Entrevistas

Eleonora Wexler: «Creo en la fe pero no creo en ningún fanatismo»

La actriz protagoniza «El testamento de María», en el San Martín, con dirección de Julio Panno, una obra del irlandés Colm Toibin en la que la Virgen María es presentada de una manera completamente distinta a la habitual.

Texto: Muriel Mahdjoubian. Fotos: Carlos Furman.

Eleonora Wexler volvió a la escena porteña con El testamento de María, basada en el texto del escritor irlandés Colm Tóibín y que cuenta con la dirección de Julio Panno en el teatro San Martín. La versión en español está a cargo de Agustí Villaronga y Enrique Juncosa, y la producción artística es de Juan Iacoponi. En este relato, Tóibín da voz a María, una mujer desgarrada tras la violenta muerte de su hijo, Jesús, crucificado. María recuerda y habla. “Ella no entendía que Jesús era el centro del poder , no lo veía como el Mesías, sino como al hijo que ella dió a luz”, explica Wexler sobre un personaje que nunca había sido abordado desde esta perspectiva.

La obra tuvo varias versiones en el mundo. Se estrenó en Broadway con Fiona Shaw y en España con la actriz Blanca Portillo, íntima de Eleonora: “Blanca, es una amiga que admiro profundamente”. En esta oportunidad, Panno y Wexler buscan mostrar a María como una madre sola, desgarrada por el dolor, que se ocupa de trabajar la tierra y es desterrada a Éfeso. “Ella además, desconoce a su hijo que se convirtió en alguien poderoso, no entiende bien lo que le sucede, pero sigue siendo su hijo. Ella tiene dolor, esperanza y muchas contradicciones. Este personaje es muy interesante para atravesar como actriz”, cuenta Wexler.

Es su carrera este sería su tercer unipersonal, ya que en el 2022 estrenó Mary para Mary de Paloma Pedrero y en el 2015, La maldecida de Fedra de Patricia Suárez. “Es todo un desafío hacer monólogos, en el primero que hice, quien me tomaba la letra era Facu Arana porque estábamos grabando la novela Noche y día”, recuerda la actriz que participó de programas como Valientes, Mujeres asesinas y Vidas robadas, entre otras.

¿Qué desafíos presenta una obra en la que estás sola en el escenario?
-Hace muchos años que trabajo con Constanza Nacarato, ella tiene mucha creatividad y talento y me ayuda a estudiar la letra y a preparar los personajes. Trabajamos mucho juntas y hace que todo sea mucho más simple. Es un ida y vuelta. Y en particular en los monólogos, lo primero que hago es saber perfectamente la letra. La estudio hasta que la sé de memoria y la puedo repetir de atrás para adelante sin problema. Tengo que tener la letra totalmente internalizada, sino después no puedo ponerle el cuerpo a ese texto.

Este es tu tercer monólogo, ¿qué te interesó de esta obra?
-Me atraviesa por todos lados. Es descarnado. Es una historia que escribió el autor en el 2014. Yo había leído la novela hace unos años y me había gustado un montón, me pareció tremendo lo que me generaba. Me impactó mucho porque la veía desde su rol de mujer, más que como la virgen María. Y después me hizo reflexionar bastante sobre lo que significa la virgen, cuántas leyendas y mitos hay a su alrededor. Creo que a estos personajes hay que bajarlos a la tierra y ver a las personas de carne y hueso. Fueron seres humanos, a quienes les pasaron cosas, que vivieron, que sintieron y en este caso ella es una madre frente a una tragedia brutal de un hijo asesinado y además, no entiende los movimientos políticos de la época. Es una mujer que fue desterrada.

¿Cuál es tu relación con la religión?
-Yo tengo la fe, no tengo una religión determinada. Creo en la fe pero no creo en ningún fanatismo. Esta idea también está en el monólogo que tiene que ver con la fe. Pienso que hay algo más allá de todos nosotros y que hay muchos baches dentro de las religiones, creo que lo que logran es separar y no unir. La fe sí une, pero con las religiones, tengo mis dudas.

¿Qué te generó interpretar a una mujer con una carga simbólica tan fuerte como la de la Virgen María?
-Con este personaje de María, en el camarín tengo un altarcito dónde le pido permiso a ella para contar su historia. Le pido que me deje contar su historia lo más verdaderamente posible. Hubo muchos movimientos dentro del proceso de ensayo con la obra, a todo nivel, pasaron un montón de cosas, pero siempre el espectáculo caía parado, había algo más fuerte, se ve que se tenía que contar. Eso sí lo tomo como una linda señal, esta historia tenía que ser contada.

¿Cuál es el camino para abordar un tema como la muerte de un hijo?
-Impensado. No hay dolor más grande que ese. Hay algo que está en nuestras entrañas, yo no sé cómo se sigue, cómo se hace, que alguien me explique porque no entiendo. Pienso que sería insoportable la vida. Es muy vigente esta obra, por lo tanto en algún lugar te atraviesa.

-¿Cómo es la experiencia de estar sola en el escenario?
-Me gusta, igual en este monólogo estoy acompañada por Fernando Albinarrate, un pianista increíble que compuso todo y está su música en vivo todo el tiempo conmigo. Además hay una cantante también, Rocio Noziglia y eso es muy positivo porque conecta con ese universo, más la puesta de luces y el espacio, que dan la sensación de algo muy íntimo.

-¿Te gustaría dirigir?
-Lo pensé y me lo propusieron. Yo creo que en algún momento lo voy hacer. Todavía no llegó el material que me den ganas de dirigir. Pero sé que va a suceder. Es un gran trabajo el del director. Lo veo con todos los directores que trabajé, es realmente admirable todo lo que hacen con los actores y con todos los otros rubros. Me genera un profundo respeto.

-¿Cuáles son tus proyectos?
-Terminé de filmar una película, Lo que quisimos ser, dirigida y escrita por Alejandro Agresti quien regresó después de mucho tiempo con un proyecto y fue hermoso. Se va a estrenar el año que viene. Además, acabo de grabar un capítulo de una serie, Previa, que dirige Victoria Chaya Miranda y tengo una obra para el verano, de la que todavía no puedo adelantar mucho más.

El testamento de María tiene funciones de jueves a domingos, a las 19.30 horas en la sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín, Av. Corrientes 1530.

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