a dirigir, siempre que encuentro un buen material, eso me entusiasma. Este año, después de casi cuatro años que no lo hacía, volví a actuar, en ciclos breves y en cortos audiovisuales en la UNA. La verdad no hay una faceta que me guste más, es el teatro que me convoca.
-Recientemente, con la obra uruguaya Los sepultureros, te animaste también a producir y traer una obra extranjera a Buenos Aires, ¿cómo surgió eso?
Tengo vínculo con la gestora cultural uruguaya Marisa Spera que ve mucho teatro en Uruguay y en Buenos Aires. Ella viaja todas las semanas a Buenos Aires para ver obras y en una oportunidad nos cruzamos en Timbre4. Ella comentó que quería empezar a estudiar actuación y una de las actrices de la obra que vimos, le sugirió que lo hiciera conmigo. Y desde ahí comenzamos a trabajar juntas. Nos hicimos amigas y se armó una alianza además porque empezamos a intercambiar lo que pasaba en Uruguay y en Argentina en materia teatral. Marisa se empezó a sumar también a espacios como el de Jorge Dubatti, de difusión del teatro independiente contando sobre lo que ella conoce de la actividad en su país. Un día me habló de la obra Los sepultureros, una versión muy particular de Hamlet, y de su sueño de traerlo a Buenos Aires. Y finalmente lo pudimos concretar.
-Con tu experiencia en el teatro independiente, ¿qué cambios ves en los últimos años, con respecto a tus inicios? ¿Qué cosas mejoraron y cuáles empeoraron? si podemos definirlo de alguna manera.
Si me remonto a cuando yo empecé, creo que las cosas que mejoraron tienen que ver con la comunicación entre directores, productores, artistas, autores y agentes de prensa, gracias a las redes. Recuerdo que si yo quería difundir algún material tenía que ir cada institución a buscar información; por ejemplo data sobre castings que colgaban en un corcho en la Asociación Argentina de Actores. Hoy, todo está más alcance de todos y se amplió un poco el panorama. Sin embargo, creo que empeoró el consumo de teatro. Cuando hay problemas económicos, ya sabemos que actividades consideradas como entretenimiento o diversión, empiezan a ser más prescindibles. Y el teatro, tanto en el circuito del teatro independiente y también del oficial y el comercial, empieza a sentir la falta de público. Y ahí aparecen los rebusques que intentan retener al público, ofreciendo promociones y otras opciones. La idea es llegar a todo el público y que la gente no se quede sin ir al teatro. También están los subsidios que ofrecen algunas instituciones pero así y todo, hubo salas que tuvieron que cerrar y los subsidios se terminaron.
-¿Cuál creés que es el valor más importante del teatro independiente argentino que lo hace tan especial y reconocido en todo el mundo?
Creo que un gran valor es cómo nos gusta acercarnos a los espectadores, abrazarnos, encontrarnos, conversar, saber que una obra movilizó a alguien, logró captar la atención de alguien y provocó un cambio. Por eso, durante la pandemia, se sintió tanto esa falta. Recuerdo que dirigí una obra que se vió por streaming, pero el hashtag que había difundido Artei era «qué ganas de volver» porque esa era la sensación. El teatro independiente argentino tiene la capacidad de entretener, de informar, de hacer que la gente se reúna, sacar a las personas de su casa. No olvidemos que el teatro es una de las pocas actividades que nos saca de casa porque queremos ir al encuentro con otros, logra movernos para ir al encuentro con los artistas, con las obras, con los autores y con los teatros. Hoy, cada teatro tiene una identidad muy marcada y hay espectadores que ya tienen identificado cada espacio por algo en particular.
-¿Qué es lo que más disfrutás de tu trabajo?
Creo que lo que más disfruto es la famosa catarsis de la que hablaba Aristóteles, de encontrarme con gente que tiene la misma pasión, de cruzarme con alumnos que creen no tener experiencia y descubren que todo el bagaje de conocimiento que traen, de cualquier otra actividad, desde idiomas hasta deportes, les sirve a la hora de tener que poner en práctica la creatividad para componer personajes. Y después se dan cuenta que nacen escenas, obras, creaciones colectivas pensadas íntegramente por ellos, como me ha pasado en El Tinglado. En la vida cotidiana un problema es un problema, pero en el teatro, el problema es el conflicto que nos permite jugar y que haya teatro. Sin dudas, el teatro es mi lugar seguro, lo disfruto muchísimo, puedo ir cuatro o cinco veces por semana a ver obras y de todas aprendo, converso con los que están al lado mío, escucho las reacciones y siento eso único e intransferible que pasa ahí en vivo y en directo que es único e irrepetible.
¿Tus proyectos para 2026? ¿Algún sueño como actriz o directora que aún está pendiente?
Mis proyectos son seguir en la escuela de actuación de El Tinglado, en distintos niveles, y en enero y febrero coordino seminarios de entrenamiento para quienes quieren trabajar en algo puntual. Además tengo un grupo a cargo, con gente de entre 15 y 25 años que están trabajando en una obra de un dramaturgo argentino al que voy a dirigir el año que viene. También sigo con las clases de teatro para empleados del Banco Nación, de manera presencial en la sede central y de manera virtual, para los que están en distintos lugares del país. Y estoy programando una sala nueva en la zona de Belgrano. En cuanto a mi sueño, es trabajar en el teatro San Martín, como actriz o como directora porque es como mi hogar. Una vez por semana, voy, a ver obras o a tomar un café, lo disfruto mucho, me encanta estar ahí.
