Entrevistas

Alejandro Radawski: «Como director podría considerarme bilardista»

El director argentino radicado en Polonia cuenta cómo fue dirigir a la distancia La pelea de la carne, obra basada en una novela de Witold Gombrowicz y que se presenta en El Portón de Sánchez.

Texto: Sandra Commisso. Fotos: gentileza prensa.

Basada en la novela La seducción, del escritor polaco Witold Gombrowicz 8quien vivió más de dos décadas en la Argentina), el director argentino Alejandro Radawski creó la dramaturgia de La pelea de la carne, la obra con enfoque multidisciplinario que fusiona el cine con la música de Johann Sebastian Bach y las pinturas de Francisco de Goya y que se presenta en El Portón de Sánchez, los viernes a las 22.30. Como particularidad, la pieza fue dirigida de manera virtual desde Estonia donde actualmente Radawski se encuentra trabajando. En La pelea de la carne actúan Damián Albariño, Milagros Martino, Micky Gaudino, Paulina Aliaga y Sofia Almuina. Por otra parte, Radawski, de familia polaca, hizo el camino inverso a Gombrowicz: radicado en Polonia, trabaja también en otros países europeos.

-¿Cómo surge el interés por Gombrowicz y específicamente el de esta novela para adaptarla al teatro?
-Por ser un autor polaco, Witold me atrapó desde mi juventud, y cuando yo trabajaba para la Embajada de Polonia en Buenos Aires difundiendo la cultura polaca en la Argentina, se profundizó mi interés por él. La seducción por esta novela se despertó al unísono con Ferdydurke, la primera obra que dirigí de Gombrowicz. Por aquel entonces estaba en duda cuál de las dos dirigir y elegí Ferdydurke, con la situación de la guerra en Ucrania que me agarró acá en mi casa en Cracovia, y pude ver de primera mano las consecuencias sufridas por los refugiados, me pareció un buen momento para hablar del preciso instante en el que las personas están en su casa esperando que los invasores lleguen. En La pelea de la carne el foco está puesto ahí, en esa espera tensa, ya que la trama transcurre en el momento en el cual Rusia y Alemania se dividen Polonia y la atacan por el este y el oeste. Luego de haber ido el año pasado al Festival Internacional Gombrowicz en Radom, Polonia, donde fuimos ovacionados por el público de pie por más de cinco minutos y haber ganado el premio por parte del jurado al mejor grupo teatral, es que resurgieron dos ideas que tenía en mente: una; llevar a la próxima edición del Festival (que es bianual) una nueva obra La pelea de la carne. Dos, tener una compañía teatral que haga obras sobre Gombrowicz, si todo sale bien a finales de 2024 comenzaré a preparar mi tercera obra sobre Witold.

-¿Cómo fue la experiencia de dirigir a la distancia? ¿Qué desafíos implicó?
-Este proyecto lo dirigí cien por ciento online, primero desde Tallin y terminando en Cracovia. Los actores se juntaban en una sala y yo estaba por videollamada conectado a un parlante y así les iba dando las indicaciones tanto a ellos como a la camarógrafa. Mis obras son sincronizadas y precisas en busca de la perfección, la exactitud y lo técnico son todo, ya que la coordinación tiene que ser exacta. 

-Dirigiste teatro en otros países, como Estonia, ¿cómo es la forma de trabajar allá?
-La experiencia fue súper nutritiva, cada nuevo país en el que trabajo es algo que marca mi carrera, en este caso dirigí una obra de mi autoría traducida al estonés que se tituló Suremas sinust, en castellano: “Muero de ti” que fue mi primera obra como dramaturgo en el 2010. Una de las particularidades era que yo dirigía en inglés y ellos actuaban en estonés, y yo no entendía nada de lo que decían, más allá de conocer el texto e ir siguiendo línea por línea. Uno de los desafíos fue trabajar con personas que sienten la obligación de agradar y temen desviarse de las normas establecidas en ese lugar. Esto provoca un conflicto interno para ellos, ya que yo no estoy comprometido con satisfacer a otros y no estoy dispuesto a comprometer mi expresión artística en cuestiones de estilo o forma. Mi independencia al no estar arraigado a ningún país, ni deber favores, me brinda la libertad de crear de manera irreverente y con desparpajo. No me interesa seguir modas ni pertenecer a un grupo que busque validación a través de la imitación de otros. Mi verdadera identificación está en mantenerme al margen de las tendencias, ya que copiar y tratar de encajar en un colectivo no es mi camino ni enriquece mi creatividad.

-La comunicación fluye, más allá del idioma.
-Lo maravilloso de trabajar con estos actores, es que nunca ponen ni un pero para ensayar,  y eso que la mayoría de los actores en Europa tienen otra profesión de la cual viven, tienen hijos que llevar a la escuela a la mañana y luego van a la oficina y luego van a ensayar, y si tienen que ensayar hasta las 2 de la mañana, lo hacen con felicidad, y luego se levantan a las 6 para llevar a su hijo a la escuela, y luego van a la oficina. Sin ir más lejos, la Selección Nacional de Fútbol de Estonia, la mayoría de sus jugadores tienen otro trabajo, no viven del deporte, pero la disciplina y la exigencia no se negocian porque no los gobierna la excusa.

-Cine, teatro, Bach, Goya, ¿cómo fue la elección de lo multidisciplinario para llevar a escena?
-Lo multidisciplinario es como yo veo al teatro, porque lo concibo como una obra de arte, como una fusión de lenguajes, yo no sé hacer teatro de otra forma. Por eso, siempre antes de comenzar un proyecto, lo primero que defino es la estética, la fusión de lenguajes, la obra en sí no es importante y muchas veces es una excusa para crear algo artístico.

