La actriz, dramaturga y performer Stefy Sleiman continúa presentando su obra «Ensayo para una despedida» en funciones mensuales en Área 623. La obra plantea un tiempo palíndromo donde el pasado es visto desde el futuro y viceversa, es un tiempo espiralado, donde la idea de repetición instaura también la idea de diferencia y crecimiento.
Texto: Redacción Todo Teatro. Fotos: Luis Barrios.
El texto Ensayo para una despedida es el intento de retratar una experiencia individual y entrelazarla con la subjetividad colectiva. Una chica de conurbano que descubre las asperezas de los vínculos interhumanos y las equivocaciones del deseo acéfalo. Una odisea emocional repleta de incertidumbre, pero también de una vulnerabilidad tajante. Stefy Sleiman -impulsora del proyecto- nació en Longchamps, en el conurbano bonaerense. Es bailarina, actriz, docente y productora. Se formó en la Universidad Nacional de Artes en la Licenciatura en Actuación como también tomando talleres por fuera con Marina Otero, Gustavo Zajac, Ricardo Bartis, entre otros. En la puesta, la protagonista -Cassandra- viaja horas en tren. Viaja para bailar. Mientras viaja, sueña con el futuro y el pasado. Cassandra es una adolescente que estudia danza y teatro en la ciudad de Buenos Aires y acordó con sus padres no reprobar ninguna materia en el secundario para que ellos paguen sus clases, a las que viaja a diario, y realiza de manera constante y rigurosa, sin descanso, casi obsesivamente. Hasta que, en contra de sus planes y a pesar de su rígida disciplina, se enamora de manera intempestiva. Ese amor la hará experimentar las emociones y experiencias más intensas, gozosas y dolorosas, que darán paso a una nueva comprensión de sí misma y de su historia.

-¿Qué eventos conforman la historia de Cassandra y qué peso tiene el amor en la construcción del relato?
-La historia es un recorrido por la vida de Cassandra, una adolescente que vive en el conurbano bonaerense y viaja todos los días a la ciudad a tomar sus clases de danza y teatro de forma rigurosa. La obra es un recorrido por su adolescencia, sus anhelos, el primer encuentro con el amor, las primeras salidas de noche, la pérdida de un embarazo, el desamor, la separación y el descubrimiento de un nuevo ser. Son los eventos que confrontan a la protagonista, que rompe sus sueños o sus creencias y la obligan a generar una nueva comprensión de sí y de su realidad
-¿Cómo fue la escritura y puesta en escena?
-Fueron dos años de mucha investigación en conjunto con las distintas áreas. Primero yo armé un boceto de escritura con las primeras cinco escenas y los convoqué a Alejo Sulleiro para abordar la dramaturgia y a Ignacio Henriquez para la dirección escénica. Con Alejo reescribimos las escenas, luego le fuimos dando forma al relato y a las escenas que faltaban. En paralelo, hacíamos ensayos donde poníamos en escena ese texto súper poético que proponía Alejo, montábamos secuencias de movimiento con Eva Palotini, ensayos musicales con Diego Revelant y Sego Segovia donde veíamos referencias musicales acordes a la escena que estábamos trabajando, ensayos que eran solo para grabar música y audios, ensayos para ver el material fílmico que venía creando el director, quien se encargó de toda la parte audiovisual. Ensayos de puesta en escena donde todo eso que trabajábamos de manera parcial, lo montábamos junto al director y Carolina Banin asistente de dirección. En marzo de este año, cuando empezamos a planificar el estreno, se sumaron al equipo Abel Airala para hacer la operación de sonido en vivo, Rodolfo Eversdijk para hacer el diseño de iluminación. Fue mucho tiempo de experimentación y trabajo en equipo todos al servicio de lo que la obra pedía o necesitaba.

-¿Cómo definirías el trabajo colectivo con Sulleiro y Henriquez?
-Nosotros tres venimos trabajando hace rato en distintos proyectos y somos un gran equipo de producción. Sabemos llevar muy bien a la práctica lo que amamos hacer: teatro. Así que nos hemos ingeniado para rotar en roles, hacer alianzas estratégicas y convocar personas que trabajen con nosotros. Que quieran trabajar en equipo, fortalecer lazos y crecer creativa y artísticamente.
-¿Qué resonancias hay en el público sobre la puesta?
-Hemos tenido una hermosa recepción del público y devoluciones muy sentidas. La puesta en escena es muy audaz y desafiante al operar tantas cosas al mismo tiempo: música en vivo, proyecciones, un cuerpo danzando, las luces al cobrar un protagonismo debido a la ausencia de escenografía. Esto impacta directamente en el espectador y en todo lo que va atravesando con la historia y en conjunto con Cassandra. Eso ha sido muy hermoso. La gente se ve muy identificada en la adolescencia, en los primeros amores, en cómo uno los aborda, lo intenso de ver un cuerpo en escena tan afectado a través del movimiento. El común denominador es que me dicen ‘¿cómo hacés para hacer tantas cosas?’ y creo que en la misma adrenalina ni yo me doy cuenta de todo lo que hago en escena. Pero hay mucho puesto en el cuerpo, que fue el cuerpo a investigar.

-¿Qué cosas te llaman la atención de eso?
-Yo vengo trabajando hace muchísimos años y justamente eso es algo que me sorprendió mucho. Cosas que para mí son naturales o movimientos más simples, para los demás no lo son. Lo que se ve son muchos años de trabajo en la danza y en el teatro y eso está muy reflejado, es algo que me da mucho orgullo y a la vez me sorprende un montón. Me divierte mucho la identificación del público con el amor adolescente, me voy dando cuenta que va calando cada vez más profundo en la gente y me encanta.
«Ensayo para una despedida» se presenta el primer sábado de cada mes en Área 623, Pasco 623. La próxima función será el 7 de septiembre a las 18 horas. Entradas en venta por Alternativa Teatral.
