Detrás de escena

Dhalis: El desafío de hacer ciencia ficción en un escenario

La dramaturga y directora Samantha Victoria se animó a un género poco frecuentado en el teatro, sumando además, una mirada crítica sobre temas actuales como el medio ambiente y la inteligencia artificial. «Dhalis. Fragmentos de una memoria artificial» se puede ver en la sala Beckett.

Texto Sandra Commisso. Fotos: gentileza prensa.

Futuros distópicos, seres imaginarios, situaciones oníricas y otras variantes que caracterizan a la ciencia ficción hicieron que este género fuera poco abordado en el teatro. Por eso mismo, es interesante asomarse a alguna propuesta que se ocupe de llevarlo a escena como ocurre con Dhalis. Fragmentos de una memoria artificial, escrita y dirigida por Samantha Victoria. En esta historia que combina la ciencia ficción con el drama romántico y la road movie., los protagonistas, habitando un futuro distópico deben viajar para encontrar un nuevo hogar. Pero en el camino uno de ellos se enamora de quien no debería. En la obra, además, están los recuerdos en loop de un androide que espera la nada, una oda a la belleza de la naturaleza, aún estando muerta y un lamento por quienes no están invitados a conformar una nueva civilización. Aquí la directora habla sobre cómo creó esta criatura teatral que está los sábados en el Beckett Teatro.

El género de ciencia ficción es muy poco transitado en teatro. ¿Por qué crees que sucede esto?
-La ciencia ficción, al igual que la fantasía y el terror en el teatro, se enfrenta a un desafío similar. Estos géneros han sido mayoritariamente explotados y difundidos a través del audiovisual, debido a sus capacidades técnicas que resultan irresistibles para el espectador, pues logran dar vida a ciudades, naves espaciales, criaturas y paisajes oníricos que se perciben completamente verosímiles y realistas. Por lo que cuando los artistas escénicos intentamos adentrarnos en alguno de estos géneros, a menudo sentimos que estamos en “desventaja” por las limitaciones técnicas inherentes al teatro y esto puede resultar en una pérdida de interés.

-Una suerte de incompatibilidad de cararcteres, o lenguajes…
-A la vez que este tipo de géneros en la construcción de su trama, suelen tener una gran cantidad de elementos narrativos clásicos que funcionan en el cine, pero en el teatro contemporáneo se convierten en naifs y obvios. Por lo que el desafío es doble, pues se tiene que crear un relato que funcione escénicamente y a su vez que permita experimentar y aprovechar las posibilidades técnicas que tiene la escena.

-¿Por qué elegiste el género para tu obra?
-El origen y el disparador para crear esta obra fue que soy una gran fanática del género. Admiro y aprecio mucho a autores como Ray Bradbury, Isaac Asimov, Philip K. Dick y Úrsula K. Le Guin. Por lo que quise permitirme darle rienda suelta a una pasión que tengo desde hace mucho tiempo y llevarla al teatro. En segundo lugar, siempre me interesó el desafío de poder traducir estos relatos a un lenguaje escénico y que como mencioné antes, no necesitara competir con el audiovisual, sino que pudiera desarrollar un lenguaje y poética propios. Desde la escritura de la obra, era consciente de la «imposibilidad» técnica que iba a tener montarla, por lo que me propuse crear una obra que fuera una experiencia distinta a la que puede ofrecer una película o una serie y aprovechar al máximo los elementos que hacen al arte escénico una experiencia inigualable, como la convivencia del público con les interpretes, la capacidad imaginativa del espectador y la estimulación multisensorial.

-¿Cuáles son los desafíos de llevar a escena ciertos temas de actualidad como la inteligencia artificial o la contaminación ambiental?
-El mayor desafío al abordar problemáticas contemporáneas que nadie sabe muy bien cómo resolver, es no caer en un lugar panfletario e imponer perspectiva unívocas al espectador. Por ejemplo, criticar la IA sin reconocer el potencial que tienen como herramienta de trabajo, fácil y accesible para todo tipo de personas o denunciar la contaminación ambiental haciendo sentir culpables a las personas (por usar plástico, comer carne y consumir cosas a las que la vida moderna nos acostumbró), pero sin ofrecer alternativas que reemplacen esos hábitos y ofrezcan bienestar desde otros lugares, no sirve de nada. Por lo que en Dhalis, opté por integrar estas problemáticas pero sin que fueran el centro de la trama, es decir son un factor que influencian en las decisiones de los protagonistas, pero su objetivo es sobrevivir y no “eliminar la IA” o “restaurar la Tierra”. Mi mayor ilusión es que los espectadores se planteen preguntas sobre estos temas y no que salgan con respuestas.

-¿Cómo fue el trabajo bajo la tutoría de Santiago Loza y Andrés Gallina?
-En 2021, aún en contexto pandémico, el teatro regional chileno Bio Bio, ubicado en la ciudad de Concepción, abrió una convocatoria para obras de teatro que estuvieran en desarrollo, ofreciendo como premio participar del Laboratorio de dramaturgia internacional coordinado por los autores Andrés Gallina y Santiago Loza. Entre más de 100 postulaciones de toda Sudamérica, mi proyecto de obra fue elegido junto a los proyectos de otros 11 dramaturgos. Una vez iniciado el Laboratorio, el objetivo era terminar de escribir las obras en un periodo de tres meses, y así lo hicimos, una vez por semana a través de zoom. Fue una experiencia sumamente enriquecedora ya que recibía no solamente las devoluciones, llenas de sensibilidad y experiencia de Andrés y Santiago , sino la de todos mis compañeros que con sus distintos puntos de vista me permitieron fortalecer la obra y centrarme en lo importante. Además que el deadline de tener que terminarla en tres meses, me estimuló a abocarme de manera intensa a un trabajo que de otra manera me hubiera tomado mucho más tiempo. Terminar de escribir la obra en este espacio, me ayudó a observarme a mí misma desde otro lugar, potenciar mi voz autoral y encontrar el lenguaje escénico que requiere una obra de este género.

-¿Cómo podría influir la inteligencia artificial en el teatro a futuro?
-Creo que la evolución tecnológica ya ha demostrado que las posibilidades son infinitas. En este momento ya se han probado muchas cosas asombrosas como: crear un drama dentro de un espacio virtual que el espectador pueda habitar sólo con lentes de realidad aumentada, poner en escena a un androide real a actuar, crear historias e imágenes con IA especializadas que pueden tomar material de la realidad y distorsionarlo, y más. Sin embargo, creo que lo que más me preocupa como persona y artista, es si todos estos desarrollos técnicos pueden alterar nuestra percepción de lo real e impedir en un futuro que el público pierda la capacidad de concentración y afecto que se requiere para poder conectar no sólo con las obras de arte sino entre seres humanos. Es decir, si la percepción del público se distorsiona hasta el punto en que no pueda ver una obra sin la velocidad o la espectacularidad digital.

DHALIS. Fragmentos de una memoria artificial. Sábados a las 18.30 en Beckett Teatro, Guardia Vieja 3556.

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