La obra «Antes de que abras los ojos» pone en cuestión nuestro pasado y cómo lo recordamos. Aborda distintos planos de sentido para poner en movimiento como nos vinculamos con lo que no resolvemos. Tras sus primeras funciones en NÜN Teatro Bar, charlamos con su dramaturgo y director, Pablo Bellocchio.
Texto: Redacción Todo Teatro. Fotos: Vico Alfonso.
En esta pieza que estrenó a principios de octubre, Elsa prepara los últimos detalles para celebrar el cumpleaños sorpresa de Danilo. Los invitados están por llegar. Martín espera mientras ayuda con los globos… La psicóloga también. Mariana llega poco después, está impaciente. Todos esperan por Danilo pero hay algo raro en el ambiente. Los invitados de a poco se van dando cuenta que no saben donde están. Con el tiempo solo saben una cosa: no están acá, ni allá, ni en ningún lado. Están soñando. Pero las preguntas más importantes a responder son: ¿quién está soñando? ¿De quién es el sueño? ¿Qué va a pasar cuando toque despertar?

Bajo esa premisa, el autor y director Pablo Bellocchio explora lo imaginario cuando se confunde con lo ensoñado; lo ficcional con lo real. De este modo la obra se convierte en una exploración de nuestra propia percepción ante todo lo que vivimos, una recorrida por todo aquello que nos ha quedado pendiente antes del final. La obra está protagonizada por Nicolás Acosta, Patricia Domínguez, Luli Duek, Jorge Gentile, Mariana Nobre y Monita Silva.
-¿Qué fue inspirador para escribir esta obra y cómo encontrás esa primera premisa en escena?
-La obra trata sobre nuestra propia mirada del pasado y cómo las cosas que callamos o no hacemos, nos dejan anclados. En función de eso pensé en la idea de desarrollarla dentro de un sueño lúcido, es decir, un sueño en donde el soñante es consciente de que está soñando. En ese sueño, el protagonista Danilo, intenta juntar a todas aquellas personas con las que tiene cuentas pendientes para intentar saldarlas. Lo particular de la situación es ver las dificultades por las que pasa el personaje para intentar quedar en paz.

-¿Cómo creés que se articulan los personajes en este ambiente de ensoñación?
-Lo interesante de explorar el mundo de los sueños es que estos tienen un montón de particularidades que son muy ricas para jugarlas en escena. Desde la sensaciones físicas, como la de caminar y sentir que no avanzás, el no registro del contacto físico, o el hecho de que las caras no importan en los sueños y uno pueda estar hablando con alguien y que la cara de esa persona sea otra. Son todos dispositivos que probamos en escena y que hacen que la obra sea muy entretenida tanto para el público como para nosotros. Es una apuesta riesgosa porque la misma dinámica de la obra no te da colchón como para desconectarte. Es un juego tras otro y los intérpretes tienen que jugársela y animarse a creer en la propuesta. Algo así como los nenes cuando juegan, que no se cuestionan la verosimilitud de su juego. Lo cierto es que si los intérpretes creen fervientemente en el juego que están jugando, el espectador también. Y está sucediendo eso cada vez más en nuestra obra y es fruto de todo el laburo que le pusimos a que así sea.
-¿Cómo fue el trabajo grupal para llegar a escena y qué dinámica articulás desde la dirección?
-Por el riesgo de la propuesta que se sumerge en lo onírico y no tiene mucho soporte naturalista, laburamos mucho la puesta primero. Por lo general, en otros procesos trato de generar primero espacios para que los intérpretes encuentren orgánicamente el tránsito de sus personajes. Pero esta obra tiene mucho peso pictórico, muchos juegos que van de cero a cien. Por lo que primero laburamos casi aritméticamente en que los actores tuvieran el andamiaje de la puesta. Yo partí desde imágenes muy claras y a partir de que ellos pudieron incorporarlas, empezaron a usar la puesta para jugar, se la adueñaron y la transformaron en otra cosa. En definitiva eso es lo más lindo que te puede pasar con una puesta; que llegue un momento en donde tu idea primaria sea irreconocible porque está tan contagiada del juego de los intérpretes que no reconoces que es de cada uno.

-¿Cómo pensás la escena teatral porteña y qué creés que se valora en este momento por el público?
-Me parece que en líneas generales hay una necesidad de todos de seguir generando espacios de ficción que nos sirvan para reencontrarnos. El teatro es un espacio de reflexión en una realidad que se deshilacha hacia un automatismo que me parece peligroso. Estamos cada vez más entregados al sesgo confirmatorio, es decir, a tratar de confirmar aquello que pensamos en lugar de discutir, debatir y así desarrollar nuestro pensamiento crítico. Sobre todo los pibes, que tienen una cultura del algoritmo que me parece peligrosa. El teatro es un espacio movilizante; de disfrute y de replanteos sobre nuestra realidad. Un pequeño oasis que nos saca del piloto automático. Por eso me parece importante seguir peleando por un teatro que no sea informativo ni mucho menos que le diga al espectador como pensar. Para eso me quedo en casa mirando videitos de Tik Tok. El teatro tiene que dejar huecos para que nosotros como espectadores completemos la historia. En ese sentido el teatro argentino sobrevive, producto mucho más de la resiliencia y el amor por el oficio de quienes laburamos en el arte que de políticas que busquen fomentar e incentivar la producción artística. Y eso a veces es tristísimo. Porque es un espacio profundamente necesario. Es un rito que escapa a las lógicas del resultado y que tanto en su realización como en su desarrollo escénico nos obliga a encontrarnos, a pensarnos a nosotros mismos y a pensarnos con los otros. Y la realidad cotidiana en la que vivimos necesita de ese tipo de espacios. Los grupos teatrales y las cooperativas van a seguir sobreviviendo porque es demasiada la pasión que nos mueve como para vernos cercenados por dificultades económicas, pero a veces me parece injusto, sobre todo para los intérpretes que son los que le prestan el cuerpo, que los laburantes del teatro tengan que estar haciendo malabares para poder dedicarse a algo tan profundamente necesario como el teatro. Yo vivo de dirigir y de dar clases y me siento profundamente afortunado, pero soy consciente de que no es para nada común que así sea.
Antes de que abras los ojos tiene funciones los domingos a las 17.30 horas en NÜN Teatro Bar, Juan Ramirez de Velasco 419. Entradas a la venta en Alternativa Teatral.
