Entrevistas

Victoria Almeida: «El humor es una cosa muy delicada»

La actriz es una de las protagonistas de «Mi madre, mi novia y yo», escrita por Mechi Bove y dirigida por Diego Reinhold. Cuenta cómo fue creciendo la obra desde su estreno y habla de los tiempos precisos para hacer una comedia efectiva.

Por Diego Jemio. Fotos: prensa «Mi madre, mi novia y yo».

En la cena de Navidad, Fernando decide dar un paso importante: presentarle su novia Leticia a mamá. La historia de la comedia Mi madre, mi novia y yo, de Mechi Bove, es sencilla e hilarante. Sobre esa base, Graciela Tenenbaum, Victoria Almeida y Sebastián Presta construyen situaciones tan precisas como graciosas, que van de la incomodidad de la novia en ese vínculo simbiótico entre madre e hijo hasta un pequeño musical con viñetas de Bollywood.

En la obra dirigida por Diego Reinhold, Almeida interpreta a una abogada bien plantada en la vida, que quiere avanzar en el vínculo con un novio apegado a su madre. La actriz cuenta cómo fue creciendo la obra con el correr de las funciones -llevan casi dos años- y habla del tempo necesario para hacer una comedia efectiva.

Llevan casi dos años, con varias funciones por semana. ¿Qué aspectos nuevos fuiste encontrando en el material?
-Cuando me llegó el material, mi personaje era, de alguna forma, una excusa para que entren a jugar la dinámica de los otros dos personajes. Estaban muy bien planteados los de la madre -muy jugoso y brillante- y el de él, lúdico y gracioso. Yo venía a exponer ese vínculo raro entre ellos, pero no mucho más. Cuando Sebastián (Presta) me llamó y me dijo que iban a estar Graciela Tenenbaum y Diego Reinhold, me sumé. Hablé con Diego y le pregunté si el material era un piso o un techo. Quería saber para dónde ir y tenía ganas de jugar también al humor. Y no estar solamente haciendo los pases.

Y eso te habilitó para hacerlo crecer…
-Lo cierto es que mi personaje venía a dar un poco de tierra, pero me habilitó para ir sacándole el jugo. Mucho del humor que tiene se habilitó ahí en el proceso creativo. Es algo que no estaba planteado en el texto. Diego habilitó un montón y la dramaturga habilitó que sigamos tocando su material. El trabajo nunca se queda quieto. De esa forma, le vamos encontrando cosas y lo mantenemos vivo.

En la comedia, las cuestiones del tempo son fundamentales. ¿Cómo van ecualizando eso con tantas funciones? ¿Es un tema recurrente en la charla entre ustedes?
-Somos bastante precisos en el tema y hablamos mucho de eso. A veces, después de una función, nos decimos: “¿Viste el momento en el que yo digo tal cosa…? Capaz una pausa de medio segundo más puede funcionar mejor”. Eso hace una diferencia mortal entre ser gracioso o no. Este lenguaje tiene mucho de eso. Y ésta es una comedia muy de timing. A veces, no entendés por qué algo genera gracia un día y al otro día no tanto.

Quizás los públicos cambian…
-Sí, pero a veces es más rápido, un segundo más lento, una pausita… Ahí le encontrás la pulsión justa al chiste. Y funciona esta función y la otra y la otra. El humor es una cosa muy delicada.

¿Sentís que la obra le da una vuelta de tuerca a lo costumbrista?
-No sé si pega una vuelta en ese tema, pero sí siento que tiene bastante vuelo para lo que solemos ver en el circuito comercial. Y eso, como espectadora, lo agradezco mucho. Me refiero a no ver solamente un living y gente hablando. En esta obra, de golpe, hay un cuadro musical o un giro onírico medio inesperado. Quizás uno está acostumbrado a ver un tipo de material, que va en una misma dirección, en un mismo registro y en cierto encuadre.

Hace un rato dijiste que no es una obra clásica de living. ¿Te parece un valor agregado que la autora sea argentina? No es tan frecuente en las comedias que se ven en calle Corrientes.
-Creo que se les da más lugar a los dramaturgos y dramaturgas nacionales. Mechi Bove es alguien de mi generación y hace unos años no pasaba tanto eso. Está buenísimo y me da un orgullo gigante porque son obras que están dentro de nuestra idiosincrasia. Hablan de nosotros como pueblo y eso es un valor más allá de la historia en sí misma.

La obra tiene muy buena convocatoria. ¿Cómo sigue su recorrido en los próximos meses?
-Ahora en noviembre hacemos funciones en Montevideo y en Perú. Después seguimos en el verano en Buenos Aires.

Estuviste en Mendoza filmando una película en la que tenías que hablar en chino. ¿Cómo fue la experiencia?
-Estuve en Mendoza filmando una peli de Juan Martín Hsu, un director hijo de orientales que hace un trabajo que me encanta. Es una historia vinculada a la mafia china, con un lenguaje de policial. Fue una experiencia alucinante, súper difícil y llena de desafíos porque tenía que hablar en chino. Y, cuando hablaba en español, lo hacía en un lenguaje judicial de fiscal, muy preciso.

¿Estudiaste el idioma?
-Todo el verano con una coach y clases de chino porque es un idioma muy complejo por los acentos, los finales y los sonidos que no tenemos en nuestro idioma. Por ejemplo, si no acentuás bien una vocal, la palabra significa otra cosa. Además del idioma, hay una gestualidad muy particular que seguramente viste en las películas orientales. También fue difícil tratar de “empatar” ese registro gestual. Hay que ser muy creativo para hacer pelis complejas con poco dinero.

Mi madre, mi novia y yo realiza funciones los jueves, a las 20; viernes, a las 21; sábado, a las 19.30 y 21.30 y domingo, a las 20, en el Paseo La Plaza. Entradas en venta en la boltería de la sala o a través del sistema Plateanet.

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