Dirige «Las cosas maravillosas», el unipersonal de Duncan Macmillan, que protagoniza Franco Masini. La obra va rotando de actores y le propone al espectador asumir un rol activo.
Por Diego Jemio. Fotos: Gentileza prensa.
La voz de Mercedes Sosa. Bañarse desnudo. La ropa con rayas. El momento de Seminare en el que se escucha “uh-uh. Muy lejos del sol. Que quema de amor…”. Esas son algunas de las cosas por las que vale la pena vivir. Y algunas que forman parte de Las cosas maravillosas, la obra de Duncan Macmillan que dirige Mey Scápola.
El unipersonal tiene dos particularidades. Por un lado, es protagonizado por una lista de actores y actrices, que están en escena entre seis y doce semanas cada uno. Cada uno le agrega su propia impronta a la obra. Y, por el otro, el público tiene un rol activo leyendo algunos de los ítems de la lista o interpretando pequeños personajes.
El año pasado, fue protagonizada por Peter Lanzani. Luego fue el turno de Lali González y ahora Franco Masini está a cargo de las funciones. La lista, realizada por el protagonista para ayudar a su madre a salir de la depresión, crece cuando los espectadores dejan sus propios aportes en una pizarra a la salida del teatro. Scápola habla sobre la construcción colectiva de la obra y sobre la participación activa del público.

–¿Cómo afrontás la dirección de una obra que siempre está cambiando? No sólo lo digo por los actores sino también por la intervención del público…
-El teatro nunca se hace con una obra redonda. En este caso, es un unipersonal sin la cuarta pared. Acá se termina de armar con el público; cada proceso y cada intérprete es diferente. Nos obliga a hacerla única y particular.
–La obra viene de afuera. ¿Está estipulada la rotación?
-Sí y de alguna forma sigue sosteniendo un espíritu alternativo. Eso le da un punto aún más atractivo. Muchas personas vinieron a verla varias veces, con diferentes intérpretes. Y cambia muchísimo. No son reemplazos. Cada actor o actriz está entre ocho y doce semanas.

–En la función que vi, nadie se negó a su pequeña participación. ¿De qué manera trabajan ese abordar a los espectadores?
-Aunque parece que las cosas suceden naturalmente, incluso la participación del público es algo que está ensayado. Me refiero a cómo abordar a una persona. ¿Cómo se pide? ¿Cómo se pregunta? ¿Cómo se le dice? No es algo participativo pero sí tiene un vínculo con el público, que colabora para contar esta historia. No queremos que ese pedido sea invasivo ni irónico sino amoroso.
–Incluso hay algunos que hacen un pequeño personaje…
-Eso es un poco de intuición. Cuando el público entra a sala, con Franco vamos viendo y decidiendo. Vemos qué espectador podría llegar a participar y dónde están ubicados. Es una obra muy amable, dulce y colaborativa.

–Otras obras en cartel también hablan de la salud mental. ¿Te parece una casualidad o hay algo que se abrió para comenzar a abordar el tema?
-Quizás la gente está más preparada para escuchar hablar de ciertos temas, sin ninguna bajada de línea solemne. La nuestra es una obra que tiene mucha sensibilidad y humor. Veo cómo la gente se conmueve y lo que pasa en cada función. Es una obra sanadora y catártica. Aborda el tema desde el humor, la emoción, la sensibiidad y la empatía.
La obra realiza funciones los lunes y martes, a las 20, en el Multiteatro (Avenida Corrientes 1283). Entradas en venta por el sistema Plateanet o en la boletería del teatro.
