El actor lleva adelante el unipersonal «Muerde», escrito y dirigido por Francisco Lumerman. Habla de los desafíos de ese «thriller en solitario» y de la pulsión del artista argentino por hacer pese a las crisis.
Por Diego Jemio. Fotos: Iván Amato.
En la primera escena de Muerde, se ve a René con las manos manchadas de sangre. Ni él ni los espectadores sabemos qué pasó. Él intenta domar lo que piensa y lo que siente. “Un thriller en solitario”, dice la promoción de la obra escrita y dirigida por Francisco Lumerman y protagonizada por Luciano Cáceres. Quizá también podría decir un ensayo sobre las heridas y sobre cómo sus esquirlas siguen haciendo daño con el paso del tiempo.
Cáceres habla de cómo afronta un unipersonal intenso -“de mucha concentración, mucho cuerpo, mucha voz”, lo define- y cuenta qué le dicen los espectadores sobre sus dolores después de la función.
–Comenzaron con las funciones en octubre del año pasado y no dejan de agotar localidades. ¿Qué te sigue resultando potente del texto de Lumerman después de varios meses de hacerla?
-Hace justo un año estaba filmando una película en Madrid. Francisco, a quien conozco desde hace 20 años porque él también se formó en Andamio 90, me mandó el texto en ese momento. Teníamos ganas de laburar juntos. Cuando lo leí, dije: “Esto es lo que quiero hacer”.

–¿Por qué?
-Hace mucho tiempo que buscaba la posibilidad de hacer un impersonal, pero no había llegado el material que me conmoviera, que me interesara… Y fue éste. Así fue como le dije: “Vuelvo y nos ponemos a ensayar”. Él volvió también de otro viaje y en octubre estrenamos. El material está más vivo que nunca; está creciendo y siento ahí algo de plenitud, de riesgo, de nervios… Requiere mucha concentración, mucho cuerpo, mucha voz. Antes pensábamos que la experieencia era para poca gente y lugares chiquitos, pero lo empezamos a hacer en salas más grandes y conmueve. El ritual sigue intacto.
–Mencionaste el desafío que implica hacer un unipersonal. ¿Cómo te llevás con ese laburo sin red, sin un compañero que te de un pie?
-Uno está solo como actor, pero me siento muy bien acompañado. El teatro nunca es solitario; siempre hay algo en equipo. Este trabajo me sirvió también para descubrir que tengo otros grandes compañeros: los espectadores. En Muerde hay un ida y vuelta con los presentes, que es una compañía clave. Hay un respeto, un silencio y una complicidad con René y la historia que va narrando. Ahí te sentís menos solo.
–Como espectador, me sorprendió el trabajo con la tonada. No es ríoplatense, pero tampoco remite a una región en particular. ¿Por qué decidieron transitar esa zona gris y no ubicar a René en una geografía específica?
-Con pocos elementos teníamos que contar muchas cosas. La mesa de la escenografía entra en el baúl de un auto y pesa 23 kilos, que es lo que te permiten llevar en el avión. La idea fue que podamos girar. Al mismo tiempo, quisimos construir un pueblo rural y empezamos a laburar la tonada; quisimos que sea campestre, pero no de Buenos Aires sino de un sitio más lejano. Ahí apareció esa tonada, quizá medio santiagueña, pero como vos decís no es de un lugar preciso. Buscamos construir un lugar con el acento, en un espacio que no sea el urbano.

–Hace un rato hablabas del público como un elemento importante de la obra. ¿Qué te dicen a la salida? Lo pregunto porque es una obra sobre las heridas que llevamos dentro. Y, de una u otra forma, todos fuimos René en algún punto…
-Pasa algo distinto en cada lugar al que vamos. En 9 de Julio o en Chivilcoy, por dar dos ejemplos, René es el Johnny, el Toni, el Beto… El loquito del pueblo, el raro, el retrasado, al que todos conocen y con el que todos tienen una identificación muy local. En ciudades como Buenos Aires y Mar del Plata, aparecen relaciones más directas con los espectadores, con situaciones de abuso, de abandono, de marginalidad… Siempre hay algo muy vívido en el público con lo que le pasa a René.
–En la función que fui a ver, al final, hiciste mucho énfasis en apoyar a las obras independientes “mucho más en estos tiempos que corren”. ¿Cómo definirías el escenario actual del teatro?
-Los que hacemos teatro independiente estamos acostumbrados a la autogestión. Desde 2002, yo viajo constantemente a festivales internacionales de teatro y de cine. La pregunta constante que me hacen es: ¿cómo hacen teatro y cine en crisis? Con más apoyo o con menos apoyo, hay algo del artista argentino: no podemos parar de hacer. Porque si dejamos de hacer, dejamos de ser. Hay momentos en los que esa situación se magnifica más, como el que estamos viviendo. Pese a los problemas de bolsillo, el ritual sigue intacto y el público está activo. El teatro independiente de Buenos Aires es un fenómeno mundial que no sucede en ninguna parte del mundo. Obviamente que se necesita un INCAA presente, al igual que con el INT. Pero el público no deja de asistir. Buscan la promo, buscan la forma, pero van. Son ellos los que mantienen nuestro ritual.
Muerde realiza funciones los dos últimos domingos de julio, a las 18, y los dos primeros de agosto, a las 17, en Timbre 4 (México 3554). Entradas en la web del teatro o a través de Alternativa Teatral.