-¿No hay mucha diferencia entre el director de teatro y el de cine en tu caso?
-Como director de cine hacía tiempo que quería fusionar teatro y cine, que los actores no actúen para un público si no para una cámara, que el público vea actores de espaldas, pero sus rostros en primer plano de cine en pantalla gigante. Es cierto que el cine es mucho más técnico que el teatro, y esa precisión es la que me servía para esta obra donde yo iba a estar virtual y los actores necesitaban límites muy claros y acotados, era mi forma de controlar y al mismo tiempo ayudar a los actores. Tengo cierta manía u obsesión por no repetirme. Entonces no me permito sonar en la misma melodía; ya sea desde los temas, o de la estética, o la puesta. Es como una premisa, no quiero que todos mis discos suenen iguales, por más que tengan una impronta propia. Por eso elegí esta fusión de lenguajes, música clásica de Bach, las pinturas de Goya y el cine en blanco y negro.

Aprovechando tu visión de trabajo en dos continentes y culturas tan distintas.¿qué desafíos ves en el teatro actual?
-El desafío mayor es encontrar personas que consideren al teatro como lo más importante en la vida. Gente que no vea la disciplina y exigencia como una vía negativa que expone sus limitaciones, sino que lo entiendan como una forma de potenciar su arte, la disciplina y constancia son los únicos canales que le ganan al talento. O al menos me gusta pensarlo de esta forma; vos y yo nos vamos a subir a una cinta de correr y solo van a suceder dos cosas: que te bajes primero o que yo me muera ahí. Veo en Polonia y en los países más del norte de Europa donde suelo trabajar constantemente, que los actores tienen una disciplina y concentración superlativa, entienden el riesgo que significa que haya un error en el teatro, lo ven como algo trágico, terrible, y trabajan en la búsqueda de la perfección. Obviamente en el “proceso de ensayos”, yo como director pienso que el “resultado” no es exigible, lo que es exigible es el esfuerzo. Y mi corta experiencia me dice que nada que se someta a un arduo trabajo es imposible en el teatro. Ahora bien, en la etapa de funciones, para mi un error es sinónimo de vagancia y no solo es algo inadmisible, si no que me genera una profunda frustración y angustia.

-¿Te definirías como un director muy exigente?
-Como director podría considerarme “Bilardista” porque comparto muchos de sus pensamientos, uno en particular que él aplica al fútbol: “No puede haber distraídos, no puede haber errores, imagínate que un doctor está operando a un familiar tuyo, entonces sale el médico y dice, – Mire, me distraje y está muerto – no hay médicos así, porque no te podés distraer nada, tenes que estar concentrado todo el día, todo el día, todo el día”. Esa misma lógica es la que yo aplico al teatro, con el lamentable atenuante de que si un actor se equivoca no pasa nada, y hasta muchas veces es producto de risa o chiste.

-¿Ves mucha diferencia entre la Argentina y otros países en los que solés trabajar, en ese sentido?
-En Argentina quizás cuesta más conseguir la concentración y la disciplina, tengo que repetir las cosas entre diez y veinte veces; y acá con decirlo una o dos, ya alcanza. También ocurre que en Argentina hacen muchas cosas a la vez, hay como una enfermiza obsesión por la cantidad y no por la calidad, tal vez por eso cuesta concentrar la energía en algo y poder hacerlo al cien por cien. Por otro lado, lo bueno que tenemos como argentinos es lo multifacéticos que podemos ser en el registro actoral. O sea, se puede hacer clown, realismo, grotesco, sainete, absurdo. Acá, en Europa, eso no existe. No saben lo que son las emociones exacerbadas. De hecho, en muchos lugares las emociones están mal vistas y se ríen de ellas. Otro desafío importante que sortear es que en algunos teatros en Argentina prevalece como un derecho tácito el maltrato, y cuando el grupo sufre eso continuamente el producto final que ve el público se ve afectado, lamentablemente los periodistas nunca preguntan eso, que desde mi punto de vista sería fundamental antes de analizar una obra teatral, saber cuáles son las condiciones del trato humano en el cual se desarrolla el hecho artístico.

-¿Qué proyectos tenés para 2024?
-Eclécticos como siempre, voy a dirigir en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín, Sobre la amabilidad de los extraños, mi versión de Un tranvía llamado deseo de Tennessee Williams, un texto hermoso que ya he terminado de escribir, donde no solo será una puesta audiovisual sino que también tendrá la fusión del Ballet del teatro y su grupo de titiriteros. Luego, he ganado mi novena Residencia para escritores, esta vez una de las más prestigiosas en Alemania, “Künstlerhaus Lukas” donde iré a escribir un manifiesto teatral sobre el rol del teatro en tiempos de guerras; También haré otra residencia para escritores en Finlandia adonde iré a completar mi trilogía sobre Masacres en Polonia. Ya es la tercera vez que iré a Villa Sarkia en Sysmä.

-Una vez más de uno a otro lado del Atlántico.
-Sí, también volveré al XVI Festival Internacional Gombrowicz en Radom, Polonia con La pelea de la carne y Ferdydurke, se públicarán dos de mis libros, uno en Brasil y otro en Estonia y además, seguirán en cartel en Buenos Aires, El alemán que habita en mí, La pelea de la carne y Ferdydurke. Y estoy viendo si puedo acomodar un nuevo proyecto teatral de dirección para el 2024 o si ya lo paso para el 2025, que sería en Oslo, Noruega.

La pelea de la carne tiene funciones los viernes a las 22.30 en El Portón de Sánchez, Sánchez de Bustamante 1034.

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